Periodista bajo sospecha
Por una vez, el espía no llegó del Este. Vive en Londres, sólo a veces utilizaba un seudónimo y su coartada no podía ser más ingeniosa. Es el director de un periódico, The Sunday Telegraph. El supuesto agente a sueldo del MI6, los servicios secretos externos del Reino Unido, se llama Dominic Lawson y cumplió ayer 42 años. Si su nombre resulta vagamente familiar más aún lo es su rostro. Es el vivo retrato de su padre, Nigel, antiguo ministro conservador de Hacienda y acreedor ahora al noble título de lord Lawson.Según un espía auténtico, Richard Tomlinson, expulsado ahora del servicio, el periodista trabajó para sus superiores entre 1990 y 1995. Brian Sedgemore, diputado laborista, ha tomado ese testigo y pedido que se investigue si Lawson hijo le ha hecho de verdad la competencia a James Bond, alias 007, desde el despacho de su rotativo.
Las primeras acusaciones, aunque sin nombres, fueron efectuadas por el propio Tomlinson hace tres años. Apartado del cuerpo por no tener espíritu de equipo, este ingeniero aeronáutico sirvió durante cuatro años al MI6 en Moscú, Bosnia y la capital británica misma. Al verse en la calle intentó demandar a su patrón por despido improcedente. Tratándose de un jefe tan singular como los servicios secretos, el caído pasó a convertirse en pocas horas en una voz disonante que debía silenciarse. Malcolm Rifkind, a la sazón titular de Asuntos Exteriores, firmó una orden ministerial prohibiendo la publicación de cualquiera de sus declaraciones. Cuando Tomlinson dijo estar en la ruina, recibió algo de dinero. El golpe de gracia, sin embargo, estaba aún por llegar.
En la más pura tradición del espía desencantado que lo cuenta todo, amenazó con escribir un libro sobre sus experiencias al servicio de Su Graciosa Majestad. Un editor australiano vio lo que debía ser un borrador de las memorias, pero nada más. A su regreso al Reino Unido, Tomlinson, efímero escritor, fue arrestado por la policía secreta en su domicilio. Acusado de haber vulnerado la Ley de Secretos Oficiales, cumplió seis meses de una condena de un año. Ahora que su nombre parecía desvanecerse, el diputado Sedgemore ha señalado a Dominic Lawson y pide una explicación.
El político ha podido denunciarle haciendo uso de la información privilegiada puesta a su alcance por razón de su cargo. Lawson ha hecho público el mentís de rigor sin poder evitar que se airee lo que supuestamente ocurría en The Spectator, la revista que dirigió entre 1990 y 1995. Justamente ésas son las fechas subrayadas por Tomlinson como el periodo en que colaboró con el MI6. En dicha época, varios artículos firmados por un tal Kenneth Roberts criticaron la actuación de la fuerza pacificadora de las Naciones Unidas en Bosnia, que para el autor era demasiado proserbia. Roberts aseguraba estar colaborando con la propia ONU, pero prefería no revelar su auténtico nombre. Bajo la cualificada mirada del director, Dominic Lawson, ocurrió también algo aún más sonado. Richard Gott, encargado de las páginas literarias del rotativo The Guardian, fue denunciado como un agente a sueldo del KGB. Corría el año 1994, y el entonces Gobierno conservador estaba acorralado por múltiples acusaciones de fraude entre sus filas. El fiscal de papel no era otro que el propio The Guardian. Después de muchas negativas, Gott reconoció haber viajado "a costa de los rusos", pero sin recibir otros pagos. Una vez aclarado el asunto abandonó el diario.
El denunciado trabajo paralelo de Lawson ha sido negado por fuentes gubernamentales británicas, pero sus colegas de The Times se han hecho cruces sobre la posibilidad de que fuera cierto. "Por nobles que hayan sido sus motivos, si de verdad ha sido un espía ha errado en sus lealtades. Su mayor deber es para con la libertad de prensa", rezaba ayer su editorial. Para los que dudan, su mayor éxito periodístico resulta también polémico. En 1990 publicó unas declaraciones antigermanas efectuadas por el entonces ministro de Comercio, Nicholas Ridley. El político creyó que hablaba en confianza, pero su exabrupto dio la vuelta al mundo. Dominic Lawson estaba entre los elegidos cuando un diputado con alma de cruzado ha sacudido su más preciado bien, la reputación.
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