Los GEO liberan en un piso de Valencia a una farmacéutica secuestrada el lunes en Aranjuez
Tres días, once horas y 45 minutos. En ese tiempo, Florencia Jerez Justicia, farmacéutica de 57 años, vio cómo la secuestraban en el garaje de su casa de Aranjuez, la metían en un coche rumbo a Valencia y, ya convertida en objeto de tensas negociaciones, la mantenían encerrada (manos y pies atados, boca amordazada) en el apartamento de la localidad playera del Perelló, donde ayer a las 7.15 la liberaron los GEO. El secuestro, durante el que los detenidos llegaron a amenazar con cortarle un brazo a la víctima, supuso la detención de un antiguo narcotraficante y un matrimonio arruinado que había mantenido agitadas relaciones económicas con el marido de Florencia. La policía esperaba detener a un cuarto sospechoso.
"¿Pero qué me dice?". Juan Antonio Escobar no acababa de entender aquello que le estaban contando por teléfono. Su interlocutor dejó entonces las explicaciones y puso al otro lado del auricular una súplica, la de su esposa. La mujer explicó precipitadamente a su marido que estaba secuestrada y que creyese lo que le decían. En ese momento, según la policía, el secuestrador volvió a tomar el aparato y exigió 100 millones de pesetas y, como prueba de su voluntad de cobrar, amenazó a su interlocutor con cortarle un brazo a Florencia. Eran las diez de la noche del lunes. Media hora después el marido presentaba denuncia en la comisaría de Aranjuez. Y la mujer, en poder de dos hombres, recorría una carretera desconocida. Aún no sabía que la llevaban a Valencia.Florencia había sido secuestrada a las 20.30, cuando, montada en su Jeep Grand Cherokee, entraba en el garaje de su domicilio, en la calle de las Infantas, 35. Dos hombres (presuntamente Rafael García Alarcón, de 36 años, y Rachif Kedjr Ahmed, de 27) se abalanzaron sobre ella y la obligaron a salir del lugar. Enfilaron hacia Madrid. Allí, en el distrito de Usera, abandonaron el coche con las luces puestas y los pestillos subidos. Un detalle con el que, según la policía, se quería dejar bien claro que ahí no había nada casual. Abandonado el jeep, subieron a un Opel Corsa azul con el que se dirigieron hacia Valencia, a la localidad playera de El Perelló, una pedanía costera próxima a Sueca, a 15 kilómetros de Valencia, abarrotada en verano pero casi desierta en invierno.
En un apartamento alquilado con ese fin, la maniataron y amordazaron con cinta aislante sobre una cama. Poco más. A veces comía sándwiches y bebía zumos, mientras sus vigilantes -con barba postiza- guardaban un espeso silencio. En ese ambiente, Florencia empezó a ver nubarrones incluso en los objetos más cotidianos, como un pato de trapo que alguien había dejado en el cuarto. "Nunca pensé que una cosa tan entrañable como un muñeco me podía traer recuerdos tan terribles", contaba ayer. Como contrapartida, la mujer, nacida en Jaén, recordó que había hallado alivio en una Virgen del Rocío que presidía la habitación. "Me confié a ella".
Rebaja en el rescate
Mientras en Valencia las horas discurrían por estas interioridades, en Aranjuez el marido seguía recibiendo, a través de un teléfono móvil, las llamadas de los secuestradores. Estos, cada vez más nerviosos, habían rebajado progresivamente sus exigencias hasta situar el rescate en 15 millones.Pero a esta altura de la negociación, la policía ya había obtenido una imagen fiel de los secuestradores. Un testigo había facilitado la matrícula del Opel, un coche alquilado en Fuengirola por García Alarcón.
El jueves por la noche, los secuestradores se pusieron por cuarta y última vez en contacto con Juan Antonio. Le advertían que iban de camino y que estuviese preparado para recibir instrucciones. El lugar de reunión estaría en la carretera de Burgos. La policía, que había constatado el progresivo encrispamiento de los delincuentes, decidió actuar. A la altura de Tarancón fue localizado el Opel. En su interior iban Rafael y Rachif. A la entrada de la capital, en la M-30, fueron capturados. Eran las 2.30. Rachif no tardó en confesar el paradero de la boticaria. Cinco horas después, los GEO irrumpían en la habitación. Florencia estaba sola. Miguel Ángel Roig, el médico que la atendió en el hospital de La Fe, aseguró que estaba "tranquila y en buen estado". Un chequeo superficial corroboró su buen estado general, según aseguró el facultativo, aunque recibió tratamiento por sus crónicos problemas de asma.
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