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Reportaje:

Los grandes autores desvelan las claves de su éxito en guías de orientación literaria

Aumentan las ediciones de libros sobre cómo aprender a escribir y las escuelas de letras

La fiebre por aprender a escribir ha aumentado en España. Los talleres de escritura han pasado de unos veinte hace tres años al medio centenar de ahora. "Los alumnos no son sólo aquellos que desean ser escritores, sino muchos interesados en hablar sobre literatura", afirma Clara Obligado, una de las fundadoras de estos espacios en España. La Casa de América realizó este semestre talleres con Benedetti y Edwards. En la misma línea, las editoriales han aumentado su oferta de libros con las técnicas de cómo escribir y la recopilación de los consejos y claves de los escritores consagrados.

Aguardan, unas más esquivas que otras. Cuentan que ése es el destino de las historias alojadas en el territorio de la infancia de un escritor. Cuentan que ese visitante las ha de traer a la luz en rigurosa procesión. Una detrás de otra. Y así conquistarlas para las letras, desde la soledad. Éste es sólo un atisbo del relicario de la literatura que se ha abierto ahora con los libros que hablan de secretos, técnicas, tretas y demás fórmulas de los grandes escritores. Un relicario que se abre por "¿Sabéis lo que es escribir? Una antigua práctica, cuyo sentido yace en el misterio del corazón". Ésas fueron las palabras de Mallarmé para referirse a la seducción de las letras sobre los hombres.Las flaquezas ante esa tentación son variadas, incluso James Joyce no tuvo reparos en reconocer que las suyas iban más allá de su piel: "Si lo revelara todo perdería mi inmortalidad (...). He metido tantos enigmas y rompecabezas en Ulises que tendré atareados a los profesores durante siglos". Joyce comparte esos previos anhelados con conocidos y anónimos después de escribir legados que empiezan con frases como "En un lugar de La Mancha...". "Una mañana, al despertar de una noche de sueño intranquilo, Gregor Samsa se encontró, en su cama, convertido...". "Era un viejo que pescaba solo en un bote en el golfo de Stream y hacía 84 días...".

Son mundos adonde llegaron sus creadores tras hallar en la literatura su mejor aliado para vivir. O convertirla en elixir de vida como Franz Kafka: "Escribir constituye mi única posibilidad de existencia interior". Para otros, como Toni Morrison, la literatura "es un refugio donde todo puede ocurrir".

Temor al adjetivo

Es un territorio que será conquistado, según Aristóteles, por quien conciba la técnica de que el artista no crea sus obras, sino que imita la realidad. Se refería a la clave de la originalidad, que para Jorge Guillén "se limita a intentar conseguir ser uno mismo". A los mismos predios se refería Paul Valéry diciendo que "el temor al adjetivo es el comienzo del estilo". Luego añadía Virgnia Woolf: "Verdad es que el tema -sea un abrigo o un ser humano- cuanto más se indaga más cosas se descubre. La tarea del escritor es elegir una de estas cosas y decirla de veinte maneras".Es entonces cuando se ha de invocar la imaginación; la que Shakespeare delata, en El sueño de una noche de verano, cuando coloca en boca de Teseo que "el loco, el amante y el poeta son todo imaginación; el uno, el loco, ve más demonios que los que el infierno puede contener; el amante, no menos insensato, ve la belleza de Elena en la frente de una gitana; la mirada del poeta, ardiente en su hermoso delirio, va alternativamente de los cielos a la tierra y de la tierra a los cielos, y mientras la imaginación da cuerpo y formas a los objetos desconocidos, la pluma del poeta los personifica y les asigna una morada y un nombre".

Brotes de imaginación que llegan al escritor a través de una imagen, una voz, una frase o un recuerdo. En el caso de William Faulkner, El ruido y la furia le viene de "la imagen de los fondillos enlodados de una niña subida a un peral, desde donde podía ver a través de una ventana el lugar donde se estaba efectuando el funeral de su abuela". Pero la imaginación también reside en el mito, según Borges, porque "en el principio de la literatura está el mito y el fin".

Historias y motivos que gustan de aguardar en la memoria, aquella que Cervantes designaba como "enemiga mortal de mi descanso", y que Shakespeare veía como "centinela del espíritu". Hallada la historia, ha de usarse el talento, entregado, según Marcel Proust, "a los que el recuerdo confuso de las verdades que nunca conocieron, son los hombres dotados". No así Faulkner, que despacha el tema asegurando que sólo necesita tres cosas: "Experiencia, observación e imaginación". García Márquez resta importancia a la inspiración. No la concibe como un estado de gracia, sino como una "reconciliación con el tema a fuerza de tenacidad". Flaubert ha dicho que el artista en su obra ha de ser como Dios: "invisible y todopoderoso, en todas partes sin que se le vea en ninguna".

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