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Reportaje:

La suerte vuelve a la casa quemada

Un despacho de loteria situado en el edificio donde murieron dos niños chinos reparte 600 millones

Antonio Jiménez Barca

El azar jugó otra vez con un portal de Mesón de Paredes (Lavapiés). El 24 de agosto, un incendio se desató en el primer piso del número 85 de esa calle y una niña china, de tres años, murió carbonizada. Su hermano pequeño, de dos, ingresó grave en el hospital y perdió también la vida unos días más tarde. Casi cuatro meses después de aquella tragedia, 600 millones de pesetas salieron del mismo número de la misma calle, pero del piso bajo, de la administración de lotería número 263. El castigado, degradado y permanentemente levantado (por obras) barrio de Lavapiés recibió ayer la visita de la fortuna en forma de premios del sorteo navideño: 744 millones, pertenecientes a varias participaciones del segundo premio (el 07.308) y del cuarto (el 21.243).El 07.308 dejó 144 millones de pesetas en una administración situada en el número 33 de la calle de Lavapiés. El número se cantó alrededor de las 10.30. Dos horas más tarde, aquello era un enjambre de periodistas y vecinos curiosones. Pero no aparecía ni un solo premiado. "Si fuera el del premio, yo tampoco saldría", comentaba un hombre con gorra que hacía lo posible por salir en la televisión.

Paquita, de 70 años, fregaba la entrada de una joyería. Aseguraba que tenía un número acabado en ocho comprado en el despacho de Lavapiés, 33. Enfrente de ella, otra mujer, acodada en el carrito de la compra como quien se apoya en la barra de una cafetería, la alentaba a que abandonara todo y se acercara a casa a comprobar el resto del número. Había psicosis en el barrio. Porque la radio y la televisión hablaban de muchos millones y por ahí no se veía ningún millonario. "Están escondidos como conejos", explicó un vecino. "Dicen que cuatro hombres en un coche compraron cuatro décimos el día antes del sorteo", contaba uno. "Yo he visto a un chino entrar y decir que le ha tocado", añadía otro. Dos jubilados presumían -a su pesar- de haberse acercado mucho al premio. "Pero como era un número bajo, pues no lo he comprado, vaya por Dios", decía Arturo Ramírez, de 71 años. El otro contaba su desafortunada experiencia cuando un día se dispuso a comprar un décimo en el despacho. "El cajero automático estaba roto y no pude", explicó. "¿Quién me dice que si hubiera entrado no habría comprado el que ha tocado, eh?", se preguntaba.

Al final apareció uno de los afortunados: Juan Araiz, jubilado, de 81 años, vecino puerta con puerta del despacho de lotería. Acababa de enterarse de que era 14 millones más rico. Arreglaría su piso. Una mujer subía la calle. Se arrimó al revuelo. Entendió lo que pasaba y exclamó: "Qué alegría. Le ha tocado al barrio".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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