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El Denilson de la poesía

El Patronato de Turismo apuesta por el escritor Cabral, que fue cónsul en Sevilla, para captar visitantes brasileños

Juan Manuel Cabrera, cónsul general de España en Río de Janeiro, Antonio Nieto, director de la Oficina Española de Turismo en Sao Paulo, y Elvira Biedma, empleada de la misma oficina, se quedaron atónitos cuando su anfitrión, un pernambucano de 78 años llamado Joao Cabral de Melo Neto, rompió el protocolo en su propia casa de Río y dijo a la visita: "Viva Sevilla y olé, viva Triana". Desde Sevilla había viajado hasta Río, con escala en Recife, la patria del poeta, Gregorio Muñoz, Marco Polo del Patronato Provincial de Turismo, para entregarle a Cabral una placa en agradecimiento a su labor de proselitismo. Un detalle hacia un hombre que dedicó casi medio siglo (1945-1987) a la diplomacia y que realizó una afirmación con visos de sentencia: "No hay que civilizar el mundo, hay que sevillanizarlo". Un acto íntimo se convertía en preludio de lo que puede ser un hecho multitudinario. "Todos los viajeros románticos que cantaron las bondades de Sevilla están muertos", dice Gregorio Muñoz. "Era la primera vez que podíamos agradecerle esa labor a un autor vivo, justamente al poeta vivo más importante de la literatura portuguesa". Joao Cabral conoció Sevilla en 1958. Era entonces cónsul general de su país en Barcelona, donde fue amigo de Joan Miró y Antoni Tapiès. Fue al Archivo de Indias para realizar investigaciones históricas. Cayó en el embrujo de la ciudad, hecho que se consumó cuando su Gobierno lo nombró cónsul general en Sevilla. "[Cabral] me contaba que entonces había pocos consulados en la ciudad", explica Muñoz, "y no se hacía mucha vida diplomática". El poeta y embajador -una dicotomía muy frecuente en aquel continente: Octavio Paz, Pablo Neruda y Alejo Carpentier son tres ejemplos brillantes de ello- vivió en la avenida de la Palmera y en el barrio de Heliópolis. Por la mañana acudía a su despacho del consulado; las tardes las dedicaba a pasear, a adentrarse en el mundo de los corrales de vecinos. Su visión de la ciudad se plasmó en un libro que habla a las claras de su perspectiva: Sevilla andando. Dedicó poemas a Romero Murube, a Manolo Caracol, a la Niña de los Peines, a Manolete y a Juan Belmonte, al que siempre imaginaba vestido con su terno blanco "como cualquier pernambucano". "La ciudad mejor cortada / que vi: Sevilla; / ciudad que viste a la gente / a la medida". Hay un callejero poético de la ciudad en los poemas de Joao Cabral: el Pumarejo, el Arenal, la calle Feria, por donde pasean "mujeres de la plebe con porte de duquesas", el hospital de la Caridad, la fábrica de Tabacos... Conoció las fiestas de la ciudad, la Feria de Abril, donde "Sevilla se muestra turística al turista", o la Semana Santa: "Cada cual pertenece a una Virgen, / la defiende como un torcedor (hincha); / cada Virgen tiene su afición / como un equipo de fútbol". Este reconocimiento a la universalidad es una fórmula que el Ayuntamiento de Sevilla, cuando era alcalde Manuel del Valle, puso en funcionamiento para homenajear a Miguel Bosé por titular una canción con el nombre de la ciudad, a la selección española de fútbol, a la marca de coches Cadillac por bautizar con Sevilla uno de sus modelos y a la ciudad de Manchester por comercializar una mermelada condimentada con naranja amarga sevillana. Nunca hasta ahora se había reconocido a un poeta. "Nosotros con nuestro trabajo no podemos llegar a tantísima gente y de tal nivel cultural", dice Gregorio Muñoz. "Estamos hablando de un país de 160 millones de habitantes y con un potencial turístico enorme. El brasileño, además, gasta más que el japonés. Lo compra todo, pero hay que traérselo de Miami a Sevilla", añade Muñoz. En 1935, Joao Cabral de Melo Neto fue campeón juvenil con el equipo de fútbol del Santa Cruz. "Ahora tenemos tres patas fundamentales para vender el nombre de Sevilla por el mundo: Cabral, Denilson y don Pedro de Orleáns y Braganza, heredero del trono de Brasil, que vive medio año en Pernambuco y el otro medio en Villamanrique", concluye Muñoz.

Candidato al Premio Nobel

Joao Cabral es uno de los escritores más importantes en lengua portuguesa. Cabral pertenece a la estirpe fluvial de autores que encontraron en el río un paradigma del relato: Joseph Conrad, Álvaro Mutis, Rubem Fonseca o Rafael Sánchez Ferlosio. El poeta brasileño estableció un mágico paralelismo entre el Guadalquivir y el Capibaribe, que desemboca en su Recife natal. Literariamente, Cabral pertenece a la generación brasileña del 45, la primera que se abre a la literatura europea, a las voces de la poesía hispánica. En uno de sus poemas rinde homenaje a Jorge Guillén y Pedro Salinas, dos poetas del 27 que se permutaron la cátedra y que también fueron tocados por el embrujo de la ciudad. Cabral ha figurado en alguna de las candidaturas del Premio Nobel: el reciente galardón del portugués Saramago resta muchas posibilidades a su opción, pero beneficiará la difusión de una obra que arranca cuando, con 22 años, publicó el libro Pedra do Sono. El poeta Ángel Crespo editó en España una antología poética de Cabral con el título El ingeniero de cuchillos. Uno de sus libros se abre con una cita de Le Corbusier y su obra más conocida es Muerte y vida Severina, que ha sido llevada al teatro y de la que Chico Buarque hizo una adaptación musical. Cabral, que también desarrolló tareas diplomáticas en el Reino Unido, Francia, Senegal, Ecuador, Mauritania, Guinea-Conakry y Honduras, encontró en Sevilla una fuente de inspiración que él supo llevar al terreno de la gran literatura. Sevilla sabrá agradecérselo.

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