Pan y fútbol
La recogida de firmas en favor de una nueva ley catalana del deporte, que promueve la Plataforma Pro Selecciones Catalanas y apoya la esposa de Jordi Pujol, marcha en paralelo con un proyecto de ley de similar contenido redactado ya por el Gobierno de la Generalitat. El Parlamento de Vitoria se había adelantado el pasado mes de junio, mediante la aprobación de la ley vasca del deporte (recurrida por el Gobierno ante el Tribunal Constitucional), a la creación de un marco normativo que hiciera posibles las selecciones vascas. Si bien ambos proyectos cubren todas las especialidades competitivas, el fútbol ocupa el lugar que le corresponde como deporte-rey.Las circunstancias por las que atraviesa el fútbol profesional favorecen la iniciativa. La libre circulación de jugadores dentro de la Unión Europea y las dimensiones multimillonarias del fútbol como espectáculo están enfriando los vínculos emocionales de los aficionados con los colores de sus clubes; excepción hecha del Athletic de Bilbao, los equipos españoles se están convirtiendo en combinados internacionales de alineaciones intercambiables. Por lo demás, la promoción de selecciones propias no se limita al País Vasco y Cataluña; también el Parlamento andaluz aprobó el pasado 2 de diciembre una ley del deporte que incluye ese objetivo. Ahora bien, mientras que los futbolistas andaluces podrán defender indistintamente los colores autonómicos y la camiseta de la selección española, los Gobiernos del País Vasco y Cataluña pretenden declarar incompatible la doble militancia. Esa diferencia capital tiene una fundamentación ideológico-política: para PNV y CiU, "el reconocimiento simbólico de la plurinacionalidad del Estado español pasa ineludiblemente por la creación y aceptación de selecciones deportivas por las diferentes naciones del Estado". El comunicado suscrito por los dos partidos nacionalistas mantiene que las selecciones nacionales de Escocia, Gales e Irlanda del Norte (en pie de igualdad con Inglaterra) no son un problema para Gran Bretaña. Pero este argumento es una falacia: si bien esas tres selecciones compiten con Inglaterra, no se enfrentan a Gran Bretaña, que representa de forma conjunta al Reino Unido en los Juegos Olímpicos. La teoría según la cual las selecciones de Cataluña y el País Vasco tendrían derecho a competir contra la selección de España y a impedir que sus jugadores puedan vestir también su camiseta no tiene más fundamento que el doctrinarismo nacionalista.
La manipulación política del deporte ha sido una práctica habitual de los sistemas autoritarios; la instrumentalización por el poder de las pasiones futbolísticas, a fin de encauzar simbólicamente las agresividades personales y las frustraciones sociales contra un enemigo exterior y para reforzar los sentimientos de identidad nacional, tiene una larga historia. A veces incluso la sangre ha llegado al río: Ryszard Kapuscinski incluye en su espléndido libro La guerra del fútbol (Anagrama, 1988) un reportaje sobre el conflicto entre Honduras y El Salvador de 1969 al que sirvió de fulminante un partido entre sus selecciones.
El franquismo también puso el fútbol a su servicio: desde el gol de Zarra en Maracaná contra la Pérfida Albión en 1950 hasta el cabezazo de Marcelino en Chamartín contra la Unión Soviética en 1964. Durante aquellos años el fútbol sirvió como metáfora de la política. Antón Eceiza y Elías Querejeta dirigieron en 1962 un documental (A través del fútbol, prohibido por la censura) para contar la historia contemporánea de España; en vísperas de la muerte del dictador, Francisco Cerecedo publicó su irónica Sociología insolente del fútbol español (reimpresa ahora por la Asociación de Periodistas Europeos, con introducción de Miguel Ángel Aguilar y prólogo de Manuel Vicent) para explicar a su través las claves del régimen franquista. De ahí que la explosión de xenofobia anti-española inducida el pasado 22 de diciembre en los graderíos de Montjuïc y de Anoeta por nacionalistas exaltados, mientras la selección de Cataluña derrotaba a Nigeria por 5-0 y la selección de Euskadi a Uruguay por 4-1, resulte entristecedor para cualquier demócrata y deba poner en guardia a CiU y al PNV sobre las consecuencias indeseadas pero inevitables de su aventurera política deportiva.
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