El regreso de Dudú
Dos partidos se disputan el voto de la comunidad musulmana, decisivo para gobernar Melilla
"He vuelto por distintas razones, entre las que se combinan las familiares, las afectivas e incluso las patrimoniales. Lo he hecho como cualquier ciudadano que se reencuentra con su tierra, sus gentes y sus problemas. Respecto a la duración de mi estancia aquí, no voy a ser muy preciso. Estaré el tiempo que estime necesario y regresaré cuantas veces haga falta". Con 48 años, gafas, algo más de peso y menos pelo, Aomar Mohamedi Dudú, el carismático líder del movimiento musulmán que a mediados de los ochenta convulsionó Melilla, ha vuelto a casa. Su aspecto recuerda más a un próspero comerciante que a un agitador político, pero su conversación inagotable sigue siendo tan seductora, ambigua, ingeniosa e irónica como siempre.
En cambio, la ciudad actual se parece muy poco a la que abandonó en enero de 1987, cuando se exilió a Marruecos, en vísperas de que unos violentos disturbios concluyeran con la detención de 30 de sus seguidores y un proceso por sedición que ha pesado como una espada de Damocles sobre su cabeza, hasta que hace año y medio los tribunales decretaron el archivo definitivo.
Un 40% de la población
Gracias a la lucha que él simbolizó, los musulmanes a quienes entonces se pretendió reducir a la condición de extranjeros en su propia tierra han accedido masivamente a la nacionalidad española. Suponen ya en torno al 40% de la población de derecho de Melilla (unos 65.000 habitantes) y en pocos años serán la mayoría. Incluso los sectores más recalcitrantes han acabado por convencerse de que la integración de la comunidad musulmana es la única garantía de supervivencia para la ciudad. El regreso de Dudú, el pasado 21 de enero, ha sido acogido con general indiferencia por la población cristiana, en la que antes despertaba odios viscerales.
Pese a los avances, no todos los problemas están resueltos. La presencia de musulmanes en la Administración pública y los empleos más cualificados sigue siendo marginal. Su acceso a la educación se ha generalizado, pero al precio de un altísimo índice de fracaso escolar.
Subsiste además una bolsa de unas 3.000 personas a las que tras el conflicto se dotó de la tarjeta amarilla, un documento de identidad, residencia y trabajo exclusivo de Melilla que el actual delegado del Gobierno, Enrique Beamud, quiere abolir para sustituirlo por los permisos contemplados en la legislación sobre extranjería.
Aunque pueden acreditar al menos diez años de permanencia en la ciudad, muchos de los afectados no consiguen que se les reconozca como españoles, por motivos de tipo económico, burocrático o penal. Beamud asegura que la negativa a darles la nacionalidad no supondrá en ningún caso su expulsión.
Pero el problema de los llamados mal documentados, en contraposición a los sin papeles, no es motivo de confrontación política y tampoco la principal preocupación de Dudú. Sus palabras más duras las reserva para denunciar a quienes ha bautizado como narcotalibanes: "la conjunción de narcotráfico y fanatismo en Melilla".
Arremete contra "fantasmagóricas asociaciones musulmanas e islámicas" que se inmiscuyen en asuntos civiles y advierte de que algunas mezquitas "se han convertido en focos de fanatismo y politización".
El mensaje que transmiten algunos "imanes foráneos", agrega, "se corresponde con el extremismo de los talibanes. Son muchos los testigos del carácter incendiario de sus discursos. El tono y el contenido de sus palabras recuerdan a los fundamentalista afganos. De ninguna manera se puede consentir esta situación, y mucho menos subvencionarla con fondos públicos. Creo que hay que actuar de raíz y con urgencia".
El blanco de tan virulenta crítica, que Dudú evita citar, es fácilmente identificable. Se trata de un partido político, Coalición por Melilla (CpM), que en las elecciones locales de 1995 obtuvo cuatro escaños, arrastrando la mayor parte del voto musulmán. Su líder, Mustafá Aberchán, fue médico voluntario en la guerra de Afganistán y sus dirigentes están estrechamente vinculados a dos de las asociaciones religiosas que se disputan el control de las mezquitas y el cementerio islámico.
No obstante, aunque los militantes de CpM cumplen escrupulosamente las más rigurosas normas de la etiqueta musulmana, sus convicciones religiosas no se han reflejado hasta ahora en la gestión de las dos consejerías -Medio Ambiente y Bienestar Social- en manos de dicho partido, coaligado del tránsfuga Enrique Palacios en el gobierno de la ciudad.
Las palabras de Dudú no son fruto del acaloramiento. Al contrario. Su proverbial hospitalidad le llevó a charlar largamente en torno a un vaso de té, pero antes reclamó un cuestionario y contestó por escrito a las preguntas de EL PAÍS.
"Gobernador del Rey"
Tal cautela se debió, seguramente, a lo que él califica como su "situación especial". Cuando marchó a Marruecos, se puso al servicio de Hassan, quien le nombró gobernador del Rey, un cargo al que públicamente no ha renunciado y sobre cuyas competencias y alcance no ofrece demasiados detalles. Cabe pensar, en consecuencia, que su regreso a Melilla y renovado protagonismo cuentan con el beneplácito del país vecino. Dudú descarta presentarse a las elecciones del 13 de junio, pero ello no significa que le sean ajenas. "Como demócrata y progresista, me identificaré con cualquier organización que ofrezca sinceramente mayores niveles de justicia, solidaridad, legalidad, respeto y convivencia", se limita a declarar.
Pero sus gestos son, de nuevo, más expresivos que sus palabras. La madre de Dudú actuó como madrina en la inauguración de la sede del recién fundado Partido Social Demócrata de Melilla (PSDM), que se declara heredero de las movilizaciones musulmanas de la pasada década. Dudú aparece como su mentor y avalista y la gira que está realizando por los barrios musulmanes, con desigual acogida según la fuente a la que se dé crédito, constituye su mejor lanzamiento electoral.
Las urnas dirán si, pese a sus 12 años de ausencia, Dudú conserva su ascendiente sobre una comunidad que le idolatraba y seguía sin titubeos. Los electores de origen musulmán suponen ya un tercio del censo. El próximo gobierno local difícilmente podrá formarse sin el apoyo del partido hegemónico de los musulmanes. Será Coalición por Melilla, acusado de fundamentalista, o el PSDM, sospechoso de actuar bajo tutela interpuesta de Marruecos.
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