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Nación o provinciaXAVIER BRU DE SALA

Nuestros dirigentes nacionalistas parecen convencidos de que la nación se construye primordialmente con una combinación de símbolos sustitutivos y agravios sin solución. En otras épocas menos barrocas, cuando nuestra burguesía tenía proyectos para Cataluña y para España, se había pensado que primero estaban los intereses y luego todo lo demás. Incluso que todo lo demás se modulaba en función del grado de (in)satisfacción respecto de los intereses. ¡Qué más hubieran querido Prat de la Riba y Cambó que gestionar la relación Cataluña-España y el desarrollo común en una situación sin conflictos de clase ni de otro tipo en casa! Pero atribuirle a Pujol la capacidad estratégica de Prat de la Riba es casi como adornar a Pere Esteve con las dotes políticas de Francesc Cambó. Si en 1917 la lucha de clases y la profunda crisis institucional de la Restauración arruinaron el proyecto de Prat y Cambó, ahora que ya no hay lucha ni crisis, nuestra pareja de líderes pretende ocultar su carencia de proyecto tras las cortinas simbólicas de las selecciones deportivas, el reconocimiento nacional y el agravio fiscal, y sustituir su falta de táctica por los constantes tirones a los que, como el auriga a su caballo, CDC somete a la sociedad. Como la ausencia de proyecto estratégico y la mala táctica no tienen que enfrentarse a propuestas mejores, porque no las hay, pasarán las próximas elecciones autonómicas y, tanto si hay alternancia como si no la hay, los catalanes seguiremos sin saber qué queremos ser cuando seamos mayores. Está claro que de eso se hablará poco o nada. Pero está por ver si, huérfana de propuestas en clave mayor, la ciudadanía aceptará el sucedáneo simbólico y el agravio como referentes o bien preferirá atender a los intereses inmediatos. Dicho de otro modo, cuando no existen planes viables de envergadura, ¿qué es preferible, imitar a los fantasiosos artistas de la arquitectura imposible, o bien ir a por objetivos tal vez más limitados pero realizables, palpables, evaluables? Si algún pardillo está tentado de responder que las dos cosas, piense antes cómo lo haría para situar en el mismo nivel de prioridades las selecciones nacionales y el AVE, el pacto fiscal y el nuevo aeropuerto. Y piense también en el motivo que puede haber llevado a Pujol a posponer la cuestión de las infraestructuras básicas de la comunicación para dar prioridad a los tres intangibles del reconocimiento, las selecciones deportivas y el agravio fiscal. La diferencia está en que mientras el AVE y el aeropuerto dependen de plazos, firmas, reuniones y decisiones que se están tomando, los tres temas estrella escogidos tienen en común la total falta de evaluación. Basta firmar papeles con vascos y gallegos, hablar de la relectura de la Constitución sin capacidad para sentarse con nadie, ni en Cataluña ni en Madrid, para avanzar un ápice. Basta efectuar sumas y restas en la pizarra, sin darse por enterado cuando desde el Gobierno central se recuerda que el tema está firmado, sellado y cerrado. Basta aprobar leyes de muy dudosa aplicación, porque no obligan ni al Estado ni a las federaciones internacionales, sin cuidarse ni de trazar un retrato robot de cómo quedaría la relación entre el deporte catalán y el español una vez conseguidos los objetivos que se pretenden. En vez de cortar el patrón para el traje de la próxima legislatura, Pujol y Esteve venden la tela que todavía no se ha tejido para el traje de la siguiente. Lo increíble es que con esta burda artimaña sigan siendo dueños de la iniciativa política. ¡Bravo! No es que el reconocimiento, también llamado encaje, las selecciones y la reducción del déficit fiscal y la solidaridad a niveles homologables sean ideas desdeñables en sí mismas. Al contrario. Lo malo es que Pujol las adopta después de haberlas preterido, cuando no rehusado de plano durante su larga vida política, porque su oferta se ha agotado, porque no encuentra otra pantalla para ocultar que CiU está en trance de perder incluso la virtud de erigirse en lobby representativo de los intereses de los catalanes en el mundo político de Madrid. Hemos llegado entre todos a tal punto de inoperancia que asistimos a las etapas finales de reconversión del aeropuerto de Madrid en plataforma internacional mientras los planes para hacer lo propio con el de Barcelona no se acaban de concretar y, todavía más grave, nos lo gestionan desde AENA con mentalidad 100% barajil (de Barajas). El sistema radial de la alta y media velocidad, con Madrid como centro, sigue avanzando mientras se obtura el corredor mediterráneo y no se concreta la conexión con Europa. Se eterniza la discusión de los peajes sin resultados a la vista -hacen bien los inversores de bolsa en pensar que aquí no pasa nada-, y las capitales catalanas siguen sin autovía que las conecte entre sí. Si en cuanto algo funciona, Pujol reparte el mérito pero se cuida de condecorarse con la medalla más reluciente, la sociedad, la oposición, los medios independientes, quien sea, debería ocuparse de colgarle la llufa de los fracasos y las oportunidades perdidas. Alguien debería recordar que a falta, repito, de proyecto o proyectos para el interior de la nación, bueno sería que diéramos prioridad a sus puertas exteriores -AVE, aeropuerto, puertos de Barcelona y Tarragona-, así como sus vías internas de comunicación. Tal vez entonces el consejero de Política Territorial no respondería con niet a la propuesta de desarrollo inmediato de los aeropuertos de Reus y Girona. Tal vez entonces no se caería en la necesidad electoralista de sustituir la carencia de proyecto nacional por un simulacro, posponiendo de paso la consecución de realidades inmediatas. Si la nación es, en efecto, un plebiscito cotidiano a favor de los intereses comunes, aunque Renan lo formulara de forma incompleta, deberíamos concluir que la presente legislatura ha resultado desnacionalizadora, y que CiU plantea la próxima como una prórroga de la presente. Maragall, en vez de presentar una alternativa recogiendo el testigo abandonado del pragmatismo, ofrece casi lo mismo pero con cambio de entrenador. Avanzamos impertérritos hacia la reconversión de la nación en provincia. Tal vez entonces, cuando nos asomemos como provincia, vendrá el PP y graciosamente concederá un AVE y un aeropuerto que abran a la Cataluña-provincia las puertas que se nos resistían cuando quisimos ser nación.

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