El petróleo no levantará cabeza
Las mejoras productivas y la estrategia de Arabia Saudí aseguran un suministro barato durante los próximos años
"La crisis económica en Asia no ha hecho más que acelerar y acentuar una crisis petrolera cuyo estallido era ineludible", acaba de decir el presidente de Petroestratégies, Pierre Terzian. Tanto los análisis de los expertos como los datos suministrados por la propia industria revelan que, desde la revolución iraní de 1979, los precios del barril de crudo, medidos en cantidades constantes (sin tener en cuenta la inflación), no han hecho más que bajar. De hecho, los 12,02 dólares en que se fijó el pasado viernes el precio de referencia del barril en Estados Unidos implican que, a precios constantes, el oro negro es hoy más barato que en 1950.
El petróleo sigue siendo la principal materia básica para la producción de energía y muchos se preguntan si este descenso de precios, que fue una de las bases de la prosperidad occidental durante los felices años cincuenta y sesenta, se mantendrá en el futuro o es simplemente coyuntural.Y consideran que esta tendencia es positiva para las economías occidentales, pues supone suministro barato y baja inflación.
Daniel Yergin, uno de los grandes expertos mundiales del sector y autor de La historia del petróleo, reafirmó, en la reciente reunión de Davos, el papel estratégico que seguirá desempeñando el petróleo. Sin embargo, reconoció que las recientes fusiones por las que están apostando las grandes multinacionales petroleras no sólo responden al descenso de los precios, sino, sobre todo, a las expectativas de que ese descenso se mantendrá durante un largo periodo.
División en la OPEP
Esta evolución hacia el descenso de precios tiene dos clases de explicaciones: unas técnicas y otras político-económicas. Entre estas últimas destaca la división en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) entre las naciones partidarias de forzar una subida de precios, como Indonesia, Nigeria o Argelia, y las que apuestan por mantenerlos bajos a toda costa, fundamentalmente las monarquías del golfo Pérsico.
Esta división queda puesta de manifiesto cada día en las discusiones sobre cuotas y reducción de la producción que dominan la OPEP. Claramente, la fuerza dominante está en el último de estos dos grupos, pues no en balde el Golfo concentra el 64,6% de las reservas mundiales de petróleo, y sólo Arabia Saudí, el 25%.
La estrategia de la monarquía saudí, según los analistas, está presidida por su interés en mantener el petróleo como recurso energético principal de la economía mundial y conservar su papel como principal suministrador. Arabia Saudí puede sostener una política de precios bajos, según Marjolaine Cour, economista del banco francés BNP, gracias "a sus numerosos activos financieros colocados en el exterior y por su fácil acceso al mercado internacional de deuda".
Hasta la crisis asiática del verano de 1997, la posición relativa de Arabia Saudí en el mercado exportador de petróleo estuvo empeorando, hasta el punto de que países como Venezuela o Canadá le superaron como primeros vendedores de crudo a Estados Unidos. La respuesta del principal país del Golfo fue incrementar drásticamente la producción justo cuando crisis asiática redujo la demanda en unos 400.000 barriles diarios, en lugar de crecer un millón como estaba previsto, según los datos manejados por Yergin.
La consecuencia ha sido el tremendo descenso de precios que aún domina el mercado y que está frenando la expansión de la industria en los países rivales directos, como Venezuela, e incluso en los mercados de consumo, como Estados Unidos. Esta misma semana, la asociación de productores de este país; IPAA, informó de que en el último año el sector ha perdido 25.000 empleos y cerrado 136.000 pozos de extracción de crudo. La política de precios bajos también frena la expansión del uso de energías alternativas, fundamentalmente el gas natural, que en los últimos años ha ganado cinco puntos de cuota mundial de mercado al petróleo. De esta forma, a costa de una sobreproducción creciente, los saudíes esperan convertirse en el destino preferente de las nuevas inversiones de las compañías petroleras europeas y estadounidenses. El único inconveniente de esa política es que las reducciones de precios no incrementan la demanda más allá de lo que provenga del crecimiento económico, pues en los principales centros consumidores el precio de consumo está determinado por los impuestos y apenas refleja las oscilaciones que se producen en origen en el precio del barril. La contrapartida es un grave deterioro de las cuentas y de las condiciones de vida en el resto de países exportadores. Según datos de la BNP, la caída de precios registrada en 1997 aportó un déficit presupuestario adicional del 5,8% del PIB en Argelia, del 5,2% en Irán, del 6% en Venezuela y del 3% en México.
Pero, además, debe tenerse en cuenta la transformación tecnológica. Desde principios de los años ochenta, las mejoras tecnológicas han abaratado los procesos de extracción del crudo. Terzian apunta cinco: "Las perforaciones horizontales, los avances en la utilización de las técnicas sísmicas, la recuperación asistida, los avances en la perforación submarina y las posibilidades de utilizar crudos pesados".
Nuevas tecnologías
En el caso de las tecnologías sísmicas, se ha pasado de tener que realizar siete perforaciones para tener un éxito a un promedio de tres a uno, con tendencia a mejorar aún más. En cuanto a la recuperación asistida, que permite aprovechar a fondo los depósitos del subsuelo, ha incrementado su tasa en ocho puntos en los últimos años. Cada punto representa 1, 5 años de consumo mundial de petróleo. Cada dos puntos, las reservas del mundo se incrementan en una cifra similar a todas las conocidas de África (70.000 millones de barriles).
Asimismo, ahora es posible extraer crudo en el mar a profundidades cercanas a los 2.000 metros, contra apenas 200 o 300 hace unos años. La tendencia es poder hacerlo hasta un máximo de 3 .000 metros. Finalmente, nuevas técnicas de refinado permiten procesar crudos pesados aprovechando las refinerías para crudos ligeros a precios competitivos. Este último hecho, señala Terzian, "duplicaría las reservas de países como Venezuela". Todas estas técnicas han producido un doble efecto. En primer lugar, las reservas mundiales de crudo suponen ya 40 años de consumo anual. Por otro, además de rebajar el coste de producción, definen un futuro dominado por un importante incremento de la oferta de petróleo.
Al mismo tiempo, estos avances en la productividad implican importantes inversiones de capital, que fomentan la concentración empresarial y amenazan con dejar fuera a las empresas que no producen óptimamente. También la creciente privatización de las sociedades controladas por Estados productores, como ya ha sucedido en Brasil, Venezuela y Argentina.
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