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El barítono malagueño Carlos Álvarez opina que "la instrucción musical en España es muy pobre"

"La instrucción musical en España es muy pobre". Ésta es la triste conclusión a que llega el barítono malagueño Carlos Álvarez, para quien el relevo generacional de cantantes de ópera debe producirse de forma paulatina. Álvarez, convencido de que la competencia musical es siempre personal, graba estos días en San Sebastián con la Orquesta Sinfónica de Euskadi su primer CD en solitario, que incluye arias de óperas. Antes, hoy y mañana actuarán juntos en sendos conciertos del programa de abono de la Sinfónica en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián.

Carlos Álvarez siempre ha sido honrado consigo mismo y ha rechazado sin complejos ofertas de peso para las que él consideraba que no estaba suficientemente preparado. Prefiere ir paso a paso y se muestra prudente a la hora de hablar de sus aspiraciones de ampliar su repertorio. "Ahora", afirma, "tengo 32 años: eso significa que soy lo suficientemente joven como para hacer un repertorio más ligero todavía". Ahora se siente cómodo interpretando a Verdi. Álvarez se deja llevar por la corriente del crecimiento y la maduración. "No quiero crear ninguna falsa expectativa. Si tiene que llegar el éxito llegará y si no, soy absolutamente feliz haciendo lo que hago". Al barítono se le conoce por su rígida autoexigencia con su trabajo. Así fácilmente puede entenderse que no conciba la competencia como un termómetro de medida con otros cantantes. "Hoy la competencia es enorme", asevera, "pero hay algo que la gente debe saber: la competencia debe ser personal, no puedes competir contra el otro porque las características son siempre distintas". Carrera ascendente El barítono malagueño ha protagonizado una carrera artística ascendente. Ha triunfado en los teatros más importantes del mundo. Cosechó un sonado éxito en el último Festival de Verano de Salzburgo en la ópera Don Carlo, de Giussepe Verdi, bajo la dirección de Lorin Maazel. De su experiencia, de su trabajo con otros artistas extrae la conclusión de que el panorama de intérpretes atraviesa un buen momento. "Hay una generación que está trabajando mucho y bien fuera de nuestras fronteras: existe esa generación, pero no se puede decir que haya una escuela porque cada uno ha realizado sus estudios y su trabajo en muy diferentes circunstancias". Observa posibilidades de que se dé un relevo generacional de calidad. "La clave", afirma, "radicaría en que no se desplace a los anteriores, sino que se comparta el espacio, que seamos capaces de aprender unos de otros". Álvarez reconoce que la nueva generación de intérpretes de ópera lo ha tenido más fácil que sus antecesores. "La posibilidad de trabajar", insiste, "es ahora mucho mayor que 20 años atrás. Ahora existe mayor apoyo institucional". Lo que echa de menos ahora es una instrucción musical más generalizada dentro de la enseñanza obligatoria. Ésta sería una de las formas de popularizar la ópera. Las fórmulas que se ensayan últimamente para sensibilizar al público, los conciertos en grandes espacios, encierran una filosofía con la que Álvarez coincide. Eso sí, siempre y cuando, se enseñe a los espectadores "cuáles son las circunstancias propicias para que la ópera se dé en su mayor esplendor". Porque para el barítono este espectáculo "es el más completo que existe porque introduce escenografía con lo que significa pintura y técnica arquitectónica, ballet, actuación y música". El público, a juicio de Álvarez, es muy "conservador"; de ahí la complicación de los programadores en introducir nuevas propuestas en el repertorio más clásico de obras. Precisamente, Álvarez aborda ahora la interpretación de arias para grabar un CD con la Orquesta Sinfónica de Euskadi. El barítono, siempre crítico con las manipulaciones comerciales de las casas discográficas, se enfrenta así a su primer trabajo en solitario y lo comparte con la Orquesta, dirigida por Mario Venzago. Se trata de un recital de arias de óperas de Verdi, Rossini, Donizzeti o Bizet, que comercializará la discográfica suiza Claves.

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