Herrero de Miñón o el caos
En la respuesta que Herrero de Miñón dirige a sus críticos falta algo: el objeto de su disertación, carencia que no compensa la proliferación de sujetos citados. Es, desde luego, una respuesta de inicio elegante, pero estropeada por un final apocalíptico. En filosofía hay un dicho, enunciado de distintos modos por numerosos autores, según el cual todo lo que puede ser dicho con sentido puede y debe (si se sabe) ser dicho claramente; lo contrario significa que no se sabe qué se está diciendo, o que se pretende ocultarlo. Pues bien, mentando a Löwenstein, Kelsen, Smend, Meinecke y varios otros juristas, y también a Ernest Lluch, Herrero de Miñón concluye que quienes critican sus fórmulas y formulismos relativos a los Derechos Históricos no hacen otra cosa que descalificar proyectos democráticos y alimentar el caos. En fin, el viejo dilema de "Yo o el caos", invocado por tantos mesías a lo largo de la historia y que más bien suele significar: "Yo, luego el caos". Todos conocemos muchas expresiones de este paralogismo formal léase también esto de Kant o falsa conclusión por defecto de forma, porque el nacionalismo vasco lleva tiempo exigiéndonos que elijamos entre el caos o ellos, que se parecen tanto: ahora, por ejemplo, se trata de elegir entre el Pacto de Estella o la "vuelta a la situación anterior".¿Pretende el señor Herrero que el dilema consiste en elegir entre Derechos Históricos o más terrorismo nacionalista? No digo que diga esto, sino que no se entiende qué dice; debe ser que su concepto de la ciencia jurídica, a diferencia de la razón kantiana, no está al alcance de todos los humanos. Porque, veamos, ¿qué problema político quedaría resuelto de seguirse sus indicaciones?; ¿qué pueblos verían por fin satisfecha su razón vital, como él dice y fuere lo que fuese aquella razón?; ¿en qué funda su afirmación de que "la conciencia nacional diferenciada, ganadora en las últimas elecciones vascas, no se da en la C. A. de Madrid"? ¿Considera el ilustre académico y último premio Sabino Arana que la resistencia contra las pretensiones ilegítimas del nacionalismo es una opción política democrática y positiva, o no? Porque parece que sólo encuentra democrático legitimar las ambiciones abertzales, que, por cierto, no compartimos más del cincuenta por ciento de los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca (a las elecciones me remito). Aunque igual no tenemos razón vital ni hecho diferencial ni, por tanto, somos del pueblo (menos mal).-
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