Madrid, el suelo... y el subsuelo
Señores del PP. Para ser más concretos y justos, señor alcalde de Madrid y adictos concejales: la incultura, el cinismo y el chalaneo sobre tema tan importante como es la construcción de la ciudad ha alcanzado, con su impulso y bajo su cobertura, las cotas más elevadas que pensarse pudiese de las políticas neoliberales más retrógradas.Los que nos iniciamos y algo aprendimos sobre la ciudad y el urbanismo en tiempos de Franco, pero con responsables en estos temas tan honestos intelectualmente como Bidagor, Narciso Fuentes, Larrodera, González Pérez, etcétera, incorporamos a nuestro acervo profesional y ético la concepción del suelo como un bien público, fuese cual fuese su titularidad registral, y, por tanto, que la obligación de los poderes públicos y el urbanismo, como instrumento para el gobierno de la ciudad y el territorio, era "garantizar la función social del suelo". Principio elevado a categoría legal en 1956, que será asumido y profundizado por la cultura socialdemócrata española y puesto en práctica, con insuficiencias y algunos errores, por los ayuntamientos de izquierda nacidos a partir de 1979. Ustedes han prostituido desvergonzadamente este principio elemental transformando el suelo, el subsuelo y la ciudad entera en una pura mercadería, haciendo dejación ostentosa de sus responsabilidades como representantes y defensores de la ciudadanía para ser meros avalistas y encubridores, cuando no socios, de los intereses inmobiliarios más espurios.
Madrid está en venta. El bien más preciado, que no precioso, es el suelo. La política cultural prioritaria de Álvarez del Manzano es la de subvencionar la artística actividad de vender y comprar suelo y subsuelo, público o privado, con dinero blanco, negro o amarillo. Mientras este circo funcione nada importa a los responsables municipales el futuro físico y social (incluso económico) de la ciudad y el entorno metropolitano. "Madrid va bien". Mienten, porque nadie puede creer que sea tanta su ignorancia, cuando dicen estar preocupados y querer resolver el problema de la vivienda para las capas sociales con rentas medias y bajas. Las cifras y planes que proclaman no son compatibles con al proceso acelerado e indiscriminado de patrimonialización privada del suelo que debiera sustentarlas. Nadie se engañe, no hay vivienda social, es decir, vivienda tasada políticamente, sin el soporte de un suelo igualmente tasado y controlado por los poderes públicos, en cantidad, lugar y tiempo adecuados. Constatación asumida por cualquier economista urbano simplemente responsable, pero cuyos textos más elementales están ausentes en las bibliotecas municipales.
Mienten, porque todo el mundo sabe de su cinismo cuando pregonan que la clasificación extensiva e indiscrimada del suelo y el puro juego del mercado incrementarán la oferta y, como en un cuento de hadas, bajarán los precios Basta leer simplemente las estadísticas, encuestas y estudios de organismos públicos y privados para comprobar cómo, en los últimos años, el precio del suelo en Madrid, centro o periferia, se ha incrementado ostensiblemente, a pesar (o más bien como consecuencia) de los múltiples y desmesurados PAU, la recalificación de zonas verdes, la venta inflacionada de todo el suelo institucional (de Renfe al propio Ministerio de Hacienda), la entrega a Gil y Gil de sabrosos trozos de ciudad, etcétera. Comprueben los lectores cómo en ningún momento de la vigencia del Plan General del 85, tachado de pesimismo marxista y causa de todos lo males de Madrid, fue tan generalizada esta espiral y tan descarada esta feria de tratantes. En todo caso, frente a una evolución inflacionaria y especulativa del sector privado, los gobiernos municipales y regional se comprometieron y gestionaron importantes paquetes de suelo público, a precio tasado, para vivienda, industria, terciario, hospitales, etcétera. Ahí están ejemplos como Madrid Sur, Tres Cantos, Valdebernardo, Las Rozas... Operaciones adulteradas, vendidas y nunca repetidas por los responsables del PP. Y es que la clasificación extensiva e indiscriminada de suelo, fuera del control público, sólo sirve para ampliar las expectativas del negocio privado inflando, hasta que reviente, la burbuja especulativa. Engañan a los ciudadanos, porque a ellos mismos interesa engañarse, cuando trasladan a los promotores privados la solución de los problemas de la ciudad, sean viviendas, hospitales, túneles o aparcamientos. El mercado, que es un mecanismo adecuado para fijar precios y racionalizar, como referencia, las decisiones económicas, no puede incorporar, en su cuenta de resultados, valores y costes que nuestras sociedades han conquistado y exigen. Los promotores inmobiliarios deben ganar dinero, en un horizonte a corto plazo, y nadie puede exigirles y, menos rezar para que se conviertan en monjas de la caridad. Los poderes públicos, y los instrumentos que la ley pone en sus manos, están para garantizar que la ciudad se configure como un espacio social y físicamente cohesionado, en un proyecto a medio y largo plazo.
Ignoran, o quieren ignorar, que el mercado de suelo, a diferencia de otros bienes, tiene reglas y mecanismos específicos, debidos a su propia naturaleza monopolística (bien fijo, no transportable e imperecedero) y su funcionamiento segmentado y, en gran medida, opaco. Características que exigen una intervención pública, aunque sólo sea para racionalizar, clarificar su comportamiento, eliminar las lacras más negativas y garantizar que aquellas actividades débiles, como la escuela, el parque o la vivienda social, pueden producirse, en tiempo y lugar adecuados, en el tejido urbano. Lean a economistas tan moderados como Myrdal, Galbraith, Stone o Lietchfield para comprobar que estas aseveraciones no son fruto de un apriorismo ideológico, sino simple cultura básica.
En última instancia, la liberalización y desregulación del mercado del suelo, junto con la renuncia de los poderes públicos de actuar como operadores activos en la construcción de la ciudad, no sólo acentuará las desigualdades sociales con una segmentación espacial, sino que, debido a su rigidez y alza especulativa y parasitaria del precio, restará competitividad a Madrid en la red de ciudades europeas. Competitividad tan apreciada, al menos verbalmente, por nuestros gobernantes del PP. Y otro día, el subsuelo.
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