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La pasión coleccionista de Sigmund Freud

Viena expone 150 piezas arqueológicas que decoraban su sala de consultas en la capital austriaca

, Los viejos y sucios dioses. Con este título, el Museo Sigmund Freu, de Viena, muestra hasta el 17 de febrero 150 piezas de la colección arqueológica de Sigmund Freud. En la exposición se destacan los vínculos entre las reliquias de la antigüedad y las doctrinas del fundador del psicoanálisis.Sigmund Freud afirmaba que los objetos de su colección le servían para "concretar mis ideas volátiles o preservarlas de la desaparición". En 1899 escribió: "Mis viejos y sucios dioses colaboran en mi trabajo como pisapapeles".

Acostados en el diván, sus pacientes se veían rodeados de 3.000 estatuillas, jarrones, escarabajos, anillos y otros objetos de la antigua Roma, de Grecia y Egipto, así como de algunas piezas chinas, indias y precolombinas. La sala de consultas, que parecía un caprichoso museo de provincia, contrastaba con el estilo conservador burgués de los demás aposentos del apartamento de Viena donde Freud vivió y trabajó durante 40 años. Según el psicólogo Bruno Bettelheim, este constraste reflejaba lo excepcional que era Freud como descubridor del subconsciente y lo trivial que era en su vida familiar. En cualquier caso, la colección era tan importante para el escritor y médico vienés que se preocupó de conseguir salvarla cuando viajó al Reino Unido huyendo de los nazis e intentó reproducir el mismo ambiente en la casa londinense en la que se alojó con su familia hasta su muerte.

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Metáforas

En el antiguo apartamento austriaco, rehabilitado para museo desde 1971, las piezas expuestas ahora se pueden ver como metáforas del subconsciente: varias estatuillas de mujeres desnudas, posiblemente diosas de la fertilidad, aparecen relacionadas con la teoría de la líbido. Una de las obras más polémicas del científico, Totem y tabú, y las reflexiones de Freud sobre el origen de las religiones, sincretismo y monoteísmo, se ven ilustradas por otros mitos ancestrales. Una figurilla de mármol, miniatura egipcia del periodo romano, representa al dios Thot. Otras figuras en bronce del 600 a. de C. son imágenes del sabio egipcio Imhotep y la diosa Isis, que amamanta a su hijo como una extraña madonna italiana. También destacan, por su estilizada belleza, los pequeños guerreros etruscos, del 500 a. de C.

Hay una venda de momia egipcia del 200 a. de C. y un fragmento de bajo relieve con jeroglíficos. Este tipo de escritura se descifra, según Freud, de la misma manera que los sueños: en base a símbolos arcaicos sólo comprensibles en su contexto.

Un recipiente precolombino en forma de hombre con ojos desorbitados se vincula al interés de Freud por la coca como elemento ritual y por la cocaína, que consumía y proporcionaba a algunos de sus pacientes a modo de experimento. A veces se servía de su colección de estatuillas durante las consultas para visualizar ideas. Por ejemplo, para explicar que un síntoma se transforma al salir a la luz, Freud le mostró a un paciente la figura del dios Uchebi, que había perdido su color al ser desenterrada siglos después.

Unas gemas antiguas recuerdan que Freud fundó en 1912 el Comité Secreto: un círculo de psicólogos que tenían la misión de impulsar el psicoanálisis de forma organizada, y sustituir en colectivo a C. G. Jung, quien, con sus teorías, había defraudado a su maestro Freud después de haber sido durante mucho tiempo su favorito. A cada miembro del comité, Freud le regaló una gema antigua. Poseía cientos de estos anillos antiguos, a veces los regalaba, y otras veces los utilizaba como moneda de canje para adquirir otras antigüedades. Era una colección fluctuante: Freud compraba, intercambiaba, le regalaban, y a él le gustaba regalar.

El explorador del subconsciente afirmaba haber leído más libros de arqueología que de psicología, y comparaba las excavaciones de un arquéologo al trabajo del psicoanalista, que "está obligado a destapar muchas capas de la psiquis de su paciente antes de poder encontrar el elemento más valioso, que se halla escondido en lo más profundo" .

La pasión del célebre psicoanalista por sus antigüedades era, según su médico de cabecera, Max Schur, sólo superable por su vicio por la nicotina y el tabaco. En 1875, Freud había escrito que todo coleccionista era un "Don Juan Tenorio sustituido", porque los coleccionistas tenían la obsesión de sustituir con objetos las conquistas sexuales. Pero pareció cambiar de opinión cuando, un decenio más tarde, dio rienda suelta a su propia afición de coleccionista. Desde entonces no volvió a discutir en público ni a escribir sobre este asunto.

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