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Patrulla para socorrer a indigentes

Son unos treinta. Algunos aparecen y desaparecen de las calles como por ensalmo. Otros resisten asidos a su ligero equipaje en el mismo banco o en la misma plaza durante años. Son los indigentes que han elegido la calle por hogar. A partir de hoy o de mañana -se están ultimando los detalles-, dos educadores sociales de la asociación Bizitegi recorrerán las calles de Bilbao en una furgoneta para atenderles. Algunos de los vagabundos requerirán asistencia médica, otros quizá acepten el trasladado a centros de acogida y no se sabe cuántos preferirán seguir viviendo sin paredes, a la intemperie. El tiempo dará la respuesta a esta experiencia, la primera en España. "Es un programa de intervención en la calle, que hasta ahora no se ha desarrollado en ningún lugar. Calculamos que en Bilbao hay unas 30 personas asentadas que viven y duermen en la calle, que rechazan ir a los albergues. Tenemos una ilusión tremenda en este proyecto. No queremos forzarles a nada. Por encima de todo respetamos su elección pero pretendemos paliar su situación, que ganen en calidad de vida aunque algunos o todos puedan preferir seguir en la calle", argumenta Begoña Gil, la concejal de Bienestar Social en el Ayuntamiento de Bilbao. Los sin techo son mayoritariamente hombres, un 88% según Cáritas, tienen entre 35 y 40 años, aunque también hay mayores, carecen de apoyo familiar y muchos sufren algún tipo de enfermedad, mental o física. Esquizofrenia, tuberculosis o sida, preferentemente. Aproximadamente la mitad ha nacido en Bilbao o en el municipio y el resto procede de Andalucía, Extremadura y Galicia. "Es un sector muy difícil. Ellos no van a venir a nuestro terreno, así que tenemos que acercanos nosotros al suyo", reconoce la concejal. Para lograrlo, se ha planeado el proyecto municipal de atención en la calle. Los dos miembros de Bizitegi -o quizá uno si la asociación decide finalmente que resulta más operativo- recorrerán la ciudad en una furgoneta equipada no sólo para acoger a los indigentes sino también a sus inseparables pertenencias. "Jamás se desprenden de ellas", resalta Begoña Gil. Los primeros días servirán para contactar, ganar su confianza. Mostrarles interés por sus personas. Es previsible que en algunos casos necesitarán atención médica. Los asistentes están preparados para ello. También para informarles de las posibilidades que tienen si eligen dejar la calle y trasladarse a pisos o albergues de acogida. Y, sobre todo, trabajarán para no abandonarles en los peores momentos. Esos en los que la soledad se reviste de locura o el frío congela hasta el aliento. "Queremos conocerles. Saber cómo están y si es posible devolverles la autoestima. Por eso, el plan incluye talleres de actividades que les permita sentirse útiles. Eso es lo que nos gustaría. Pero, insisto que no vamos a obligar a nadie a hacer lo que no quiera", incide Begoña Gil. El Ayuntamiento pondrá, además, un número de teléfono, aún sin concretar, a disposición de los ciudadanos que quieran informar sobre los indigentes. La muerte de Julia Para acometer en la calle el plan estará Bizitegi. Hasta ayer no se despejó la incógnita sobre la elección de la asociación que intervendría humanamente. Bizitegi lleva 18 años trabajando en el País Vasco en el campo de la marginación social. Cuenta con infraestructura humana; profesionales de la psicología y de la medicina y pisos de acogida, así que Bienestar Social la elegió para desarrollar el proyecto. Un plan que, recuerda Begoña Gil, empezó a fraguarse cuando hace varios meses murió Julia, una indigente que dormía acurrucada junto a sus gatos en las cercanías del Museo Guggenheim. Julia tenía millones en el banco y una pensión de más de 100.000 pesetas, pero ella eligió la calle. Hasta su muerte. Había que pensar en algo para los que seguían vivos.

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