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Los mineros rumanos desbordan a la policía tras una batalla campal y se abren paso hacia Bucarest

Los 10.000 mineros rumanos que avanzan hacia Bucarest desde hace cinco días rompieron ayer las barreras policiales en las colinas de Costesti, a unos 200 kilómetros al oeste de la capital del país, tras una batalla campal que se prolongó durante más de una hora y se saldó con un centenar de heridos. Los agentes, provistos de rudimentarios escudos, azuzaron a sus perros contra los trabajadores y lograron rechazarles en cinco ocasiones. Pero los mineros, que ya sembraron el terror en Bucarest en 1990 y 1991, se abrieron paso con piedras y palos entre las asfixiantes nubes de gases lacrimógenos.

Al final, los mineros lograron llegar hasta la vecina localidad de Ramnicu Valcea, tras haber tomado como rehenes a varios agentes y al gobernador de la provincia, Nicolae Curcaneanu. Los trabajadores exigen un incremento salarial del 35% y la congelación de los planes del Gobierno para cerrar los pozos que no sean rentables.El ministro del Interior, Gavril Dejeu, presentó inmediatamente su dimisión, mientras el presidente de Rumania, el centrista Emil Constantinescu, advertía de que la marcha de los mineros hacia la capital amenazaba la frágil estabilidad democrática del país. Por su parte el primer ministro, Radu Vasile anunció anoche que viajaría hasta Ramnicu Valcea para negociar con los mineros. Horas antes, el alcalde de Bucarest, Viorel Lis, alertó a los ciudadanos a que se prepararan para lo peor. Al menos siete personas murieron en septiembre de 1991 y decenas de edificios oficiales fueron saqueados en la segunda marcha de los mineros hasta la capital, que se cobró la dimisión del entonces primer ministro, Petre Roman.

Millares de policías habían levantado barricadas y barreras defensivas en un desfiladero entre las colinas de Costesti desde la tarde del miércoles, a la espera de que el líder de los mineros, el ultraderechista Miron Cozma, que ya dirigió las anteriores marchas contra Bucarest, estudiase la oferta del Gobierno para entablar negociaciones.

Pero los mineros, que salieron el lunes desde la zona minera del valle del Jiu, en el centro de Rumania, se lanzaron a primera hora de la tarde de ayer contra las líneas de la policía ayudados por centenares de campesinos de la región de Horezu. La batalla campal de las colinas de Costesti se saldó con un centenar de heridos, policías en su gran mayoría, según informaron fuentes hospitalarias. Al menos 67 heridos quedaron ingresados en el cercano hospital de Horezu y otros 28 en el hospital de Rimnicu Valea. Entre ellos había tres personas que presentaban heridas muy graves. Las heridas por pedradas o bastonazos y los síntomas de asfixia por inhalación de gases lacrimógenos eran los diagnósticos más habituales.

"¡Ahora, a Bucarest!", gritó Miron Cozma desde lo alto de un vehículo policial destruido en medio de lo que fue una barricada policial, mientras miles de mineros coreaban su nombre antes de reagruparse en un heterogéneo convoy de coches, camiones y autobuses, al que sumaron desde ayer algunos vehículos policiales.

Ataque contra el Estado

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El presidente Constantinescu dijo ayer que la marcha de los mineros "ya no era una protesta laboral, sino un ataque contra las fuerzas de seguridad y la autoridad del Estado". "El Gobierno debe negociar", aseguró el presidente, "pero las reformas no pueden ser negociadas bajo la presión de la fuerza, ya que se demostraría que Rumania no tiene una democracia estable".En su avance hacia Bucarest, los mineros han desbordado ya varias barreras policiales. El martes rompieron las líneas de los servicios de seguridad en Tirgu- Jiu, a unos 250 kilómetros al oeste de la capital rumana, y fueron autorizados por el Gobierno a reagruparse en esa ciudad. El Ejército rumano advirtió entonces de que iba a intervenir si las fuerzas de seguridad eran incapaces de controlar la situación.

El Parlamento rumano ha sido convocado hoy en sesión extraordinaria para analizar la crisis desencadenada por los mineros, aunque otras fuentes del Legislativo aseguraron que la sesión podría aplazarse hasta el próximo lunes.

El alcalde de Bucarest, por su parte, lanzó un llamamiento a la calma entre la población ante la llegada de los mineros, que sobreviven con unas 30.000 pesetas de sueldo mensual en uno de los países más pobres del antiguo bloque del Este de Europa. El Gobierno de Bucarest tiene previsto cerrar un total de 140 minas en todo el país, entre ellas, dos en el valle hullero del Jiu.

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