_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Diálogos sobre Cataluña

Acaba de publicarse un libro en cuya redacción hemos participado periodistas, catedráticos de varias disciplinas, políticos y profesionales catalanes y no catalanes. Lo han titulado España-Catalunya. Un diálogo con futuro. No me gusta el título España-Catalunya; parece enfrentar términos que para mí no pueden, no deben estar separados ni enfrentados. Cataluña, desde el siglo XV es una parte de la patria, o de la nación, que llamamos España. Una parte diferenciada por su fortísima identidad cultural, cultura hecha a través de una poderosa lengua propia, y económica que, en el resto de España, como puso de manifiesto Ignacio Wert, encuestas y números por delante, suscita sentimientos de admiración y rechazo; rechazo no exento de envidia, y bastante desconocimiento de lo que es Cataluña. El libro nació después de sendas reuniones en El Paular y en Aigua Blava patrocinadas, generosamente, por el Institut d"Estudis Humanistics Miquel Coll i Alentorn. Fueron reuniones en las que hablamos mucho, cada uno desde sus propias ideas y convicciones, a veces antagónicas, incluso tormentosas, casi siempre diferentes, pero siempre, y eso es lo positivo, sinceras. Patriarcal, serena la presidencia de Joan Rigol. Inteligente, rápido, agudo, fuerte, en sus intervenciones en Aigua Blava, Durán i Lleida. Me alegré de poder hablar con él. Es uno de los políticos más seguros y capaces de la escena política española, y catalana, por supuesto.

Es difícil hacer una síntesis de lo hablado en sesiones de trabajo, desayunos, paseos, comidas y cenas. Toda síntesis pierde, quizás, lo más importante, lo que el libro tampoco recoge, los matices, las impresiones que unos y otros nos hemos causado, lo que queda dentro positivo o negativo. Pero, a efectos de este artículo, lo que voy a decir creo que vale.

Qué piden los catalanes con los que estuvimos. Piden que su identidad cultural y económica se refuerce con una verdadera "sobirania" (soberanía) fiscal y política. No se conforman ya con su actual autonomía, igual, según ellos, a las de las demás autonomías españolas; quieren un trato diferencial, asimétrico; para ello piden una lectura generosa de la actual Constitución o, si fuera necesario, su reforma. En cualquier caso, consideran que en el actual marco estatutario Cataluña no puede desarrollarse plenamente como la nación, nacionalidad, que es.

Nosotros, o casi todos nosotros, opinábamos, que contra todo pronóstico en 1977, 1978, España consiguió la libertad y la democracia de las que hoy gozamos; con el consenso alcanzado en libertad y democracia se pudo redactar y aprobar la Constitución por la nos gobernamos; la Constitución que garantiza los estatutos de autonomía, y gracias al suyo "se ha iniciado un periodo que ha comportado para Cataluña progresos que no se habían dado en siglos, de todo orden, en el ámbito económico, sin duda, en el reconocimiento internacional de nuestro país, también en el ámbito del progreso de nuestra realidad nacional, en el incremento del autogobierno, en el de la recuperación de nuestra lengua, en el de la extensión de la conciencia nacional..." (traduzco literalmente a Durán i Lleida, discurso en el Consell Nacional de Unió en mayo de 1997). También sostuvimos que se podía seguir avanzando en la extensión, cantidad y calidad de las facultades estatutarias desde la actual Constitución, incluido el autogobierno; que no se podría, a la hora de buscar soluciones asimétricas, ni olvidar los preceptos constitucionales ni dejar de lado el hecho de que en las demás autonomías la conciencia de su identidad era cada vez más fuerte, y no soportarían de buen grado que hubiera un trato diferente para alguna de ellas; que considerábamos (Rubio Llorente y yo) a España patria común de todos los españoles, cualquiera que fuese su nacionalidad o región, y que desde estas premisas creíamos que era mucho lo que se podía conseguir sin plantear una difícil y arriesgada crisis constitucional. Para más detalles, ahí está el libro.

Después han venido las declaraciones de Barcelona, Estella y Santiago de Compostela, y en la actualidad española ha quedado planteado por los líderes de los partidos nacionalistas, con distinta intensidad en cada ciudad y caso, un problema político de primera magnitud, quizás el más importante de los que hoy tiene planteada la democracia constitucional española.

No sé qué solución tiene, ni la intensidad que puede alcanzar el conflicto entre los partidos nacionalistas que lo plantean y el resto de los partidos y fuerzas democráticas españolas. Creo que no se puede intentar imponer una solución por una o algunas de las partes de la patria constitucional, que es España, como acertadamente señaló Rubio Llorente (artículo 2 de la Constitución) contra todas las demás, porque, además, la soberanía no radica en ninguna de esas partes, sino en el pueblo español (artículo 1,2 de la Constitución). Tampoco se resolverá el conflicto ignorándolo. Creo que si ha de tener solución, será con tiempo y mucho diálogo; sin ser excluyentes, simplificadores ni menos violentos. Y también creo que para alcanzar alguna forma de consenso es preciso conocerse mejor, mucho mejor, de lo que ahora nos conocemos; conocerse e intentar comprenderse unos a otros, nacionalistas y no nacionalistas, y, me atrevo a decir que cada uno conozca aún mejor su propia realidad, la que subyace bajo los mitos, los prejuicios, el deseo de que las cosas sean lo que no son. Conseguirlo no es fácil, pero la libertad, la democracia y la Constitución, lealmente respetadas, son la guía y la garantía del camino a seguir.

Alberto Oliart es abogado del Estado y fue ministro de Industria, de Sanidad y de Defensa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_