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Maragall exhibe sus apoyos intelectuales para ganar los comicios

Enric Company

Mientras el Gobierno de Jordi Pujol calienta el ambiente electoral vinculando nacionalismo catalán y deporte, su más directo rival, el socialista Pasqual Maragall, reunía ayer una convención para la reforma de la cultura política. La conclusión de los debates, en los que han participado unas 200 personalidades del mundo académico y político, es que la Cataluña del postpujolismo debiera distinguirse de la actual en que se ha impuesto la cultura de la apertura y la solidaridad, tras la larga etapa de predominio del esencialismo.Maragall hizo realidad ayer uno de sus sueños. Reunió en el sótano de La Pedrera, el emblemático edificio de Gaudi, en pleno paseo de Gràcia barcelonés, a una amplia representación de la sociedad catalana a la que propone convertir en cómplice para el viaje al postpujolismo: desde Josep Serra Ramoneda, presidente de la Caja de Ahorros de Cataluña, propietaria del edificio, y el empresario Pere Duran Farell, hasta la ex directora general de Cáritas de Barcelona Pilar Malla, pasando por un nutrido grupo de profesores universitarios.

Junto a ellos una también abundante representación de los funcionarios y dirigentes socialistas de su etapa como alcalde de Barcelona. Y algunos invitados políticos, como el presidente de Iniciativa per Catalunya, Rafael Ribó, y Jordi Sánchez, que años atrás era uno de los principales dirigentes de la formación independentista Crida a la Solidaritat, como indicando los extremos del abanico que pretende abarcar.

Un ex rector universitario, Josep Maria Vallès, ha dirigido durante dos años los debates de la asociación Catalunya Siglo XXI que ayer culminaron en esa convención para la reforma de la cultura política.

Un libro de 200 páginas los resume y podrá ser objeto de estudio y aplicación, dijo Maragall al abrir la reunión, "por todos los actores sociales".

Mientras tanto, sin embargo, estos debates son los que han proporcionado buena parte de la munición intelectual que el propio Maragall utiliza desde hace unos tres meses en lo que se ha convertido ya en una campaña electoral a la que sólo le falta el nombre.

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