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¿Secesión? No, gracias

Pasqual Maragall, Pere Esteve y Jordi Solé Tura fueron citados ayer para pronunciarse sobre la posible secesión de Cataluña. Todos la descartaron. La cita era en la Fundación CIDOB, de Barcelona, organizada por el World Policy Institute, de Nueva York, y el Proyecto Eurasia, una institución que estudia básicamente la evolución de las antiguas repúblicas soviéticas. Las Políticas Económicas de la Secesión era el título de la sesión de trabajo y, sobre la mesa, además del de Cataluña y España, se agrupaban temas tan distantes como la partición de Checoslovaquia, el conflicto entre Georgia y Abjasia o los casos de Quebec y Escocia. El caso es que, según la teoría expuesta por el profesor Brendan O"Leary, de la London School of Economics, Cataluña no encaja en casi ninguno de los requisitos que hacen posible una secesión, a no ser el que hace referencia al "narcisismo de las pequeñas diferencias", una teoría freudiana aplicada a la Geopolítica. Ni sufre del miedo a la pérdida de su identidad, ni tiene desconfianza en su prosperidad futura, ni considera que le falte reconocimiento. Tal vez por ello, los políticos citados descartaron esta posibilidad, dejando solo, para defenderla, al historiador Francesc Cabana. Pese a lo ajeno de la audiencia y al hecho de tener que expresarse en inglés -lo que todos ellos hicieron con relativa corrección-, el evento sirvió para fijar algunas de las diferencias entre el catalanismo político de convergentes y socialistas. "Cataluña es el ejemplo perfecto de la importancia de un país pequeño que estimula la actividad de un Estado: España, y de un continente: Europa", dijo Esteve. Para el secretario general de CDC, la clave hay que buscarla en la cuestión de la identidad. Los Estados ya se han visto obligados a ceder los temas de Defensa y Finanzas, dijo, "lo que queda son los temas de identidad". Solé Tura fue discreto y defendió el marco constitucional y las propuestas maragallianas de un nuevo reparto competencial entre el Estado central, las autonomías y los municipios.; el famoso 40-30-30. Pero Maragall entró al trapo de la concepción histórico-nostálgica de Cataluña, que definió como "catalangastritis". "Lo que la gente está pidiendo ahora es cómo decidir el futuro y no dependiendo del pasado", dijo en referencia a la utilización de la Historia como proyección de futuro. "La palabra no es independencia sino interdependencia". Lo que sí importa al ex alcalde de Barcelona es la devolution, que consiste en "devolver a las regiones, a las nacionalidades, a las ciudades, lo que puedan gestionar; hacer realidad el principio de subsidiariedad". Maragall criticó a Esteve por haber acusado de "pedigüeño" al presidente del Gobierno, José María Aznar, cuando negociaba el mantenimiento de los fondos de cohesión de la Unión Europea (UE). "Tendremos que empezar a mirar nuestras carteras", dijo, "hay que seguir pidiendo, porque el monto total va a descender, habrá menos a repartir". Maragall razonó sus recientes alabanzas al presidente de la Generalitat. "Durante los primeros tiempos de la transición era importante afirmarse, y en este sentido Jordi Pujol hizo un buen trabajo", dijo, "pero ahora ya no es el caso. Pujol, debería decir: "Hemos de cambiar el estilo". En su opinión, "Cataluña no obtendrá la independencia real que quiere a menos que no construya estabilidad a su alrededor; hemos de conseguir que sea aceptada por España, en un grado razonable".

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