_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Narco- inversiones

Los acuerdos diplomáticos entre Madrid y Londres sobre Gibraltar y sus conflictos ni siquiera alcanzan la categoría del cinismo. A lo más que llegan, tratándose de la zona colonial de que se trata, es a la figura de la ojana. La ojana es una acuñación coloquial muy gaditana, propalada al mundo por el Beni de Cádiz, que describe un engaño menor, de sabor popular y rabiosamente ostionero. Los regates que Londres le pega a Madrid, una y otra vez, cuando la Roca se viene arriba y se cree el techo del mundo, mejoran los más redondos engaños garbanceros que la ojana ha apadrinado. El conflicto con los pesqueros algecireños es un episodio más de este largometraje sin previsible final. Resulta que pesa más una ley gibraltareña de medio ambiente en materia pesquera que el acuerdo alcanzado el pasado octubre entre Londres y Madrid. Resultado: la policía gibraltareña continúa hostigando a los pesqueros algecireños. Pero el ruido que mete Caruana con sus lanchas patrulleras no apaga otras voces más decentes y responsables que denuncian la realidad económica de la colonia. Plantada ahí, en plena bahía de Algeciras, la roca es un enorme depósito de cal que, a través de sus 53.000 empresas fantasmas, blanquea frenéticamente los dineros más dudosos. Esos dineros se están invirtiendo en Andalucía, principalmente, en actividades inmobiliarias, y Carmen Romero, la diputada socialista por Cádiz, lleva denunciándolo los últimos meses. Málaga y Cádiz han multiplicado, duplicándolas, sus inversiones inmobiliarias en los años 96 y 97 y Romero ha acusado directamente al dinero del narcotráfico de las empresas gibraltareñas como responsables de esa alegría cementera. Algo habrá que hacer con la cacicada de la pesca y con la mafiosa protección que Caruana brinda a ese dinero criminal. Pero mucho me temo que el camino no pasa por Londres. Tampoco por Gibraltar, algo por lo que Caruana pierde el sueño, soñando como sueña con la soberanía. Algo habrá que hacer para dejar de soportar lo que soportamos desde hace mucho tiempo: una colonia europea en una Europa unida y una sucursal siciliana a la vera de Algeciras.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_