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Albright trata en Moscú de mejorar las relaciones con Rusia

La cordialidad obligada entre diplomáticos no ocultó ayer, con ocasión de la visita de Madeleine Albright a Moscú, que las relaciones bilaterales están en uno de sus momentos más críticos de los últimos años. La secretaria de Estado norteamericana, en sus conversaciones con el primer ministro Yevgueni Primakov, el titular de Exteriores Ígor Ivanov, e incluso el presidenciable alcalde de la capital, Yuri Luzhkov, encontró, por detrás de las sonrisas, caras largas por el caso omiso que EEUU hace de la segunda superpotencia nuclear a la hora de tomar sus decisiones.Albright pudo apreciar en sus interlocutores una irritación apenas velada por los bombardeos a Irak, la amenaza de hacer otro tanto en Yugoslavia, las sanciones a institutos científicos rusos por colaborar supuestamente en el programa atómico iraní, y las presiones para enmendar el tratado sobre misiles balísticos ABM de 1972, que en Moscú se considera la piedra angular de todo el proceso de desarme.

La secretaria de Estado negó tanto que exista una crisis entre los dos antagonistas en tiempos de la guerra fría, como que EEUU quiera frenar los intentos rusos de recuperar parte de su perdido protagonismo en política exterior. Pero no dio ninguna muestra de que la Administración de Bill Clinton vaya a cambiar ni un ápice su actitud, ni siquiera de que vaya a facilitar, por ejemplo, las pruebas en las que ha basado las sanciones a los centros investigadores moscovitas.

Donaciones estadounidenses

Albright se presentó, eso sí, con algún regalo bajo el brazo, como los 10 millones de dólares (unos 144 millones de pesetas) para ayudar a la supervivencia de una prensa en crisis y que, por cierto, sirve más a sus dueños que a los intereses generales. O como las 15.000 toneladas de semillas, a lo que hay que sumar la noticia, facilitada por el secretario de Agricultura, Dan Glickman, de que, dentro de unas semanas, comenzará a llegar la ayuda alimentaria (3 millones de toneladas, la mitad como donación) acordada en diciembre.El principal elemento de fricción es la intención norteamericana de alterar el tratado ABM, que se basaba en que la guerra nuclear a gran escala sería imposible si EEUU y la URSS (o Rusia, su heredera) estaban indefensos ante un contraataque a gran escala. EEUU quiere ahora dotarse de un sistema antimisiles para, supuestamente, hacer frente a la amenaza de un ataque de Estados potencialmente hostiles como Irán o Corea del Norte.

El secretario de Defensa, William Cohen, ha advertido de que, llegado el caso, si no hay acuerdo, su país puede optar por abandonar el tratado. Entre otras cosas, este contencioso aleja, indefinidamente, la ratificación de la Duma rusa de otro tratado esencial de desarme: el START II.

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