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Lo tenemos

LUIS DANIEL IZPIZUA No seguí el pasado miércoles el pleno de investidura de nuestro nuevo lehendakari. Tenía una comida de despedida de año con unos amigos y sigo dando preferencia al ordo amoris sobre el ordo institutionalis. Es además un buen síntoma. No sé, pienso que hay que estar un poco histérico para suspender una comida entre amigos por algo tan previsible como lo que ocurrió en el Parlamento vasco. Bueno, la cosa tiene su importancia; es más, tiene mucha, muchísima importancia, pero no por ello dejaba de estar cantada. Que EH, o HB, o el MLNV, o lo que sea -esto es como los detergentes, que todos tienen distinto nombre pero son de la misma casa- votara al candidato peneuvista es un acontecimiento de primera magnitud. No tanto porque eso pueda suponer la incorporación de esa fuerza política al juego democrático, sino porque sancionaba la constitución de lo que en un tiempo se denominó frente abertzale y que siempre se intentó evitar por considerarlo peligroso para la articulación e integración del país. Pues bien, ya lo tenemos, y su presentación en sociedad marca un punto de inflexión en la política vasca. No voy a discutir su legitimidad. El nuevo Gobierno y sus apoyos me parecen tan legítimos como el que pudiera resultar de cualquier otra combinación entre partidos con representación parlamentaria. En un régimen democrático, todo partido con representación no tiene otro límite para acceder al gobierno que el que le marca la ley. Tampoco voy a discutir su conveniencia, al margen de que no sea el que yo hubiera preferido. Digamos que ellos lo han querido, sin que nadie les haya obligado a ello. Es su opción, y será también su responsabilidad. A los demás sólo nos queda esperar. Tiene, eso sí, la ventaja de la claridad. Pero no nos gusta, y voy a decir por qué. Son dos los motivos fundamentales que se han esgrimido para la constitución de este Gobierno. Uno de ellos es el proceso de pacificación, y el otro, relacionado estrechamente con el anterior, la integración en la política democrática del mundo que gira en torno a ETA. El resto de los elementos que se han barajado -ámbito vasco de decisión, pacto de Lizarra, etc.- serían sólo instrumentos, condiciones o guías programáticas para esos dos objetivos prioritarios. El proceso de paz, se nos dice, pasa forzosamente por ahí, como muy bien señalaba el primer comunicado de ETA, que no era meramente retórico. Ésa es, sin duda, la vía de ETA-mayorías nacionalistas progresivas, creación de organismos institucionales o paralelos de articulación de Euskal Herria, reivindicación de ámbitos de poder cada vez más amplios, validez autónoma de esas reivindicaciones convertidas ipso facto en decisiones, etc.-, y la paz de ETA pasa por un marco y una voluntad de actuación que encamine al país en esa dirección. Para ETA... y para los partidos que conforman nuestro actual Gobierno. Digámoslo sin ambages, ellos no han realizado ningún sacrificio altruista en aras de la paz, sino que han optado por esa vía porque es la suya. Nada que objetar, por otra parte, pues esa vía también me parecería legítima si no estuviera sometida a chantaje. Me parece legítimo que un partido político, dos, tres, o cien mil, reivindiquen todo lo que he señalado más arriba y hasta que tomen decisiones que vayan en esa dirección. Lo que me parece rechazable es que lo hagan bajo el paraguas de una organización armada que aún no ha dejado de serlo y valiéndose de la siguiente argucia: la paz no tiene vuelta y eso nos legitima, aunque, para que haya paz hay que hacerlo así, pues si no se hace así ellos... Retorcido en verdad, pero la pregunta que me surge ya es quiénes son ellos y si el MLNV no habrá ampliado su abanico incluyendo entre sus fuerzas a PNV y EA, y hasta a nuestro Gobierno, desde el momento en que su gestión se convierte en condición de la estrategia de una organización armada. Esta no es la única vía posible de pacificación, sino la que conviene a unas fuerzas políticas determinadas. A pesar de todo, aún me seguiría pareciendo todo esto admisible si, una vez constituido el Gobierno con todo ese pliego programático e incluyendo además a EH en su composición, ETA declarara de inmediato el alto el fuego definitivo.

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