"El suelo se empezó a mover y la pared se nos vino encima", relata una joven superviviente
VIENE DE LA PÁGINA 1 Eran las 9.10 horas y el grupo de 12 alumnas, de entre 15 y 23 años, esperaba en el segundo piso el inicio de las clases de diseño textil, lo que antes se conocía como corte y confección. "El suelo se empezó a mover, la pared se nos vino encima y nos vimos sepultadas por los escombros". Así lo relataba unas horas después, en la cama del hospital de Igualada, Natalia G., de 22 años. La propietaria del bar Tarragona, situado junto a la academia derrumbada, contempló atónita el desarrollo del siniestro: "Hemos oído un gran ruido, hemos salido enseguida a la calle y ha sido horrible. Debajo de los escombros se oían gritos de socorro". Una mujer que estaba en la terraza de uno de los edificios situados frente al inmueble hundido, a unos 10 metros escasos de la antigua fábrica, vio aterrorizada cómo "caía una pared y luego se hundía el edificio entero". Todo el grupo de alumnas quedó aprisionado bajo una montaña de escombros. Unas pudieron salir por su propio pie, el resto tuvo que ser rescatado por los Bomberos de la Generalitat y agentes de la Guardia Civil, cuyos perros adiestrados localizaron a las víctimas entre los escombros. Trabajaron duramente, respirando el polvillo del desastre y angustiados por los gritos, sollozos y lamentos de las muchachas que emergían de entre los resquicios de los escombros. Dos horas después del frenético trabajo sin pausa, los rescatadores sacaron a la última víctima. Se trataba de Mónica Massa, que era trasportada urgentemente en helicóptero al hospital de Sant Joan de Barcelona, dada la gravedad de su estado. Los expertos y los equipos de rescate señalaban ayer que el hecho de que las 12 chicas estuviesen en la planta superior del edificio había aminorado las consecuencias del accidente. "Si las muchachas hubiesen estado en el primer piso, la tragedia hubiese sido mucho mayor", explicaban. Debajo de los escombros estaba Inma Molín. Ya en el hospital, explicaba a su familia: "Parecía que caía a un pozo sin fondo. Todo era polvo. Nos faltaba aire. Intentábamos darnos ánimos unas a otras, pero cada vez era más difícil respirar". Inma es una de las que salió mejor parada. Sólo tiene contusiones, pero las secuelas psicológicas tardarán en curar. Salvados por el desayuno Los primeros en llegar al lugar de los hechos y ayudar fueron los albañiles que trabajaban en las obras del edificio y que en aquellos momentos estaban almorzando. El desayuno les salvó la vida. La tragedia les rozó, pero no les alcanzo. Poco antes del derrumbe, que les hubiera pillado en el sótano, habían decidido ir a almorzar a un bar vecino. Genoveva Copoví, dueña de la escuela Genny, explicó que, si el hundimiento se hubiera producido un poco más tarde, "la tragedia hubiese sido mayor porque habrían empezado ya todas las clases". Ella misma se encontraba en la planta baja del edificio y se salvó porque al oír el ruido salió corriendo a la calle. Las máquinas de coser y de tejer contribuyeron a salvar vidas, ya que crearon huecos protectores en los que quedaron atrapadas algunas de las alumnas.
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