Faruk Ruzimatov descubre sus claves de gran bailarín ruso
El artista danza hoy en el Teatro Real de Madrid con el Ballet del Teatro Marinskii
El más importante de los bailarines rusos de la actualidad, y estrella indiscutible del Ballet del Teatro Marinskii de San Petersburgo, bailará hoy por segunda vez en el Teatro Real de Madrid como protagonista de Scherezade, pieza central del programa sobre los ballets rusos que la gran compañía presenta estos días. Sabiéndose uno de los grandes del ballet, Ruzimatov se plantea que gozar del éxito es uno de los grandes errores que puede cometer un artista.
Durante un tiempo que ya hoy puede decirse como de transición, Faruk Ruzimatov se ocupó de la gestión de su compañía junto a otro joven emprendedor y fiel al espíritu de la casa: Majar Vasiev; pero poco después entendió que su destino era bailar: "Para cada tiempo y persona hay su manera de emplearse. Mientras se tiene fuerza creativa es honradamente complicado hacer paralelamente las veces de administrador y artista; puede decirse que incluso es contradictorio, pues se interrumpe el ritmo de la creación, que en realidad necesita de toda nuestra concentración y todas nuestras fuerzas", declara con énfasis el bailarín mientras observa desde unos grandes ventanales del teatro madrileño la panorámica del Palacio Real.Ruzimatov, tras su experiencia en otras compañías importantes del mundo occidental, volvió a su San Petersburgo de siempre y a su compañía: "No hubiera podido quedarme en otra compañía que el Kirov. Estuve en el American Ballet y puedo decir hoy con seguridad que la experiencia no fue satisfactoria. Soy fruto de mi escuela y de mi teatro, pertenezco a él de corazón y la verdad es que me pierdo cuando estoy en otros lugares. No sé cómo explicarlo, pero son relaciones de carne y sangre con un teatro, con mi teatro".
Magnetismo particular
Faruk es adorado por el público tanto ruso como japonés, el inglés o el italiano, pues todos encuentran en su manera de hacer un magnetismo particular que sólo tienen los grandes. "He tenido pocas experiencias con el ballet moderno y puedo decir que en el ballet clásico tengo grandes compensaciones en la interpretación". Y el bailarín inmediatamente, sin que se le pregunte, pasa a confesar su pasión por el baile español: "No podría decir que me gusta el flamenco o el baile español, es que es mi verdadero sueño desde toda la vida. Es una pasión profunda que no explico racionalmente y que es todo sentimiento. Instintivamente desde mis días de estudiante en la escuela Vaganova los bailes españoles eran mis preferidos y así los preparaba para los exámenes de carácter".No siempre en la historia del Ballet Marinskii de San Petersburgo se ve equilibrada la aparición de estrellas masculinas y femeninas, y sobre esto Ruzimatov opina: "La tradición del Kirov-Marinskii lamentablemente se ha impuesto siempre por tener muchas bailarinas y pocos bailarines célebres, y casi siempre con el reino de uno solo. Se pueden contar con la mano (Nijinski, Sergueiev, Soloviov, Barishnikov o Nureiev)". Pero inmediatamente el bailarín se pone serio y casi frunce el ceño: "Pero yo jamás me he considerado una estrella en ballet, como en ningún otro trabajo de la tierra. Un éxito de hoy puede no existir mañana, y gozar del éxito es quizá el más grave error que comete un artista de la danza. Además, hoy tenemos otros excelentes bailarines en carrera ascendente (Zelenski, Fadeiev, Batalov o Kutnesov)".
Tras una etapa oscura parece que la vida interna del Kirov-Marinskii da muestras de renacimiento, al tiempo que una nueva generación de artistas se impone: "Ahora puede hablarse ya de una época de florecimiento. Mejoran las cosas en la práctica y apuntan nuevas estrellas".
Ruzimatov no desecha hacer algo más que bailar: "Está creciendo en mí la idea de hacer coreografía. Poner un ballet es mucho más comprometido que bailarlo, pues hay que reunir el intelecto con la capacidad de percepción, además de adentrarse en matices y efectos. La acumulación de experiencia del bailarín puede reflejarse después en la obra coreográfica. Tampoco desecho enseñar a los jóvenes. ¡Claro que me gustará hablarles de mi sentido del virtuosismo!".
Babelia
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