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Documentación para un anhelo

Anita nació en Guinea hace 29 años y cuando habla le tiembla hasta el aliento. La impaciencia le impidió dormir la última noche. No esperó al alba y se arrojó a la calle. A las 5.30 de ayer ya esperaba frente al número 50 de la Gran Vía, en la Delegación de Trabajo en Bilbao. Su prisa tenía un único sentido: lograr uno de los 110 permisos de residencia que en Vizcaya se conceden este año para los inmigrantes. El orden de solicitud es prioritario. Todos los inmigrantes lo saben. Por eso, aunque no desbordaron las colas y el plazo concluye el próximo 23 de abril, ayer cuando se cerro la puerta de la sala donde se tramitan los expedientes, 146 extranjeros ya habían entregado los documentos requeridos. A Anita sólo le brotan dos frases: "Estoy muy nerviosa y tengo frío". Es la tercera vez que intenta que le concedan el permiso de residencia y se teme que para ella no se cumplirá lo de A la tercera, va la vencida. Vive en Bilbao desde hace cuatro años con su hermano Santiago, de 30, que estudia Informática. Y cuenta que tiene miedo. "Trabajo en una casa. Tengo papeles [contratode trabajo], entonces ¿qué problema hay? Nunca [me] ha pasado nada con la policía. Yo voy por la calle con miedo porque si me pillan me mandan para Guinea". No quiere volver al mercado donde ganaba poco más que la comida. Como Ana, todos llegaron en busca de la tierra prometida. Muchos no habían oído jamás mencionar Bilbao, Vitoria o San Sebastián. Sin embargo, los cientos de personas que amanecieron a la intemperie en las tres capitales vascas y otras ciudades españolas sólo anhelan quedarse. Mohamed Madgri nació hace 31 años en Agadir (Marruecos), una tierra de ensueño para los viajeros y para él, un lugar del que huir. No cruzó el Estrecho en patera; viajó con un visado de vacaciones hace cuatro años. Camina asustado. Como si se sintiera observado, mientras él no ve a nadie. "Yo no hago nada malo, vendo ropa en los mercados, pero soy un ilegal. ¿Cómo no voy a serlo? ¿Qué puedo hacer yo? Trabajo, tengo papeles, pero no me dan el permiso". Los requisitos que se exigen a Mohamed y a otros que como él pretenden vivir legalmente en Euskadi son complicados de cumplir. El imprescindible es un contrato de trabajo en regla ofrecido por una persona o entidad que no albergue dudas legales. Para un ciudadano español conseguir un trabajo es a menudo una entelequia. Para un extranjero, un imposible. "Según la ley, sólo pueden acceder a puestos que no puedan ser ocupados por españoles. Después, necesitan un permiso de trabajo y claro, únicamente se concede si existe un contrato laboral. Es un círculo vicioso del que es un milagro salir", explica un miembro de SOS Racismo, una de las asociaciones que ayer asesoraba a inmigrantes en la Delegación de Trabajo. Yan, un joven de 27 años nacido en la ciudad china de Fujian, lo logró. Abandonó su país hace diez años con la mirada fija en "países europeos con mucha historia". Llegó a España y se quedó. Empezó trabajando de camarero en un restaurante chino y ahora tiene su propio negocio hostelero en la localidad vizcaína de Sestao. Se ha casado en Bilbao con una mujer de su país y espera tener hijos que no necesiten permiso de residencia porque habrán nacido en España. "Yo tengo un permiso renovable y espero que la próxima vez me den ya el definitivo. Hace diez años, era más fácil, pero ahora es muy complicado. En Vizcaya hay 500 chinos y todos quieren tener permiso de residencia". Si en Vizcaya, el número de autorizaciones previstas para engrosar el contingente de trabajadores extranjeros es de 110, en Álava asciende a 75, en Guipúzcoa, una provincia de paso, sólo 40 y 300 se destinan a Navarra. María Luisa tiene 34 años y la huella del dolor en el rostro. Llegó a Bilbao hace quince días procedente de Armenia, la ciudad colombiana asolada por un terremoto que ha dejado miles de cadáveres atrapados entre los escombros. Allí dejó a su esposo y a tres hijos. Y no sabe cómo están. "No he podido hablar con nadie. Aquí, tengo un contrato para trabajar en una casa y espero que todo se arregle. Mi hermana y mi cuñado tienen todo bien arregladito y ellos me han ayudado. Luego, quiero traer a mis tres hijitos y a mi esposo", dice. Como ella, una familia de Sri Lanka, varios amigos de Senegal; Gloria, de Medellín (Colombia); Rosario, de Comayagua (Honduras) y decenas más. Todos en busca de un permiso que les permita abandonar para siempre la etiqueta de ilegal.

Casi todos, al servicio doméstico

Siete de cada diez extranjeros del cupo del año pasado que han logrado los permisos necesarios para trabajar con todas las de la ley en Euskadi se ganan el sueldo en el servicio doméstico. A mediados de este mes se habían concedido 175 de las 200 plazas ofertadas en 1998 en el País Vasco, según datos facilitados por la Subdirección General de Regulación de la Inmigración, que depende del Ministerio de Trabajo. Casi tres cuartas partes de los solicitantes fueron rechazados. De los trabajadores ya legalizados, 127 han logrado el permiso para trabajar en el servicio doméstico. Otros 11 de estos extranjeros, procedentes de fuera de la Unión Europea, se dedican a la construcción y seis más trabajan en agricultura y ganadería. El resto de los permisos, 31, han sido para los apartados "otros servicios" y "otras actividades". Los chinos y los marroquíes son quienes más permisos han logrado, 35 y 34, respectivamente. Les siguen los inmigrantes procedentes de Filipinas (25), la República Dominicana (17) y Ecuador (14). El resto se reparte entre nacionales de otros países latinoamericanos, africanos y de la Europa del Este. Por provincias, aunque Vizcaya fue la que con gran diferencia más peticiones aportó, Álava es donde más permisos se lograron, 72. A Vizcaya fueron a parar una cantidad muy similar, 69, y a Guipúzcoa los 34 restantes.

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