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Tribuna:LAS RELACIONES PCE-CC OO
Tribuna
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Los espectros de Lenin y del capitán Smith

Según el autor, el PCE, ajeno a los problemas de la clase trabajadora, eshoy una patética caricatura de sí mismo

Aquella maravilla flotante que fue el Titanic naufragó en 1912, pereciendo unas 1.500 personas, es decir, dos tercios del pasaje. El capitán Smith, que posiblemente no tuvo más que mala suerte, prefirió hundirse con el barco antes que afrontar el resto de su vida la vergüenza de haber perdido el mejor transatlántico de la historia. Setenta años después, el PSUC, buque insignia del comunismo español, se hundía en las elecciones generales y en las catalanas, perdiendo tres cuartas partes de su electorado (siete de ocho diputados nacionales y 17 de 23 diputados autonómicos). El entonces capitán del PSUC, Francesc Frutos, no tuvo el valor de retirarse de la vida política y, aunque le destituyeron, se limitó a trasladar su residencia a la capital del Reino, donde, tras cambiar su nombre por el de Francisco, fue escalando en el desvencijado aparato del PCE hasta que hace unos días le nombraron secretario general.Si el capital Smith hubiera huido como un cobarde, al llegar a puerto se habría enfrentado a un consejo de guerra. Por muchos atenuantes que exhibiera, desde luego no lo habrían premiado poniéndolo al frente del Almirantazgo británico. Pero, claro, Spain is different.

No ha trascendido que en el Congreso del Partido Comunista hayan hablado de muchos temas sociales, ni de la peregrinación a Estella del camarada Madrazo (el lince), que tan jugosos resultados le ha reportado en las recientes elecciones vascas, y ni tan siquiera del malvado Maastricht. Los mensajes más nítidos que nos llegan de ese congreso son dos. Primero, hay que asaltar a Comisiones Obreras. Y segundo, hay que asaltar el palacio de La Moncloa, en el caso (inminente según todos los indicios) de que la izquierda fetén, la guay, gane espectacularmente las elecciones y el PP no lo admita. Demasiados saltos para la anciana militancia, creo yo.

Para ser un congreso de renovación, los asesores de imagen no han estado muy finos que digamos, porque eso de tomar el sindicato lo lleva diciendo Anguita desde hace muchos años. Y en él se comprendía, porque, no habiendo sido miembro más que de un sindicato gremial de maestros de escuela, ignoraba completamente que la relación original PCE-CCOO era un pacto entre iguales, más que un vínculo estatutario y mucho menos una grosera correa de transmisión. Cabía esperar otra cosa de alguien que, como Frutos, sí proviene del sindicalismo de clase. ¿Qué tiene, pues, Paco Frutos contra la dirección de CCOO (además de que en 1987 se "ofreció" para suceder a Camacho y no le agradecimos el detalle)?

Seguramente, tiene querencias por el viejo y trasnochado esquema leninista (y socialdemócrata), según el cual mientras el partido (la vanguardia) se prepara para la alta y lejana tarea de emancipar a la clase obrera, el sindicato (la retaguardia) debe ocuparse bajo su supervisión de las tareas menores de desgaste de la burguesía (huelgas, revueltas o lo que se les ocurra), distrayéndola hasta que se den las condiciones (objetivas) para el golpe de verdad, que, por supuesto, lo dará el partido.

Fue Rosa Luxemburgo una de las que primero se cabreó con los ramalazos autonomistas de los sindicatos y pontificó sobre la superioridad del partido, negando la "igualdad de derechos" entre ambas estructuras, si bien fue Lenin quien más teorizó la instrumentalización de los sindicatos y quien advirtió de su carácter maleable, de sus rasgos reaccionarios y de su tendencia al apoliticismo.

Y Frutos, como su predecesor, Anguita, siempre ha querido ser de mayor como Lenin. Lo malo es que a la edad de ambos Vladímir Uliánov ya había muerto.

Además de las cuestiones espirituales, la vida interna de CCOO y la jornada de 35 horas son motivo de acusaciones de autoritarismo y claudicación a la dirección de CCOO desde IU-PCE. Los que han realizado la madre de todas las purgas, eliminando a todos sus oponentes internos, se rasgan las vestiduras porque a sus patrocinados del sector crítico de CCOO, que dieron la batalla y la perdieron en el VI Congreso Confederal, no se le reservan puestos de mando como si hubieran ganado.

La reducción del tiempo de trabajo es la más constante reivindicación de la historia del movimiento obrero. En estos momentos, en los países con grandes cifras de paro, se la vincula a la creación de empleo. Lo cual la convierte en un reto apasionante y complejo al mismo tiempo, como se está verificando en otros países gobernados por la izquierda, que tienen proyectos en marcha.

Agotado y ridiculizado el discurso de las dos orillas (por no hablar del sorpassus interruptus), los jefes de IU redescubrieron las 35 horas cuando se anunció su introducción en Francia y la convirtieron en el nuevo fetiche y ungüento que todo lo cura.

Pero IU no puede presumir de perseverancia ni de coherencia en este tema, puesto que, aunque incluyeron este punto en el programa electoral de junio de 1986 (todavía con Gerardo Iglesias), en 1992 la III Asamblea, ya con Anguita, suprimió la referencia a las 35 horas, y cuando apareció de nuevo en el programa electoral de 1993 no se especificaba que tuviera que ser mediante una Ley, y lo más novedoso y que ahora ocultan pudorosamente es que se ofrecía compensar las reducciones de jornada con reducciones de salarios. Después de otro periodo de silencio, retomaron el asunto en la clausura de la V Asamblea (en la ponencia discutida por las bases no se decía nada), en diciembre de 1997, donde ya advirtió el coordinador máximo que un asunto tan importante es competencia sólo del Parlamento y no debe dejarse en manos de patronal y sindicatos, y desde entonces han convertido la reducción de la jornada laboral en una burda coartada para "justificar" el hostigamiento sistemático de CCOO.

Dice la prensa que Anguita ha sido sustituido por Frutos. Sinceramente, no me lo creo. No me resigno a la pérdida del genio ibérico de la estrategia, aunque a cambio nos traigan al autodenominado obrero honesto. Quiero creer que se trata de una nueva bicefalia de las que ahora se llevan. Quizá discutan entre ellos, pero no será por prebendas mundanas como Almunia y Borrell, sino por discrepancias ideológicas que afectan directamente al proletariado mundial. Puede que mientras Frutos quiera como eslogan electoral una estrofa de la Joven Guardia: "Al burgués insaciable y cruel no le des paz ni cuartel", Anguita, más poético, prefiera apropiarse del lema de la ciudad de Córdoba: "La muy guerrera gente y de sabiduría clara fuente".

Me cuesta trabajo hablar o escribir en serio de esta otoñal ofensiva antisindical, pero es realmente triste que el gran partido comunista que lideró la oposición al franquismo y coadyuvó a la consolidación de la libertad sindical, en el que tantos militábamos y con cuya ideología reformista y democrática seguimos identificados, sea hoy una patética caricatura de sí mismo, ajeno a los problemas de la gente trabajadora y empeñado en arruinar el proyecto pluralista de Izquierda Unida.

Juan Moreno es secretario de Relaciones Internacionales de Comisiones Obreras.

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