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El accidente del Calderón multiplica por diez las llamadas a bomberos por cornisas peligrosas

Antonio Jiménez Barca

El cabo Ángel Rodríguez se pasó ayer su guardia vigilando cornisas supuestamente peligrosas. Los vecinos reclamaron ayer a los bomberos inspecciones de urgencia en 40 ocasiones, 10 veces más de lo habitual.Detrás del aluvión de avisos se encuentra el accidente del viernes, en el que un pedazo de cornisa de 70 kilos se desplomó desde la cúpula del teatro Calderón y mató a una joven de 18 años. El martes, "en medio de la psicosis", como la definen los bomberos, cayó un trozo de escayola de un edificio de la Puerta de Sol. El portero aseguró que el cascote pesaba cinco kilos.

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La centralita de los bomberos de Madrid recibió ayer cerca de 40 llamadas de vecinos alarmados por el estado ruinoso de cornisas o de los aleros de sus viviendas. En un día seco, como el de ayer, lo normal es que este servicio municipal reciba un máximo de cuatro avisos. Pero los madrileños padecen una "psicosis por el incidente del teatro Calderón", según la interpretación de un bombero.Hacia la una de la tarde, una dotación de bomberos tuvo que echar mano de la grúa articulada de un camión para intervenir en el número 14 de la Puerta del Sol. A su mando, el cabo Andrés Rodríguez. La misión, comprobar si la cornisa de este edificio, situado en la confluencia entre la Puerta del Sol y la calle de Alcalá, era fiable. En la tarde del martes, un bloque de escayola había caído de ese inmueble, alarmando al portero. "El hombre", aseguró el cabo Rodríguez, "dijo que se había caído una piedra de unos cinco kilos, pero eso es imposible, porque de la cornisa sólo se desprendió un trozo de escayola".

Gesto de preocupación

Los bomberos sanearon la cornisa durante una hora, retirando la parte enferma. Los curiosos, que rodearon pronto a los bomberos mientras éstos trabajaban, no dejaban de mirar para arriba con gesto preocupado. Un paseante se limitó a preguntar: "¿Otra cornisa?". La respuesta de un policía fue tranquilizadora: "Sí, pero no ha pasado nada".Ésta no fue la única salida del cabo Rodríguez para vigilar cornisas, balcones, aleros o cualquier otra parte de las fachadas de los inmuebles. Ayer inspeccionó hasta ocho fachadas. "En algunas de ellas no había nada peligroso", señaló. "En otra, un balcón estaba en muy mal estado y lo hemos arreglado", añadió. En cuanto se hizo de noche pararon las llamadas a la centralita, según el jefe de sala. Para este bombero, la "psicosis del teatro Calderón" durará todavía "una semana". Después volverá la frecuencia habitual.

¿Qué es lo normal? Depende del tiempo. En un día soleado, unas cuatro llamadas. En un día lluvioso, bastantes más. El portavoz de los bomberos aseguró ayer que en una jornada con lluvia y con viento se pueden desplomar "hasta diez" trozos de cornisas, ladrillos o elementos de los aleros en los edificios de la capital.

Temperatura, clave

La temperatura y el agua son, por tanto, claves en este tipo de desprendimientos. El agua, por lo general, actúa de cuña, introduciéndose en pequeñas grietas. Cuando baja la temperatura, el agua se hiela, se dilata y agranda las fisuras de la piedra, que poco a poco se resquebraja. Tal y como explicaron los técnicos municipales que estudiaron el estado actual de la cornisa de la cúpula del teatro Calderón, la piedra reacciona "como una botella de cristal puesta en el congelador". En el caso concreto del edificio del teatro, un canalón atascado provocó un embalsamiento de agua, que se filtró por la piedra, agrietándola y partiendo la cornisa.El viernes, uno de los bloques desgajados, de unos 70 kilos, se desplomó desde una altura de unos 30 metros, impactando de lleno en un coche. Dentro, en el asiento de atrás, viajaba Beatriz Alonso, de 18 años, que murió tras media hora de desesperada atención médica. Junto a la víctima viajaban tres amigos. Ninguno de ellos sufrió heridas graves por el accidente.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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