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MÉXICO

El Zotoluco y Ponce triunfaron

El valor, la entrega y los recursos de El Zotoluco y de Enrique Ponce se impusieron a la pésima calidad de los toros de De Santiago y de Marco Garfias. Inexplicablemente, para el más atractivo cartel de la temporada se seleccionaron dos ganaderías cuyos encierros lidiados últimamente en este coso han dejado mucho que desear. ¿Si existen tantas ganaderías de auténtico prestigio con toros de verdad que triunfan en las plazas del interior del país, por qué se le sigue tomando el pelo a la afición?El Zotoluco, pegado a tablas y de hinojos, saludó al novillo que abrió plaza, que fue el único burel que funcionó, con dos largas cambiadas y con esmero lo veroniqueó. En los inicios de su trasteo corrigió el cabeceo por el derecho y el punteo por el izquierdo del astado que terminó fijo en el engaño y humillando. Esto permitió al diestro dibujar una armoniosa faena, en la que ligó soberbios naturales y redondos en varias series. El trazo de esta suerte fue de un bello acompasamiento al templar la pastueña embestida de la res.

Dos ganaderías / Zotoluco, Ponce, Ortega

Toros de De Santiago, (1º, 2º y 6º) y de Marco Garfias (3º, 4º, 5º y regalo del sobrero): justos excepto 7º; todos sin fuerza, descastados, descompuestos, mansos y peligrosos. Excepción 1º, aplaudido en el arrastre.Zotoluco: pinchazo sin soltar y estocada desprendida (oreja); estocada delantera (oreja y petición de otra). Enrique Ponce: dos pinchazos -aviso-, media desprendida y tres descabellos (ovación y salida al tercio); estocada (dos orejas). Rafael Ortega: estocada caída (petición, ovación y salida al tercio); media delantera baja y media desprendida (aplausos); estocada (palmas). Zotoluco y Ponce salieron a hombros. Monumental plaza México, 10 de enero, 10ª corrida de la temporada grande 1998-1999, lleno, se colocaron los carteles de "no hay billetes".

El diestro de Azcapotzalco volvió a saludar de hinojos al aplomado e incómodo cuarto, pitado en el arrastre, con otra larga cambiada. Lidió con habilidad al cornúpeta, que siempre llevó la cabeza alta y que derrotaba con violencia continuamente. Al final de la faena logró tandas de profundos derechazos, en los que hubo más decisión y oficio que buen gusto.

Con el chico e incierto segundo, que cambió de lidia varias veces, que terminó áspero y que fue pitado en el arrastre, Enrique Ponce se lució en desmayadas chicuelinas. Al ir a pedir permiso a la autoridad para matar a su enemigo, sorpresivamente éste se le arrancó y, al estilo antiguo, con la pañosa en la izquierda y la rodilla genuflexada, lo dobló en varias ocasiones rematándolo con un pase de pecho que barrió los lomos de la res, y esto enloqueció a los poncistas. Después de batallar con el reservón bovino que calamochaba, le bajó la muleta y le enhebró el pase de las flores, la ranchera de Jorge Aguilar con señoriales derechazos.

En el trasteo del diestro de Chivas al descoordinado Xoconochitle, que hizo quinto y que fue pitado en el arrastre, se olvidó de su habitual toreo retirado, repetitivo y de pegapases, y con verdad cuajó una faena con sentimiento llena de creatividad y exposición. No se amilanó en las tres ocasiones en las que fue alcanzado por las astas del peligroso animal y que en la última, al prenderlo sin consecuencias, le rasgó la taleguilla. Ahora sí triunfó en serio porque templó y ligó.

Rafael Ortega recibió pegado en tablas al soso tercero con una tafallera para adornarse luego con rítmicas verónicas. Su valiente toreo con la sarga no lució porque al adversario le costaba mucho trabajo desplazarse y además no transmitía. Como no pudo meterlo al trapo rojo, tampoco pudo templarlo. Lo único meritorio fue la excelente realización de la suerte suprema ejecutada a un tiempo.

El correalado que tenía dos meses en la plaza barrabás reparado de la vista que salió en sexto lugar fue pitado en el arrastre. Como desarrolló mucho sentido a lo largo de la lidia, el diestro de Tlaxcala le hizo un decoroso trasteo de aliño. Al no quedar satisfecho regaló el sobrero que tenía pinta de utrero y que hacía medio viaje rebrincando. A este oponente Ortega le enjaretó un quite de vistosas navarras. Al salir la fiera del segundo par de banderillas, un peón de brega lo estrelló contra un burladero y se rompió el pitón izquierdo desde la mazorca. Como el morlaco acudía paso a paso punteando por el dolor que le producía la rotura del asta, Ortega no pudo domeñarlo.

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