_
_
_
_

Cuando la tierra tiembla

No es ninguna novedad que la tierra tiemble en la Comunidad Valenciana, y menos en el sur. Ya en 1748, 31 años después de que en plena Guerra de Sucesión las tropas partidarias de Felipe de Anjou incendiaran Xàtiva, un terremoto con epicentro en Enguera volvió a arrasar la ciudad y redujo a piedras su castillo. Siglos antes, en 1396 otro temblor destruyó totalmente la localidad de Tavernes en 1396 y el año 1654 un seísmo causó serios daños en Alcoi. En el último gran siniestro sucedido en la comunidad, que hizo temblar a la Torrevieja de 1884, un lugar muy distinto al paraíso turístico actual, murieron 389 personas. Los cuatro forman parte del ránking de los 12 temblores más importantes que han sacudido la Península Ibérica en los últimos 500 años, sin embargo, seísmos de menor intensidad sacuden con asiduidad los suelos de la comunidad. Entre 1396 y 1999 la Red Sísmica Nacional ha contabilizado 382 terremotos en la comunidad, es decir, 1,5 por año. Los temblores tienen origen cientos de kilómetros al sur, en la fricción entre las placas africana y euroasiática, sobre las que se asientan los dos continentes. Del efecto de este choque surgió hace miles de años la cordillera bética, una sierra viva que sigue creciendo, cuyas estribaciones nororientales alcanzan la provincia de Alicante y el sur de Valencia, dos de las zonas de mayor riesgo sísmico de la Comunidad. En ellas existen numerosas fallas -fracturas de terreno- que se desplazan bruscamente cuando ceden a la presión de la placa africana que empuja hacia el norte, momento en el que se producen los temblores. Terremotos como los ocurridos recientemente en la comunidad, que excepcionalmente superan los 3,3 grados de la escala Richter, son bien acogidos por los expertos. "Menos mal que se producen", señala un técnico del Instituto Geográfico Nacional, "si no ocurrieran, se acumularía la energía y se produciría un seísmo mucho más destructivo". Cada semana la Península Ibérica sufre entre cuatro y cinco terremotos, la mayoría de ellos imperceptibles. Como conocen de sobra los vecinos del Alt y Baix Vinalopó, La Vall d"Albaida y La Safor, importantes focos de actividad sísmica, parte de ellos suceden en la Comunidad Valenciana. En los últimos 12 meses, las localidades de Villena, Crevillent, Ontinyent y Oliva -esta última con dos terremotos el diciembre y el enero pasados de 2,9 y 3,3 grados respectivamente- han sido visitadas por los temblores sin que hayan producido daño alguno. El empuje desde el sur es constante. Un ejemplo de la presión de la placa africana es la elevación que han sufrido, de forma generalizada, diversas zonas de la comunidad. El profesor de geología aplicada de la Universidad Politécnica de Valencia, Luis Ángel Alonso, destaca el caso de Valencia ciudad. Su suelo arcilloso facilita la absorción de los movimientos sísmicos -lo que no le ha impedido sufrir terremotos, como el de V grados MSK en 1904-, sin embargo, la presión desde el sur ha hecho que la ciudad haya subido. "En el siglo XVII las actuales calles de las barcas y de la nave eran avenidas pantanosas por donde los valencianos se desplazaban en embarcaciones planas", describe Alonso, algo imposible en la actualidad por la elevación que ha sufrido la ciudad. Continuidad asegurada Este empuje constante asegura la repetición de los temblores. Los estudios del Instituto Geográfico Nacional auguran un terremoto de intensidad VI en la escala MSK, similar al producido en Murla (Murcia) el martes pasado, cada 100 años en la franja comprendida entre la mitad de la provincia de Valencia y la de Alicante, unos efectos que suben a grado VII -agrietamiento en estructuras, caída de cornisas y revestimientos- en la mitad sur de la provincia de Alicante. En estas zonas está vigente la Norma de Construcción Sismoresistente, una ley de ámbito nacional que marca unas medidas de seguridad relativas a la cimentación y estructuras de los edificios en función de la actividad sísmica histórica de la zona, destinada a que los inmuebles puedan hacer frente a los terremotos a los que están expuestos. Independientemente de las medidas de seguridad pasiva, los expertos recomiendan guarecerse bajo las mesas o los marcos de las puertas al sentir el menor temblor, así como evitar usar los ascensores o las escaleras. Tras la primera sacudida -generalmente se producen réplicas tras el primer temblor- el jefe de área de la Red Sísmica Nacional, Emilio Carreño, aconseja evacuar el edificio y alejarse de las fachadas para evitar posibles caídas de elementos decorativos del inmueble. Además, en casos extremos, conviene tener a mano un silbato para ser localizado en caso de derrumbamientos y una botella de agua, ya que, como señala Carreño "en las grandes catástrofes el mayor número de víctimas lo produce la falta de agua y el frío".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_