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Rauschenberg, el inventor

JOSÉ LUIS MERINO La muestra del artista estadounidense Robert Rauschenberg en el Museo Guggenheim de Bilbao no sólo es una excepcional exposición, sino que viene a ser una lección de arte de los últimos cincuenta años. Una lección magistral y una demostración de cómo un artista puede convertirse en muchos hombres y mujeres a la vez. Gracias a su capacidad inventiva, Rauschenberg parece transformarse en un par de centenares de artistas. En su recorrido por el arte, Rauschenberg parte del expresionismo abstracto, pero en vez de aislarse del mundo y presentar la gestualidad del individuo particular que está vuelto hacia sí mismo, como hicieran Pollock y De Kooning, por ejemplo, toma lo que observa del mundo exterior y lo incorpora al gesto creativo. La vida circundante es lo que introduce en sus obras. Para ello se sirve del collage que le proporciona la fotografía con sus escenas callejeras, con el añadido de múltiples objetos de muy diferente condición, desde una silla, una almohada, neumáticos, una cabra, una gallina, a todo lo que le venga a mano y a la imaginación. Maestro en la combinación de pintura y objetos, al introducir objetos en el cuadro, sean objetos tridimensionales o reproducidos por estampaciones fotográficas, con ello no pretende que esos objetos posean un valor como manifestación propia, sino que procure que se sometan a la composición del todo. Es decir, aun poetizando individualmente esos objetos de uso diario, en la fusión combinatoria con otras descripciones de escenas reales, esas resonancias poéticas contribuyen al aura general del cuadro. Se apagan en lo particular, para volver a brillar en lo general. Obviamente, los objetos que venían de un uso convertido ya en derecho, a partir de la manipulación creadora se elevan a cotas de artes. Nacieron para otra cosa y, una vez muertos, nacen para el arte. Esto que decimos parece que ha surgido de la nada. Basta decirlo y ya está. Pero no es así, puesto que para que los resultados tengan el crédito de obras de auténtica valía para eso hay que saber trabajar con la ambigüedad del espacio. Saber yuxtaponer con precisión espacios diferentes, combinando el espacio de las fotografías, el de los objetos, el espacio pictórico, más el espacio real cuando introduce objetos tridimensionales. Todo ello gestado a través de la pincelada de acción expresionista, la construcción que procede del cubismo, más el collage dadaísta y los mil y un detalles que hay por controlar. Rauschenberg está empeñado en ordenar el caos, pero también se podía argumentar que el caos como nunca ha vivido tan libre gracias al control de este artista. No olvidemos que esa fabricación de obras es producto de la asombrosa asociación de imágenes disímiles, de una portentosa red de ubicaciones insólitas. Por algunos espacios de la exposición el espectador se encuentra rodeado de sonidos y luces. El artista busca nuevos estímulos para ese espectador en ese ámbito concreto. Es una parte sumamente lúdica, con visos irónicos, dentro del espíritu de Marcel Duchamp multiplicado por muchos. Existen otras facetas creativas del estadounidense que resultan imposible de ver aquí, tales como obras de teatro, más de un happening, la creación de instalaciones y más acciones. Sumado todo, no podemos dejar de pensar y creer que este artista es uno de los creadores más vivos, dinámicos e inventivos que en la historia del arte se dieron. Si los demás respiramos a través de nuestros pulmones, Rauschenberg lo hace a través de sus invenciones. Atentos a este magno encuentro con el arte del siglo XX. Estamos ante un aluvión de acontecimientos visuales. Rauschenberg lo ha dicho de manera modesta: "Busco simplemente obtener la mayor presencia posible del mundo, con objetos diversos, e intento hacerlos funcionar con la mayor vida posible".

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