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Rusia no puede pagar la deuda de 1999 y pide ayuda al FMI

Rusia no puede pagar la parte de la deuda exterior correspondiente a 1999 y necesita que el Fondo Monetario Internacional (FMI) acepte el presupuesto ruso del año que viene para poder renegociar las obligaciones del país, según confirmó ayer el viceministro de Finanzas, Mijaíl Kasiánov, encargado de las negociaciones con los clubes de París y de Londres, de Estados y bancos acreedores, a los que Moscú pide una reestructuración de su deuda.

El Parlamento ruso aprobó el pasado jueves, en la primera de las cuatro lecturas previstas, el Presupuesto para 1999, que el Gobierno puede adoptar definitivamente en enero próximo. Mientras, el primer ministro, Yevgueni Primakov, asegura que "Rusia no ha declarado ni declarará una suspensión de pagos".

Pero Kasiánov insistió en que Rusia no podrá abonar sus cuentas en 1999 si Occidente no accede a reestructurar la deuda rusa, para lo cual el FMI debe dar su visto bueno al programa de recuperación del Ejecutivo de Primakov. "En caso de que Rusia se niegue a pagar sus deudas, habrá bloqueo financiero: los bancos y empresas rusos no podrán obtener créditos y se suspenderá la importación y la exportación de productos", añadió el viceministro. Pero "si el FMI decide que el programa del Gobierno ruso responde a los principios básicos de la economía de mercado y contribuye a la estabilización macroeconómica, recomendará sumarse a la negociación" para ayudar a Rusia a superar la crisis, según Kasiánov.

Una misión del FMI llegará a Moscú el próximo mes para conocer a fondo el programa del Ejecutivo ruso, especialmente el plan para 1999.

Una deuda de 20 billones

Mientras, ayer se supo que la deuda rusa alcanzará los 145.000 millones de dólares (unos 20 billones de pesetas) el 1 de enero del año que viene. De este total, la deuda reestructurada de la antigua Unión Soviética representa 103.000 millones de dólares (unos 14 billones de pesetas), y la nueva deuda rusa acumulada desde 1992 se eleva a 42.000 millones de dólares (unos 5,9 billones de pesetas).Al mismo tiempo, la prensa rusa ha recibido con escepticismo el anuncio de la unificación de Rusia y Bielorrusia como un paso populista que podría traer a sus promotores inciertos dividendos políticos, aunque antes tropezará con serios problemas económicos. Con gran parte de la población sumida en la miseria, la unificación con Bielorrusia es para el Kremlin una potente fuente de apoyo popular y un instrumento político, al ser una idea a la que ninguna fuerza política se atreve a oponerse abiertamente. Pero un obstáculo que muchos consideran insoslayable es el de unificar dos economías incompatibles, ambas en quiebra pero por diversas razones: una por las reformas radicales y la otra por el inmovilismo.

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