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JUAN IGNACIO DE URÍA ESCRITOR Y EX SENADOR "Los Amigos del País fue la primera sociedad interprovincial vasca"

Juan Ignacio de Uría, ex senador por designación real en la época de la transición y consejero de la cadena SER, es el autor del libro Los amigos del País. Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. La publicación, subvencionada por la empresa papelera vizcaína Coinpasa y de la que se han editado 2.000 ejemplares, fue presentada ayer en la Sociedad Bilbaína, por su autor y por el escultor Eduardo Chillida. Repleto de ilustraciones de los fondos del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, el Parlamento vasco y los archivos de la propia familia Uría, el libro traslada al lector hasta el siglo XVIII y el reinado de Carlos III, cuando un grupo de intelectuales inquietos y progresistas crearon la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Xabier María de Munibe, conde de Peñaflorida, Manuel Ignacio de Altuna y el marqués de Narros iniciaron en diciembre de 1764 en Azkoitia la historia de este movimiento ilustrado. Juan Ignacio de Uría, descendiente del conde de Peñaflorida, señaló que el libro es "un intento de aproximación a la labor de estos hombres en el corazón de las tierras vascas. Los Amigos del País son el movimiento colectivo más importante de la historia del País Vasco, como dijo Koldo Mitxelena". La idea de crear la sociedad surgió en las reuniones que mantenían un grupo de intelectuales en Azkoitia seguidores de las ideas de la Ilustración francesa, según explicó el autor. "En un momento determinado, se dan cuenta de la terrible ruina que vive el País Vasco, con una agricultura arcaica y sus 200 ferrerías en crisis y deciden crear un movimiento para regenerar el país", explicó. La Sociedad de Amigos del País se creó con el objetivo de catapultar las ideas y ciencias físicas y experimentales del llamado siglo de las luces a la sociedad vasca. A lo largo del tiempo ha pervivido el término de Caballeritos de Azkoitia, una denominación despectiva que, según explicó Uría, utilizó por primera vez el erudito padre Isla para referirse a los Amigos del País. El sacerdote fue uno de los detractores de esta sociedad, que tuvo sus principales enemigos en la Iglesia, que condenó desde el principio este movimiento laico, y en "los inmovilistas, los Jauntxos [señores feudales] que poblaban las Juntas Generales", explicó Uría. La Sociedad, que contó con el apoyo de la monarquía, fue la primera asociación interprovincial del País Vasco. Tres manos unidas y el lema Irurac bat conforman el escudo de los Amigos del País que se reproduce en el libro y que posteriormente llegó a convertirse en Zazpiak bat, integrando a socios de Navarra y de las provincias del País Vasco francés. Seminario Patriótico El autor destacó que este movimiento sentó las bases para el desarrollo posterior de la identidad vasca, "quiso sacar el euskera de las sacristías" e inició las relaciones de la metrópoli con los vascos de la diáspora. Sólo entre los emigrados a México llegó a tener 500 socios. La principal aportación de la Sociedad de Amigos del País fue la creación del Real Seminario Patriótico de Bergara. "Por primera vez unos laicos en los reinos de Carlos III se van a dedicar a la enseñanza", subrayó Uría. Hombres como el químico Proust y el minerólogo Humboldt pasaron por el seminario, cuyo laboratorio merece los elogios de Humboldt, quien cuenta en una carta que reproduce el libro que el laboratorio de la prestigiosa academia de Estocolmo "es la cuarta parte" del que había encontrado "en este pueblo". "Para estar a la misma altura hoy día, tendríamos que tener en las universidades vascas aparatos de fisión nuclear", aseguró el autor, quien contó que en el laboratorio de Bergara se consiguió aislar el wolframio y se descubrió la maleabilidad del platino. José Ignacio de Uría lamentó que no se le haya reconocido a este movimiento su gran aportación. "Fueron hombres de un pueblecito [Azkoitia] del corazón del País Vasco que se sentaban a hablar en una mesa. Resulta que Altuna era amigo íntimo de Rousseau y conocía a Diderot y el marqués de Narros mantenía correspondencia con Voltaire", señaló. El autor defendió la necesidad de retomar actualmente en Euskadi el espíritu de estos ilustrados azkoitiarras del siglo XVIII, que lucharon por regenerar la sociedad.

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