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El Ballet Nacional cumple 20 años con una gala de tradición y futuro

Manuela Vargas, Aida Gómez y Pilar López fueron las más aplaudidas

A caballo entre el flamenco, la tradicional Escuela Bolera, los lenguajes escénicos y los figurines más futuristas, el Ballet Nacional de España, fundado en 1978 por Antonio Gades, celebró anoche en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, su vigésimo cumpleaños. Fue una gala larga, que repasó lo mejor del repertorio de dos décadas, enseñó el respeto a maestros como Antonio Ruiz y mostró con audacia y rigor los caminos que vendrán en los próximos tiempos. Aunque no bailaron todos los anunciados, el éxito cerró una noche marcada por la reaparición de Manuela Vargas y la gracia inimitable de la gran veterana Pilar López.

La tantas veces pareja artística de Antonio el Bailarín puso el broche perfecto a la noche con su baile final por bulerías, lleno de humor y de arte. Pilar López dejó el escenario haciéndose la cojita, bromeando con esa capacidad de autocrítica que sólo tienen los flamencos más cabales. Antes, otra flamenca de ley, Manuela Vargas, había puesto de pie a medio teatro (Joaquín Cortés, el primero) bailando un fragmento de aquel mítico Medea de José Granero con música de Manolo Sanlúcar, en lo que fue probablemente el momento más emocionante de toda la noche.A pesar de los numerosos cambios respecto al programa previsto, Aida Gómez, directora actual de la compañía, y Roger Salas, guionista y asesor histórico del espectáculo, se las arreglaron para mezclar durante más de dos horas coreografías clásicas de la casa con montajes más recientes. Del Zapateado de Sarasate (que bailó finalmente Jesús Córdoba sustituyendo al ausente Antonio Márquez), o El sombrero de tres picos, de Antonio Ruiz (que ejecutaron con precisión y guapeza Aida Gómez y Francisco Velasco), se pasaba a Bujaraloz by night, obra futurista de José Antonio con música de Carles Santos, a la espectacular Danza y tronío de Mariemma -con toda la compañía- o algunos fragmentos de Luz de alma, coreografía de Javier Latorre que, junto al dúo Malunó y la nueva creación de Aida Gómez, Sevilla, intenta marcar la nueva línea y sentar las distancias con el pasado.

Entre baile y baile, el espectáculo iba mostrando imágenes en vídeo y diapositivas de algunos de los integrantes claves de este ballet, que se estrenó en México en la primavera de 1979. Hubo recuerdos para Antonio Gades, el gran ausente de la noche, que dirigió la compañía entre 1978 y 1980 y que eligió entre sus primeros bailarines a figuras como José Antonio, El Güito o Cristina Hoyos; para Antonio el Bailarín (responsable entre 1980 y 1983); para María de Ávila (1983-1986) y para casi todos los demás.

Modernidad

Algunos echaron de menos la presencia, en vivo o en diferido, de algunos grandes solistas como Mario Maya, El Güito o Cristina Hoyos. Pero allí estaba José Antonio, que fue responsable del ballet entre 1986 y 1992, para bailar en directo su estupendo dúo por bulerías junto a la actual directora, Aida Gómez, que apareció radiante y en plena forma.

Quizá lo que menos gustó al público que llenó el teatro de la Zarzuela fueron los breves, pero algo reiterativos, interludios teatrales protagonizados por dos actrices que encarnaban a dos sastras cotillas. Las modistas iban narrando sin mucha nostalgia y, visto el resultado, también sin mucha gracia, algunos momentos significativos de la inestable peripecia histórica de un ballet que ha vivido siempre bajo la amenaza de cierre o abandono institucional cerniéndose sobre él. Pero, a pesar de algunos desajustes lógicos, por tratarse del estreno de una gala concebida como resumen histórico de dos décadas de arte dancístico y coréutico, el espectáculo ofreció momentos de gran fuerza escénica y combinó con soltura modernidad y viejas emociones, como la fiesta final por bulerías con 50 o 60 personas en el escenario y al menos cuatro generaciones distintas de bailarines representadas.

Los saludos entre ovaciones, los bravos y la satisfacción de los participantes al final de la noche demostraban que el Ballet Nacional tiene por delante un futuro espléndido, si, como parece, la audacia, el rigor histórico y el cariño a los maestros siguen siendo la marca de la casa.

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