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El ataque a Irak y los escándalos ensombrecen al "nuevo laborismo"

A diferencia de su amigo el presidente Bill Clinton, que servía sopas para los desamparados de Washington, Tony Blair, el aliado incondicional de la Casa Blanca y primer ministro del Reino Unido, se empeñaba ayer en mantener un perfil mas bien bajo.Los bombardeos contra Irak y la participación británica en el fallido golpe contra el régimen dictatorial de Sadam Husein eran sólo un detalle en el inventario de fracasos del neolaborismo inglés.

Blair podía iniciar anoche una revisión de sus 20 meses en el poder con tres realidades a la mano: la izquierda británica no le aprecia; su proyecto europeísta naufraga ante el embate de una enorme mayoría, y no se sabe si su tercera vía es una ampliación de la carretera que circunvala Londres o una nueva posición sexual.

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Blair se encontraba anoche en una situación particularmente problemática ante un electorado que desaprueba su incondicional apoyo a la agresión norteamericana contra Irak y condena al mismo tiempo el estilo mesiánico de un socialista que ha dejado de serlo.

"Feos Rumores"

Tarek Alí, el gran rebelde de la causa del 68, el inspirador del movimiento que pasó del rock and roll para abrazar causas más amplias en una época que ya es distante, juzgaba el papel de Blair con un sucinto meneo de cabeza. No en vano Tarek Alí ha conseguido recuperar el sentido de la ironía en el plano de la política británica. Su más reciente obra se llama Ugly Rumours (Feos Rumores), el nombre de la banda en la que tocaba un melenudo guitarrero que estudiaba en Oxford y llamado Tony Blair.La decisión de Blair, el primer ministro actual, de sumarse a la agresión contra Irak, ha inflamado a una izquierda a la que él mismo en su día dijo pertenecer.

Fogosos discursos en la Cámara de los Comunes dan cuenta de la discordancia con los ideales de ayer y de su abnegada adhesión al proyecto estadounidense de destruir a un país árabe.

Con problemas en casa, ilustrados con la renuncia de dos ministros, y la evidente ausencia de apoyo popular a su política exterior, totalmente supeditada a los designios de Washington, Blair va a pasar unas fiestas navideñas bastante solitarias.

En el Reino Unido no existe entusiasmo por su enfoque belicoso en el golfo Pérsico. Pero tampoco hay comprensión para el Gobierno laborista ante las sospechas de amiguismo en el enredo de Peter Mandelson.

Es una Navidad no muy feliz para Blair.

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