Regreso a los refugios: la rutina de la guerra vuelve a Bagdad
Los civiles se sienten atrapados entre Sadam Husein y los ataques y embargos de las potencias internacionales
ENVIADO ESPECIALA la luz del día, parecen grandes torpedos aéreos de color negro, que se mueven con sorprendente lentitud hacia su objetivo. De noche, son invisibles hasta el momento en que estallan. Son los misiles de crucero que, desde el miércoles caen en Bagdad y arrojan gotas de fuego por el aire.
En Irak, la guerra ya tiene su rutina. El primer aviso de ataque es el aullido de las sirenas antiaéreas. Los estadounidenses y británicos afirman que han destruido las defensas antiaéreas iraquíes, pero debe de seguir funcionando algún radar porque las sirenas aciertan al anunciar los ataques.
Las calles empiezan a vaciarse en la capital iraquí poco después del anochecer.
Ésta es una ciudad en la que la vida, tradicionalmente, se hace por la noche. Los comercios y los restaurantes permanecen habitualmente abiertos hasta horas tardías. Ya no. Incluso en barrios como el de Karada, donde viven cristianos y musulmanes mezclados y que es famoso por su vida nocturna, la mayoría de las tiendas echan el cierre metálico desde muy temprano. Sigue habiendo algunos coches por las calles, que circulan a toda velocidad y se saltan los semáforos.
Minutos después de que suenen las sirenas llegan las primeras muestras de defensa antiaérea: unas bolas rojas de fuego que ascienden muy despacio. Luego, los proyectiles antiaéreos estallan salpicando de luz blanca el cielo de Bagdad.
Es parte de lo que se ve en esta guerra televisiva. Las cámaras, reunidas en el tejado del Ministerio de Información iraquí, a orillas del río Tigris, suministran una imagen algo engañosa de lo que ocurre. El sistema de visión nocturna que incorporan las cámaras, que amplifica la luz ambiental, hace que las explosiones aparezcan todavía más llamativas de lo que son en la realidad.
La televisión también enseña una guerra aséptica, pero las operaciones quirúrgicas no son tan quirúrgicas como quiere hacer creer el Ministerio de Defensa en Londres o el Pentágono en Washington.
Un misil que aterrizó sobre una gran casa en el barrio de Hail Adel, en Bagdad, llenó de metralla la cabeza del doctor Jallim Geylan, un ingeniero adinerado. Ocurrió en un barrio residencial donde difícilmente se localizan objetivos militares.
La guerra cotidiana
Ayer era viernes, día festivo, de modo que casi todas las tiendas estaban cerradas. El gran mercado de Shurjah, en el centro de la ciudad, tenía apariencia de normalidad. Se vendía de todo.Pero en el resto de Bagdad estaba claro que a la gente le parecía más seguro quedarse en casa, aunque no se hubieran producido ataques en plena luz del día. En el mercado un iraquí relativiza el ataque: "Las cosas podrían estar peor. Estamos acostumbrados a los cohetes. Sadam saldrá fortalecido de esto".
Hay otras opiniones más críticas con la situación. "Los iraquíes temen que se esté librando un juego en el que ellos no cuentan nada. Tienen la sensación de ser siempre las víctimas. El coste es horrible. Los jóvenes y los ancianos tienen miedo, pero, en cierto modo, estamos habituados. El mero hecho de permanecer con vida requiere un gran esfuerzo.", asegura otro comprador.
Lo cierto es que la situación no es comparable a la que se produjo en la Guerra del Golfo. En aquella ocasión, los aliados destruyeron la central de energía de la ciudad en el primer ataque. Las torres de telecomunicaciones desaparecieron por completo y los teléfonos dejaron de funcionar. Las refinerías fueron destruidas y el petróleo se acabó en un país que posee una de las mayores reservas de crudo del mundo.
Ahora no ha ocurrido nada así. Curiosamente, el dinar ha perdido muy poco valor respecto al dólar, lo cual indica que los cambistas iraquíes no creen que la economía, dañada por ocho años de sanciones, vaya a derrumbarse de forma definitiva. En las gasolineras no se ven las colas interminables de 1991. Hasta ahora, el ataque no ha asustado a los civiles. Washington y Londres han sido muy cuidadosos al escoger sus objetivos. El hecho de que no se realicen ataques de misiles durante el día quiere decir que, cuando se produce la mayor parte de los daños, la gente está en casa.
Si empiezan los ataques diurnos, las cifras de víctimas civiles aumentarán rápidamente en una ciudad, Bagdad, densamente poblada (5,5 millones de habitantes en el área metropolitana y unos tres en el casco urbano).
© The Independent.
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