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Un juez coloca un detector electrónico en el tobillo de los agresores domésticos

Ni órdenes judiciales ni encarcelamientos preventivos. La tecnología es la última forma de combatir la epidemia de violencia doméstica que sufre Estados Unidos, de la que es víctima más de un 10% de la población femenina, sin distinción de clase social, raza o edad. El pionero en implantar el nuevo sistema es el condado de Palm Beach, en Florida, que desde ahora obligará a los agresores condenados por el juez a llevar una pulsera electrónica en el tobillo para alertar a las víctimas y a la policía sobre su situación. El artefacto está valorado en unas 400.000 pesetas.Tanto si el violento está en un bar, como en un gimnasio o en el coche, el dispositivo controla todos sus movimientos al enviar señales a monitores instalados en la casa de la víctima y en la comisaría de policía. Si el sospechoso pisa alguna zona prohibida por el juez, se disparará una alarma que sólo percibirán la posible víctima y los agentes de policía.

Para más seguridad, el Tribunal Especial de Violencia Doméstica de Palm Beach también equiparará a los agresores con un reloj de pulsera que actúa como receptor de las órdenes de los agentes, además de un emisor con el que deberán enviar señales sobre su ubicación. Cuando la denominada Patrulla de Relojes contacte con un condenado, éste dispondrá de un minuto para llamar a la comisaría. Para ello, utilizará un número telefónico gratuito y colocará su reloj junto al auricular. El aparato enviará unas señales sonoras que permitirán ubicar al sospechoso.

Vigilancia con satélites

El siguiente paso previsto para proteger a las mujeres que sufren maltrato en sus hogares es la vigilancia de los agresores a través de satélites, según el juez que preside el tribunal de Palm Beach, Cory J. Ciklin. Para ello se está considerando la utilización de sistema de localización empleados por el Ejército norteamericano.La supuesta eficacia de la nueva estrategia ha despertado cierto escepticismo. Las autoridades judiciales aseguran que con ella no intentan sustituir los métodos tradicionales, sino que aspiran a alejar a los sospechosos de sus "presas" y a documentar sus movimientos.

De esta manera, dicen, se facilitará la labor de la justicia, ya que a la hora de ir a juicio no será sólo la palabra del agresor contra la de la agredida, como ocurría hasta ahora en la mayoría de los casos.

Los grupos cívicos han manifestado su preocupación. Creen que la medida puede provocar un exceso de confianza en las mujeres, que podrían considerarse a salvo de ataques. En EE UU, el problema es doblemente grave: casi la mitad de las agresiones conlleva el uso de armas de fuego, según las estadísticas que maneja el FBI. Otras cifras dadas a conocer por este departamento indican que la tercera parte de las mujeres asesinadas en EE UU lo fueron a manos de su cónyuge.

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