Ricos y famosos
Se puede suponer que no se trata de un fenómeno exclusivo de nuestros ambientes elegantes y refinados, ni de nuestra moderna sociedad, ni de la actual situación política. Ni siquiera de nuestro tiempo. Es muy probable que los "ricos y famosos" siempre y en todas partes tengan la tendencia a aliarse con golfos, chalanes y vividores, más o menos pintorescos. Es casi una tradición. Sin embargo, da la impresión que la cosa se viene agudizando últimamente entre las gentes de nuestra buena sociedad. Claro que no todos los ricos y famosos. Ni con todos los rufianes. Los sinvergüenzas pobres, los bellacos menores, despiertan más repudio que solidaridad. Las alianzas y la protección mutua entre la jet-set y determinados truanes constituyen un curioso corporativismo y requieren ciertas condiciones. El dinero y la popularidad deben ser componentes necesarios en esa especie de complicidad. Seguramente habría que añadir una determinada relación con la política, o con los políticos. No con toda la política, ni con todos los políticos, por supuesto. Con muchos, pero no con todos. La moral convencional, más bien rígida, de la sociedad influyente, acepta de buen grado las más miserables y grotescas transgresiones de sí misma, cuando los protagonistas alcanzan el éxito económico y alguna relevancia popular. Salir en las revistas o, preferiblemente, en televisión, resulta muy eficaz. La manifestación de Marbella, presidida por algunos ricos y famosos, en solidaridad con su alcalde, en una muestra, algo escandalosa, de los apoyos de que gozan hoy muchos personajes, conocidos por sus tropelías, a los que parece imposible hacérselas pagar, ni siquiera mantener en prisión. Lo probable es que cuando estas líneas salgan a la calle, don Jesús esté ya en ella. Su elección, por mayoría absoluta, demostró que su pueblo le perdonaba sus conocidas trapisondas, sus procesos pendientes, sus continuos insultos y agresiones verbales. Incluso su grotesca figura y su pésima educación caía bien a la refinada social marbellí. También por estos pagos nuestros, tenemos ejemplos de coberturas morales parecidas. Salvando las distancias pertinentes y la diferente naturaleza del suceso, no otra cosa que encubrimiento de una moral no admitida, parece ser la presencia de nuestro Honorable en París, inaugurando la exposición de modelitos de la señora de un notorio transgresor de esa moral, conocido por sus fobias periodísticas y sospechoso de raras costumbres sexuales. Ambas conductas, no muy escrupulosas, parecían merecer la negación del saludo. Todavía más llamativa resultó la cesión del IVAM para exhibir las cursiladas de la señora. Sería interesante averiguar las razones, seguramente electorales, que involucran las instituciones valencianas, frecuentemente, en acontecimientos tan poco edificantes. O en otros de parecido estilo, que difícilmente ocultan su carácter recomendado y compensatorio. (Tampoco pareció asunto gratuito el que Valencia fuera uno de los pocos sitios en que se escuchara la ópera Luna). No se vaya a pensar que es cuestión de mayor permisividad y tolerancia ante actos que contradicen los códigos y comportamientos éticos, tan rancios como siempre. No hay más que recordar la prohibición reciente de fotografías de desnudos y cosas así. No se trata de flexibilizar unas actitudes que conservan todas sus exigencias y prejuicios. Es, simplemente, un asunto mundano, donde reside la conocida doble moral. Un entramado de amistades, intereses, favores e influencias, que obliga a mirar hacia otro lado, a disimular, ocultar y, si es necesario, apoyar y proteger al transgresor o al recomendado, siempre que forme parte del susodicho entramado y pueda cobrarse el favor si hace falta. O, quizá se trate de pagar patrocinios anteriores o futuros. Vete a saber.
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