Pequeños depredadores
Los depredadores ya están en San Sebastián. Llegaron pasadas las dos de la tarde de ayer cariacontecidos, adormilados y sin ganas ni espíritu de atacar. Y eso, a pesar de que no se les drogó para el traslado. Los tiburones toro, que forman parte de la fauna marina del nuevo Aquarium donostiarra, dejaron sorprendidos a todo el mundo. Ni el macho, que mide 1,55 centímetros, ni la hembra, moteada y de una longitud de 1,20 -ninguno tiene nombre todavía-, son tan grandes como se esperaba. Eso sí, son crías y prometen alcanzar los dos metros y medio y crecer una media de 8 centímetros cada mes si se aclimatan a su nueva vida. Los escualos, capturados por el especialista norteamericano David Casey en Road Island y en Florida, llevaban ayer 48 horas sin comer y los responsables del Aquarium pensaban mantenerles a dieta hasta hoy. Quizá echen mano de las muxarras o de las doradas que siguieron la ruta de los escualos cuando fueron depositados en el oceanario. "No me parece mal que en la primera noche se sirvan solos", dijo ayer la bióloga del Aquarium donostiarra, Amelia Martínez. Los dos pequeños depredadores, que han llegado a San Sebastián tras un largo viaje por aire y tierra, pertenecen a uno de los tipos de tiburón que mejor se adapta a la vida en cautividad y, por tanto, uno de las que más fácilmente se reproduce. Viven entre 25 y 30 años y, como buenos depredadores, practican el canibalismo intrauterino: unas crías se devoran a otras. Hacen realidad la ley del más fuerte. Tampoco son especialmente amables con los extraños. Por eso los submarinistas que van a alimentarlos utilizarán una varilla a modo de plato para servir el menú y protegerán sus manos con un guante de malla de acero. La compra de los tiburones ha supuesto un coste de tres millones de pesetas, según la gerente del Aquarium, Carmen Arrazola. Estos dos depredadores donostiarras vivirán en cautividad, pero vivirán. Los que en principio iban a habitar el oceanario tuvieron menos suerte. Murieron a manos del huracán George.
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