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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Virtuosismo espectacular

Ofrecen los conciertos extraordinarios de las Juventudes Musicales de Madrid un doble atractivo: la categoría de los intérpretes, siempre de primerísima fila, y la presencia de un público enterado, interesado y entusiasta como ha sido siempre el mejor público de esta ciudad. Ya lo elogiaba Antonio Bazzini en 1850 después de sus actuaciones en el Real, el del Circo y en la Cámara Regia de Palacio. Cito al violinista (Brescia 1818-Milán 1897), porque suyos fueron los últimos pentagramas escuchados ahora a Maxim Vengerov y a su colaborador, Ígor Uryash, muestra del máximo virtuosismo y, también, de inevitable superficialidad. Maxim Vengerov, de Novosibirsk, la capital de Siberia occidental, cuenta 24 años y ya a los cinco tocaba obras de Schubert o asombraba con la alta técnica de Paganini. Se hizo, en primera instancia, con Galina Tourchaninova y pasó luego a las aulas de Zakhar Bron, uno de los más grandes maestros violinísticos de nuestro tiempo. Vengerov es músico de alto vuelo y singular potencia expresiva: asombra, maravilla y conmueve. Ni cabe mayor perfección ni más lúcida comunicatividad. Será, sin duda, uno de los monstruos musicales del siglo XXI. Su colaborador, el pianista sanpetersburgués Ígor Uryash, salido de las clases de Tatiana Kravchenko, trabajó también con Anatoli Ugorski y a sus magnificencias como solista une el mejor criterio y la más brillante dedicación a los géneros de cámara. Así, escuchamos a un dúo verdadero que hace versiones modélicas de la Sonata en la mayor, op. 100, de Brahms, interiorización íntima de las emociones de la naturaleza convertida por Brahms en un cúmulo de simplicidad poética, que los intérpretes transmitieron con fidelidad e imaginación.Después, los esplendores de la Sonata en fa menor, que Prokófiev dedicara a David Oistrakh, nos llevaron a otro pensamiento y distinta gravedad, más dramática que melancólica, así como a mágicas soluciones posimpresionistas. Todos los valores se mantuvieron en la sorprendente Tzigane de Ravel, evocadora de un tópico musical europeo, pero transmutada en recreación elevada y personalísima por obra y gracia del genio francés.

Juventudes Musicales de Madrid

M. Vengerov, violinista y I. Uryash, pianista. Obras de Brahams, Prokofiev, Sarasate, Ravel y Rachmaninov. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de enero.

El resto -salvo la Vocalise, de Rachmaninov- fue puro y máximo virtuosismo: Sarasate, Carmen de Bizet, transcrita por Waxman, el hungarismo de Brahms y La ridda del folletti de Bazzini. Todo espectacular, aunque habríamos preferido, en su lugar, la Sonata de Debussy, por ejemplo.

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