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Bailar en la cuerda floja

Mikel Ormazabal

Si la conversación gira sobre pantalones, Coral López termina hablando de mallas. Y le ocurre lo mismo con los zapatos y las zapatillas de ballet. Es tan pasional su dedicación a la danza que para ella no existe la rendición, a pesar del precario estado en que se encuentran los estudios de ese arte en Guipúzcoa. En algún lugar del futuro, los profesionales de la danza y los estudiantes tienen la esperanza de que su situación mejorará. Las lamentaciones tienen varios responsables o destinatarios: la enseñanza oficial, el proyecto curricular, las infraestructuras, la programación, las ayudas y subvenciones... Coral López, profesora miembro de la Asociación de Profesionales de Danza de Guipúzcoa, entona una voz de súplica que no llega a la Diputación ni al Gobierno vasco: "Actualmente no se pueden cursar en Guipúzcoa estudios de danza para la obtención de titulación oficial según la Logse". Coral López se ha convencido de la dificultad que entraña sensibilizar a las instituciones sobre el problema de la danza; por eso sentencia: "El bailarín está obligado a sucumbir a la ignorancia". El Departamento de Educación "no tiene voluntad de implantar estudios oficiales en San Sebastián", afirma. Y agrega: "Nos encontramos en una situación de absoluta indefinición y desconcierto desde que la Escuela Municipal de Danza y el Conservatorio de Música se disgregaron". Los bailarines viven entre el olvido y el destierro, no existe una estación intermedia. Los estudiantes conviven con el anonimato, invirtiendo horas y horas en los ensayos; cuando florece la estrella en el bailarín, éste tiene que emigrar para encontrar un hueco en una compañía. "Así es nuestra profesión", explica Coral López, "mucha dedicación, mucho sacrificio, aunque siempre nos queda la esperanza de la recompensa: no hay nada mejor que bailar bien". Para escapar de ese silencio, y con el propósito de "impulsar la labor de los centros vascos de danza y promover campañas para la difusión de este arte", las escuelas y academias han programado entre finales de noviembre y mediados de este mes una muestra de centros de danza en Basauri, Vitoria y Lasarte-Oria, donde se podrá comprobar la labor y los resultados de la enseñanza de este arte en los ámbitos público y privado. Iniciativas de este tipo, como la curiosa coreografía que ingeniaron los alumnos de danza, que convirtieron la barandilla de La Concha en una barra de ballet, pretenden demostrar a la opinión pública que existen. Como entre los bailarines nunca ha cundido un sentimiento asociativo y todo se realiza de forma dispersa, la consecuencia es evidente: no hay un referente claro, "un centro de estudios de danza como Dios manda" y proliferan las academias y las escuelas municipales repartidas por varios pueblos. Cantera productiva En San Sebastián, unos 500 estudiantes suspiran por hacer del ballet su profesión y enrolarse en las filas de una compañía de campanillas. Sin embargo, por ahora, la escuela es el techo porque "no hay ninguna compañía de baile clásico en nuestro entorno. Las grandes compañías tienen su base en una escuela de danza y viceversa, pero eso no ocurre aquí, por desgracia". Pese a estos obstáculos, la cantera vasca es muy productiva. Recientemente, en el marco del Festival de Danza de La Habana (Cuba), Eva del Castillo, una donostiarra de 22 años, bailó con el Ballet de Cámara de Cuba. Allí se celebró también el Certamen Internacional de Coreografía, donde Coral López presentó una coreografía por invitación expresa de Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba. La obra, de estilo neoclásico y música del siglo XVI, basada en danzas de la corte, tuvo una acogida fenomenal, reconoce su autora. A diferencia de otras comunidades autónomas, señala Coral López, en el País Vasco "no se programa danza". Para ver una buena pieza tienen que ir a Santander, Zaragoza o Biarritz. "Las tres capitales vascas están fuera de la red de teatros elaborada por el Ministerio de Educación, lo que complica la programación de obras importantes. Y cuando llega una buena compañía, como hace dos años la Compañía Nacional de Danza de Nacho Duato, con Romeo y Julieta, se nos llenan los autobuses y mucha gente se queda sin plazas".

Escasez de chicos

Otra preocupación que ronda en las aulas de baile es la escasez de chicos. Por una "cuestión de prejuicios", los padres son muy reacios a aceptar que su hijo quiere vestirse unas mallas y le prohíben incluso pronunciar la palabra danza. "¡Tú, a judo!", le responden. "La danza no se entiende como una profesión privilegiada para los hombres", afirma Coral López. "Se ve como algo excesivamente femenino". "Esta profesión es muy sacrificada, por la dedicación que exige, el riesgo de las lesiones, las condiciones físicas que requiere... y al parecer los chicos son menos sacrificados que las chicas". En cambio, cada vez son más los niños que entran en el baile clásico a través de la danza española, posiblemente por el gancho que han supuesto Joaquín Cortés y Antonio Canales, reconoce Coral López. De cualquier manera, las penas se tornan alegrías cuando, frente al espejo y rodeada de una docena de aprendices de 7 y 8 años, Coral López comienza la lección: "¡Plié, un-dos-tres, relevé, un-dos-tres, plié, un-dos-tres, demi plié, y giramos. Con suavidad niños, que parecemos soldados".

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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