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FERIA DE VALDEMORILLO

La corrida interminable

Parecía que no iba a terminar nunca. Pero la verdad es que se acabó. Caminaba ruedo a través tan ufano el diestro Aníbal Ruiz, despidiéndose del gentío a monterazos, y no nos lo podíamos creer. Ni que se acabara la corrida; ni que Aníbal Ruiz hubiese dejado de pegar derechazos. La corrida tuvo vocación de interminable ya desde el primer toro. Había transcurrido una hora desde que empezó y aún le estaban pegando derechazos al segundo de la tarde.

Bien es cierto que el toro primero hubo de ser sustituido por el sobrero a causa de su invalidez, mas ese no fue el motivo de la demora. Antes al contrario, los cabestros salieron raudos y en apenas un minuto cumplieron cabalmente su cometido que consiste en conducir el toro al corral y dejar el redondel perdido de cagallón. La culpa la tenían los propios lidiadores. El concepto actual del toreo consiste en creerse los lidiadores que el toro les pertenece, también el tiempo, el público es deudor de su arte y las reclamaciones al maestro armero.

Hernández / Fundi, Chamaco, Ruiz

Toros de Avilio Hernández, bien presentados, flojos en general, la mayoría inválidos, manejables. 1º, sobrero, de Diego Garrido, en sustitución de un inválido. Fundi: estocada ladeada perdiendo la muleta y rueda de peones (oreja); dos pinchazos, media tendida trasera -aviso- y descabello(vuelta protestada). Chamaco: pinchazo, estocada corta atravesada -aviso- y dos descabellos (silencio); bajonazo, rueda de peones y descabello (algunos pitos). Aníbal Ruiz: pinchazo, media estocada caída, rueda de peones y descabello (vuelta por su cuenta); pinchazo e infamante bajonazo por la paletilla (silencio). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. 3ª corrida de feria. Lleno.

Fundi y Aníbal Ruiz se comportaron de acuerdo con este criterio, y ya podían los aficionados denunciar que el toro estaba inválido, o rogarles brevedad por amor de Dios, que ellos iban a lo suyo.

Y lo suyo era pegar derechazos. Como si los cobraran a destajo. Y si el inválido, claro está, se caía, los derechazos los pegaban al aire; o los suplían con celo, que consistía en ponerse farrucos, adoptar aires suicidas, tirarse de rodillas, esas cosas.

Fundi banderilleó y provocaba que la afición mirase el reloj con mal contenido desasosiego. Un matador-banderillero es un peligro. Las corridas de matadores-banderilleros tampoco se acaban nunca. Antiguamente los matadores-banderilleros no banderilleaban todos los toros de la vida; sólo algunos. Modernamente los matadores-banderilleros tienen convertida la modalidad en un número de obligado cumplimiento, y van y banderillean cuanto les echen, así sea toro o mona.

Antiguamente los matadores-banderilleros, cuando decidían banderillear, cogían los palos, se iban presto al toro daba igual el terreno donde se encontrara, le prendían el par, y saludaban si les aplaudían, o regresaban con la cara colorada si les había salido un churro.

Modernamente los matadores-banderilleros saludan antes de banderillear, se van al centro del redondel haciendo ejercicios gimnásticos, han de aparcarles el toro, perpetran la suerte a velocidad supersónica, prenden a cabeza pasada, y vuelven a saludar, ahora con grandes aspavientos triunfalistas.

Fundi, salvo un par de banderillas a su primer toro asomándose al balcón, banderilleó según queda dicho, y dedicó a la tarea lo menos un cuarto de hora de la corrida interminable. Luego vinieron los derechazos.

Para los derechazos, y algunas esporádicas incursiones al toreo por naturales, Fundi y compañeros de cartel se tomaron su tiempo. El tiempo que los toreros actuales emplean en los derechazos es harto discutible y hasta provoca debates.

Dicen los artífices de las faenas largas -y proclaman asimismo sus partidarios-, que duran tanto porque se encuentran a gusto con el toro. Y quizá sea al revés: que el toro está a gusto con ellos. Pegando los derechazos fuera de cacho, embarcando con el pico sin ceñir ni obligar, el toro no sufre quebrantos físicos -tampoco anímicos-, y podría continuar embistiendo la tarde entera. Muletazos de rodillas

Derechazos y naturales Fundi los aderezaba con ademanes corajudos, como si se los estuvieran pegando a un Miura pregonao. Aníbal Ruiz añadía pases de pecho empalmados con la derecha y con la izquierda, muletazos de rodillas, retadores desplantes ante los pitones, en clara manifestación de su arrojada temeridad.

Algo tremendo. Sólo que viendo a los pobres toros, nada de aquello resultaba convincente. Los pobres toros, santos de corazón, padecían invalidez; y a poco que se les obligara ya estaban cayendo de rodillas, ya hocicando el albero, ya desplomándose como si les hubiera dado una alferecía.

Chamaco, que también estaba anunciado y puede certificarse que hizo el paseíllo, a toros de parecida condición los tanteó de lejos, no fuera a tener un sinsabor. Estaba como ausente, parecía puesto allí por el ayuntamiento. Quién sabe. La afición veterana no entendía qué pintaba allí Chamaco.

La afición veterana, en realidad, estaba perpleja por muchas cosas. La feria de Valdemorillo, pórtico de la temporada, que gozaba fama de presentar toros íntegros, resulta que los sacaba inválidos. En la exclusiva e irrepetible feria de Valdemorillo, donde tradicionalmente se congelaba la afición, resulta que lucía un sol de justicia, hacía un calor primaveral y sobraban las chaquetas. A lo mejor es el anuncio del fin del mundo.

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