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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aclaración

En relación a la noticia publicada en ese diario el día 24 de noviembre, en la que se da cuenta de la absolución de Enrique Linde, ex alto cargo de Cultura, de un presunto delito de prevaricación, y en la que se cita mi nombre de manera no ajustada a la realidad de los hechos o que al menos, tal como está redactada la noticia, pudiera inducir a confusión acerca de mi participación en los mismos, me veo en la obligación de precisar lo que sigue:1.En primer lugar aclarar que los hechos que se mencionan y que fueron enjuiciados recientemente por la Sección 17ª de la Audiencia Provincial de Madrid no tenían por objeto examinar mi conducta en relación a los que motivaron mi despido como responsable de las obras del Teatro Real, tal como expresamente se dice en el cuerpo de la propia sentencia, sino que su finalidad exclusiva era determinar si el entonces subsecretario don Enrique Linde Paniagua podría haber cometido, con motivo de su participación en los mismos, algún delito de prevaricación (dictar resoluciones a sabiendas de que son injustas), por lo que el Ministerio Fiscal solicitaba para él nueve años de inhabilitación especial (véase EL PAÍS del 28 de octubre pasado).

2.Sentado lo anterior, y ya en relación con la noticia en sí, debo señalar que la manifestación de que yo fui despedido por falta muy grave "al adjudicar una compra de material audiovisual a una empresa que había participado en la elaboración del pliego de condiciones" es radicalmente falsa y no ajustada a la verdad, entre otras razones porque en mi condición de responsable de las obras carecía de competencia alguna en materia de contratación, que correspondía en exclusiva a mis superiores jerárquicos, el director general y el gerente del INAEM.

3.La causa alegada por el señor Linde Paniagua para despedirme fue la imputación de un etéreo "abuso de confianza en las funciones encomendadas", cuya inexistencia fue probada ante los tribunales, primero ante los de lo Social y después ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, al que recurrió el Ministerio de Cultura, calificando ambos mi despido como "improcedente", además de probar la manifiesta incompetencia del subsecretario para despedirme, siendo ésta una de las razones por las que después interpuse la querella criminal contra el señor Linde. Ello motivó, también, que dos años más tarde de iniciados los hechos (ya con el señor Linde fuera del ministerio) tuvieran que indemnizarme con una cantidad que, entre salarios dejados de percibir, indemnización, intereses de demora y costas procesales, se situó en torno a los 10 millones de pesetas, que, lamentablemente, corrieron a cargo del erario público y no del bolsillo de quienes habían sido los promotores de semejante patraña.

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Habiendo dejado, pues, perfectamente clara mi total exoneración, tanto por los propios servicios del Ministerio de Cultura como después por sentencia firme de los Tribunales de Justicia, de las presuntas irregularidades que se me imputaron, cabría preguntarse, ya con relación a la última parte de la noticia, qué pintaba el Cesid en un expediente de contratación cuya finalidad era adquirir material audiovisual para un teatro, extremo éste acerca del que el propio Ministerio Fiscal manifestó en todo momento su extrañeza, razón por la que en el curso de la vista oral del juicio contra Enrique Linde formuló diversas preguntas en tal sentido a los ex altos cargos del ministerio que comparecieron en el mismo, entre ellos a la ex ministra. Tampoco puede obviarse el hecho de que la también citada en la noticia reclamación de una de las empresas que había optado al concurso, se presenta el mismo día (6 de marzo de 1995) que la del Cesid, dice exactamente las mismas cosas y aporta idéntica documentación, y que ambas hacen referencia a meros documentos de trabajo interno del ministerio sin valor decisorio alguno, y que no sólo no eran de conocimiento público, sino que sólo eran conocidos por un número muy restringido de personas. Para quien tenga medios e interés en ello se abriría así una interesante vía de investigación, hasta ahora inexplorada, y que, quizá, pudiera aportar alguna luz acerca de las extrañas circunstancias que rodearon este asunto.- . .

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