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Buscando el centro desesperadamente

Enric Company

Y del centro ¿qué hay? Las respuestas al llamamiento de Pasqual Maragall para formar una alianza de centro izquierda no han servido para aclarar quiénes van a ser sus protagonistas. Lo que Maragall anunció el día 19 ante el consejo nacional del PSC fue aceptado en la misma reunión por su propio partido, y dos días después por el presidente de Iniciativa-Verds, Rafael Ribó. Pero con dos partidos de izquierdas no se teje una alianza de centro izquierda, obviamente. Hace falta algo más. El centro. En la reunión del secretariado del PSC del martes 22, Maragall no dijo con qué otras fuerzas espera ampliar por el centro esa coalición que de momento es de izquierdas. El escenario catalán no da mucho para escoger. Hay un partido, Esquerra Republicana (ERC), que quizá podría aportar unos gramos de centrismo. ERC no deja de proclamarse de izquierdas, pero su práctica le ha situado más bien en el centro. Pero ya ha dicho que no quiere entrar en esa coalición. Habrá que esperar a después de las elecciones para ver cómo se decanta. Hay también un minúsculo partido liberal, surgido de la explosión de la UCD de Adolfo Suárez. Lo dirige Juan Carlos Giménez-Salinas. Se ha puesto ya a disposición de Maragall, pero es también insuficiente. Algunos dirigentes de CiU han dicho que la pretensión de Maragall fracasará porque el centro político catalán lo ocupan ellos. Esa percepción de los pujolistas se basa en una realidad social y electoral incontestable, con independencia de que el Partido Popular (PP) lleve años realizando un largo viaje hacia el centrismo. También es cierto, sin embargo, que Maragall recibía en las elecciones municipales el apoyo de una considerable masa de votantes que en las legislativas y autonómicas se inclinan por CiU. Ante la inexistencia de partidos de centro susceptibles de acogerse a su llamamiento, la opción que le resta a Maragall es que sean el programa de gobierno y la figura del líder los que pongan el centrismo en su coalición. Y a eso es a lo que hasta ahora apunta la precampaña electoral que el ex alcalde de Barcelona desarrolla desde el verano. Maragall se ha dedicado con ahínco a la tarea de darse a conocer directamente al máximo número posible de organizaciones sociales y económicas catalanas de fuera de Barcelona. En la capital es de sobra conocido. Fuera de ella se le conoce por su obra como alcalde, pero no en el tú a tú. Se ha acercado al universo sociológicamente próximo al pujolismo, en el que recibe una buena acogida. Pero lo que demuestra mejor la voluntad de convertirse en un candidato atractivo para estos sectores es el mensaje que Maragall dirige a los empresarios. Uno de los aspectos centrales de este mensaje consiste en hacerles ver que, bajo la dirección de Pujol, Cataluña ha dejado pasar una tras otra todas las oportunidades de convertirse en vanguardia del desarrollo de España. Las últimas oportunidades, recuerda Maragall, han sido las privatizaciones de las grandes compañías de servicios. En el mercado de las telecomunicaciones, la telefonía móvil, etcétera. El pujolismo está agotado y no tiene un proyecto para que Cataluña entre en el siglo XXI ejerciendo en España un papel equiparable al que tenía cuando entró en este siglo. El discurso de Maragall para estos sectores contiene pasajes como éste: "Pregunto si lo que falta es capital, y me dicen que lo hay. Pregunto si lo que falta es el management y me dicen que eso no es problema. Lo que no hay es un proyecto, una estrategia". Un proyecto para hacer con Cataluña lo que él hizo con Barcelona. Este lenguaje suena bien en los oídos a los que se dirige. Maragall distingue entre empresarios socialmente útiles, los que crean empleo y son capaces de beneficiar al entorno social en que actúan, y los otros. Sostiene que aquel tipo de empresarios y los autopatronos forman en Cataluña una masa susceptible de ser perfectamente representada por una alianza de centro izquierda como la que impulsa. Con estas ideas trabaja Maragall para levantar su alternativa a CiU. Pero si con todo ello queda a medio camino y no alcanza a provocar en las elecciones el vuelco que persigue, cuenta también con otras bazas. Cuenta con poder ampliar y completar la alianza después de las elecciones con alguna otra fracción del centrismo. No sólo con una ERC que entonces puede estar interesada en compensar su decantamiento de 1980 hacia Pujol y la derecha. También con la posible ruptura de CiU, la cual los propios miembros de la coalición nacionalista piensan que es perfectamente posible. Bastaría para todo ello, en estos cálculos, con que CiU no quedara como la fuerza política más votada, aun en el supuesto de que las elecciones alumbraran un Parlamento con una mayoría CiU-PP. Más o menos como el actual, pero con la candidatura de Maragall como primera fuerza. Las próximas elecciones catalanas van a tener un fuerte contenido presidencialista y bipolar. Habrá dos opciones a la presidencia y la que quede en primer lugar querrá tener la opción a gobernar. Por eso, ambas se van a presentar como centristas, aunque en realidad las dos estarán muy connotadas por sus alianzas respectivas. Pujol concurrirá como el socio fiel de la gran derecha española, aunque apele a su centrismo originario. Maragall se presentará al frente de una alianza cuyo corazón es el partido socialista y en la que figurará de una u otra forma el partido de Ribó. Pero con la cabeza pensando en el centro.

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