"La Universidad debe entender que la política la decide el Gobierno"
Pregunta. ¿Es un consejero de transición? Respuesta. Nunca llego a los sitios con espíritu de transición. Soy consciente de que vamos a entrar en un periodo de elecciones y que luego el presidente del Consell, que será Eduardo Zaplana, hará de nuevo su equipo. Pero no tengo intención de trabajar con síndrome de interinidad, sino de afrontar las cuestiones que esta consejería tiene planteadas. P. Tarancón ha recuperado las constantes vitales. R. ¿Las había perdido? P. De ser candato a la presidencia de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, que era su jubilación política, a consejero de uno de los departamentos más importantes del Consell, ¿cómo lo diagnostica? R. El diagnóstico que hago es de satisfacción doble. En un primer momento, y en una institución que es fundamental históricamente, que es la Acadèmia, para la que es necesario un acuerdo pluripartidista en el Parlamento, hacía falta una persona que concitara esa voluntad. El presidente de la Generalitat pensó en mí y me propuso. Y yo, contento y feliz, consciente de que suponía un abandono de la política, pero también de que podía hacer un servicio a los valencianos en ese sitio. Bueno, este acuerdo no se ha podido materializar y el presidente piensa que puedo hacer una buena labor al frente de esta consejería y me lo propone, y yo estoy satisfecho. P. ¿Estaba dispuesto a inmolar su enorme vocación política para presidir una institución con toda la solemnidad histórica que quiera pero aburridísima? R. No se trataba de inmolar mi vocación sino de encauzarla de otra forma en una institución, insisto, importantísima. Hubiese ido ahí encantado. P. Algunos han expresado su inquietud porque será complicado lograr otro candidato con el grado de consenso que concitaba su figura. R. La dificultad no será superior a la que puede tener el acuerdo para componer la institución en estos momentos. Pasadas las elecciones, como habrá generosidad por parte de los partidos, habrá la misma posibilidad. Lo fundamental del proceso de la Acadèmia era concitar las voluntades alrededor de una ley, y eso se ha hecho. Lo otro será un paso complementario y no será más difícil que lo es ahora. Quiero darme un baño de modestia en ese sentido porque las instituciones están por encima de las personas. P. Con lo que usted deja la puerta abierta a otro candidato. R. No, no. Será lo que diga el presidente de la Generalitat y luego ratifiquen los parlamentarios. P. ¿Deja asignaturas pendientes en la Diputación? R. Más que pendientes, algunos proyectos que no he podido culminar, porque muchos empiezan en 1999. El fundamental era el plan de abastecimiento de agua, que se ha hecho básicamente sobre cuota cero, porque a los alcaldes les gusta invertir en lo que se ve, y que es una de las grandes revoluciones en cuanto a calidad medioambiental, ya que se podrá ahorrar el agua que necesita una ciudad como Valencia en un año. Y luego, el plan de ecoparques, que también está aprobado y el Museo de la Ilustración, que está en marcha. Hemos hecho un nuevo modelo de Diputación muy cooperativo con los municipios y con la Generalitat. P. ¿Viene a la consejería también a impulsar un nuevo modelo? R. Si todo el mundo dice que soy una persona muy dialogante, es porque debe de ser así. Vengo de una institución que trabaja para los pueblos, que está obligada al diálogo permanente con los municipios. Ahora estoy en una institución que es el motor fundamental del futuro de un pueblo, porque tiene la responsabilidad de la formación. Aquí la Administración no puede estar sola: tiene que abrir las manos y hacer modelos de política participativos. Tenemos que hacer un modelo educativo en el que todos se sientan partícipes y puedan reflexionar de manera conjunta. La voluntad de manos abiertas y diálogo permanente es la que marcará la línea de la consejería. Mi reto, nada más proponérmelo el presidente, era que no se notase bajo ningún concepto que cambiaba el consejero, y no se notará porque hay un magnífico equipo que continúa íntegro. No voy a pedir cien días... P. ¡Termina antes la legislatura! R. Ni falta que me hacen, pero sí que pediría dos semanas para poder dibujar las líneas a seguir, que no la política, porque ya está en el programa electoral. Por eso, lo primero que firmé como consejero fue la petición de comparecer voluntariamente en las Cortes para explicar las directrices