Francia recuerda al mítico compositor Francis Poulenc
El próximo 7 de enero se cumplirán 100 años del nacimiento del compositor Francis Poulenc (1899-1963). En París, su ciudad natal, pero también en Amiens, Besançon, Caen, Compiègne, Lille, Marsella, Niza o Estrasburgo, los teatros, conservatorios, salas de concierto o iglesias acogerán conciertos del más destacado miembro del célebre grupo de los seis. La totalidad de su obra aparece también en nuevas ediciones discográficas, de manera que durante unas semanas ese músico que decía de su profesor, el catalán Ricardo Viñes, "le debo todo lo que sé del piano y mi escritura pianística está impregnada de su enseñanza", será el gran protagonista de la actualidad musical gala.Entre los conciertos previstos puede que los más destacables sean el montaje, firmado por Marthe Keller, en la Ópera del Rin, en Estrasburgo, de los Dialogues des Carmélites; el programa, bautizado como Nouveau Siècle, que hermana a Poulenc y Stravinski y que podrá oírse en París y Lille; la integral parisina de sus obras para voz y piano, o el recordatorio que harán en Niza precisamente del ya citado grupo de los seis, es decir, Poulenc, Milhaud, Honegger, Durey, Auric y Tailleferre.
Con la vanguardia
Gran admirador de pintores y escritores -"los músicos me han enseñado la técnica, pero son los escritores y los artistas los que me han proporcionado las ideas"-, Poulenc procuró nutrirse de la relación con Picasso, Joyce, Léger, Breton, Elouard, Gris, Braque, Cocteau o Jacob. "Matisse ha pintado los cuadros que me hubiese gustado pintar a mí y Elouard ha escrito los poemas que me hubiera gustado firmar de ser escritor", dijo una vez este personaje, que corresponde perfectamente a un gran momento de París, muy probablemente a la última época en que la ciudad francesa podía presentarse, sin exagerar, como la capital artística e intelectual del mundo.
Compositor superdotado, Poulenc conocía también sus límites, y él mismo explicaba las razones por las que no se había atrevido a abordar determinadas formas, como la de la sinfonía o el quator, géneros que le parecían demasiado grandes y de los que aseguraba: "No están dentro de mis cuerdas". Buen pianista y espléndido creador para cuerda y viento, se sentía menos cómodo con los instrumentos de percusión. En algún momento de su vida se sintió tentado por el cine -"mi única memoria es de naturaleza visual"-, pero la brillantez del debú como cineasta del poeta Jean Cocteau le hizo abandonar la tentación: "Desde su primera película había realizado mucho más de lo que yo había podido soñar".
El contacto personal fue siempre su gran fuente de inspiración, y prefería trabajar con autores contemporáneos y amigos que sobre textos o ideas de personas que no había conocido. Poulenc admitía que, muy probablemente, sentía más afinidades con Picasso y Matisse que con Ingress o Delacroix porque había visitado el taller de los primeros y nunca el de los segundos.
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