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El Papa reivindica en su viaje a México los derechos de los indígenas

El Papa Juan Pablo II llegó ayer a México y no se olvidó de Chiapas. "México era azteca", recordó el pontífice al reivindicar la causa indígena. Veinte años después de su primera visita a México, con la que inauguró los viajes que han sido norma en su pontificado, el Papa llegaba ayer al país más fervoroso de América, escala de un viaje que le llevará el día 26 a Estados Unidos, donde se entrevistará con Bill Clinton. El Papa fue recibido con todos los honores por el presidente Ernesto Zedillo.

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El recibimiento mexicano no defraudó. Miles de personas quisieron acompañar al Papa a lo largo de los 13 kilómetros que separan el aeropuerto de la ciudad. Como recordó el presidente Ernesto Zedillo en su discurso de bienvenida, México es un país fervorosamente católico. Y el Papa respondió a su anfitrión hablando de "una gran nación". Juan Pablo II aprovechó el viaje desde Roma para hablar con los periodistas que lo acompañaban en su avión privado. Manifestó su preocupación por el problema de la tierra, que afecta directamente a los indígenas. El Papa también aprovechó la ocasión para anunciar su intención de visitar Rusia y China.

En el viaje hacia México, el Pontífice hizo referencias a Chiapas y aseguró que ahora se quiere sustituir a "la teología de la liberación por la indigenista, lo que se ría otra versión del marxismo", pero la solución verdadera está en la solidaridad y en el reconocimiento que tienen los pueblos indígenas a la propiedad de unas tierras de las que fueron los primeros propietarios.

Las palabras del Papa se suavizaron en el hangar presidencial en Ciudad de México. Diplomacia y referencias al mestizaje que "transformó la antigua pluralidad étnica y antagónica en fraterna unidad de destino". Zedillo quiso dejarlas cosas claras sin ser demasiado explícito al recordar que México es una democracia fundada en la ley y en el respeto de los derechos humanos.

El objetivo formal de este 85° viaje de Juan Pablo II es entregar en mano a los católicos la exhortación episcopal del Sínodo de Obispos de las Américas que se celebró en el Vaticano a finales de 1997.

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El documento final, redactado por el Papa sobre la base de las proposiciones de los obispos, abordará, como ya lo hiciera el Sínodo, los grandes problemas que tiene planteados un continente dividido por una profunda fosa entre la riqueza del Norte y la pobreza del Sur, que sufre las consecuencias, a menudo perniciosas, de la globalización de la economía. Un continente que con casi 500 millones de católicos es el verdadero corazón de la Iglesia de Roma. Es la cuarta vez que el Papa pisa tierra mexicana, y la tercera que visita la capital del país, Ciudad de México, una megalópolis de casi 20 millones de habitantes.

Al contrario que en ocasiones —como en su segundo viaje de mayo de 1990—, en las que un Karol Wojtyla lleno de energía ha llegado a visitar nueve ciudades del país, en esta ocasión, y por razones que van desde la salud del pontífice, a la estricta prudencia política, Karol Wojtyla no se moverá prácticamente de la capital.

Injusticias sociales

La jerarquía mexicana más comprometida con la causa de los indígenas ha reclamado al pontífice un gesto de apoyo al proceso de paz en Chiapas y una condena de las violaciones, de los derechos humanos que se produce en el país. Pero es poco probable que Wojtyla, que tendrá ocasión de entrevistarse hoy con el presidente aborde abiertamente el tema. Hablará, desde luego, contra las injusticias sociales y los daños de la globalización. México, donde 300 familias acaparan la mitad de la riqueza del país, es un' ejemplo de las desigualdades en América Latina.

Antes de trasladarse a San Luis, la etapa estadounidense de este viaje, el 26 de enero, Juan Pablo II celebrará un homenaje a los católicos en el estadio Azteca de la capital mexicana. En él, el Papa pasará revista a los que considera los males del siglo: "La cultura de la muerte, las manipulaciones genéticas, la inmigración y el contraste

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