de este departamento. P. Insiste en que el diálogo presidirá su gestión. ¿No lo había? R. Estoy seguro de que sí lo había. Siempre ha habido una gran línea de diálogo en esta consejería, sobre todo porque estamos en un proceso en que los protagonistas, tanto en la educación como en la cultura, tienen que ser todos los colectivos. La cultura no tiene que ser dirigista: hay que dar opciones a todos. P. Le dejan muchos fuegos encendidos. ¿Trae bastante agua para sofocarlos? R. ¿Fuegos? Está muy bien encarrilada la consejería. P. Protestas constantes de profesores, alumnos y padres, retraso de la LOGSE, problemas de escolarización de la ESO, nuevo plan de financiación universitaria en liza... R. Muchas de esas cosas son consecuencia de no haber invertido la cantidad efectiva en los años anteriores de llegar el PP. Y las otras las afrontaremos de manera gradual en los próximos días. P. En cinco meses que quedan, aparte de dialogar, ¿se puede hacer algo más? R. Podemos plantear una mesa sectorial para poder tener una visión temporal de la aplicación de la reforma educativa. Y en el plano cultural, tenemos que hacer el esfuerzo de poner en marcha un discurso que mantenga la dualidad, la libertad del creador y, a la vez, darle un baño de valencianismo. Valencia tiene que superar la pérdida de energías que ha sufrido en el debate entre el catalanismo y el anticatalanismo. Hemos perdido demasiadas energías y hay que hacer una política en positivo, superando posiciones que partían del acomplejamiento de no ser, que es la tesis fusteriana, que es una tesis de autoodio y que propone diluirnos en una entidad superior, o la de los que actúan a la contra. Esta sociedad tiene elementos positivos y creativos suficientes para tener una política cultural propia, sin saltarse trozos de la historia. No podemos pasar del Segle d"or a Joan Fuster, porque enmedio hay una cultura en castellano que no se puede ignorar. P. ¿Cómo se va a notar en la gestión este baño de valencianismo? R. Creando políticas de refuerzo sobre nuetro patrimonio más diferenciador y singular. Ésta no es una sociedad nacionalista, sino una sociedad en la que convive el proyecto de Valencia con el de España y no se entiende uno sin el otro. Hay que partir de la realidad y hacer políticas sensatas. No podemos hablar de inmersiones, no porque sean buenas o malas, sino poque la sociedad valenciana es la que es y los que la queremos estamos obligados a mejorarla. P. El hecho de que usted sea un columnista habitual de un diario que impulsa el secesionismo lingüístico, ¿le condiciona de algún modo? R. No voy definir en qué posición pueda estar yo, pero el diario creo que no está en ninguna posición y los colaboradores escribimos con absoluta libertad. Por tanto no me siento condicionado. P. Con su antecesor, la gestión de cultura recaía en la directora general de Promoción Cultural, Consuelo Ciscar. Dada su sensibilidad cultural, ¿las cosas van a seguir como están? R. Ésta es una consejería de Cultura, Educación y Ciencia, y el consejero es el consejero, y no se dedica a tapar las capacidades y personalidades de sus directores generales. Quiero conducir las líneas culturales en el sentido que he manifestado: el pluralismo y el valencianismo, dentro del universalismo, porque la cultura no puede ser reduccionista y provinciana. P. Con usted, que siente veneración por los libros, ¿el instituto de Castalla recuperará el nombre de Enric Valor? R. Ahí hay una decisión adoptada por el anterior equipo. Las decisones tomadas están bien tomadas. P. ¿Usted la hubiese tomado? R. Es una pregunta con respuesta imposible. No conozco las circunstancias en que se produjo eso. P. ¿Por qué la Universidad está tan inquieta con el PP? P. La Universidad tiene que entender una cuantas cosas. Los señores que la dirigen, como son catedráticos y deben ser los más listos de cada familia, lo deben entender: las políticas universitarias las deciden los ciudadanos a través de un gobierno. Los gobiernos son los que tienen la responsabilidad de las políticas y no pueden abdicar de ella. Del mismo modo que no son los ingenieros los que hacen la política de infraestructuras, las universidades no pueden hacer la política universitaria. Eso deben entenderlo. ¿Inquieta? Yo creo que tiene que estar tranquila en su cometido y no confundir sus objetivos, que son formar lo mejor posible a los alumnos.
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