Seguimos en campaña IMANOL ZUBERO
Critica el autor el camino que ha elegido el Gobierno vasco para defender el derecho de autodeterminación.
La última campaña de promoción de los derechos humanos elaborada por el Gobierno vasco está generando una enorme polémica aún antes de emitirse. Dejaré a un lado las críticas dirigidas al spot en que se pretende denunciar el racismo mediante una referencia a la "suerte" que hemos tenido quienes somos "blancos, vascos y europeos" por haber nacido donde lo hemos hecho. Creo que se trata de un anuncio desafortunado, pero quien afirme que su contenido pone de manifiesto el racismo implícito de sus impulsores es un mentecato. La utilización miserable que del citado anuncio se está haciendo por los habituales de las tertulias radiofónicas para acusar de racismo al nacionalismo vasco resulta vomitiva. Si algo cabe rechazar del citado anuncio es la etérea referencia a la fortuna, buena o mala, como explicación de las radicalmente distintas condiciones de vida o de muerte existentes en nuestro planeta. Que el huracán Mitch azote Centroamérica es cuestión de mala suerte; que en su camino se encuentre con chabolas de lata, con poblaciones encaramadas en las inestables colinas que rodean las grandes ciudades, con precarias vías de comunicación, no es cuestión de suerte, sino de injusticia. El otro anuncio objeto de polémica ha sido el relativo al derecho de autodeterminación de los pueblos. Ciertamente, introducir la autodeterminación en una campaña cuyo objetivo es conmemorar la proclamación, hace cincuenta años, de la Declaración Universal de Derechos Humanos, tiene mucho de maniobra torpe dirigida a superar por elevación una cuestión enormemente debatida y, sobre todo, debatible. Da la impresión de que se ha pretendido introducir por la puerta de atrás el derecho a la libre autodeterminación en una fiesta de los derechos del individuo. Se ha elegido un camino demasiado torcido para la defensa de una reivindicación democrática. Kimlicka recomienda descartar por su ambigüedad el término derechos colectivos para plantear el reconocimiento de los derechos de minorías nacionales o étnicas, pues tal término confunde dos tipos de reivindicaciones: las protecciones externas (que buscan garantizar la igualdad en las relaciones entre grupos) y las restricciones internas (que buscan, desde una concepción homogeneizadora de la pertenencia, restricciones a los derechos individuales de los miembros de un grupo). En el fondo, el gran problema que se plantea en relación a la autodeterminación es de imaginario: ¿desde qué imaginario nos aproximamos a esta cuestión? ¿desde un imaginario esencialista-no democrático o desde uno constructivista-democrático? Ambos existen tanto en el nacionalismo vasco como en las opciones estatales o no nacionalistas vascas. El nacionalismo no descubre la nación, la crea. La afirmación de Enzensberger de que a los nacionalistas sólo les mueve la fuerza destructiva que emana de las diferencias étnicas, de modo que "el tan invocado derecho a la autodeterminación se reduce a determinar quiénes deben sobrevivir en determinado territorio y quiénes no", denuncia una perversión del nacionalismo (históricamente real) que no deriva del planteamiento nacionalista en sí mismo, sino de aquellos nacionalismos que se basan en el descubrimiento, la recuperación o la salvación de una nación preexistente. Un nacionalismo que quiera construir futuro sólo puede ser un nacionalismo democrático (liberal) comprometido en la constitución, no de un pueblo, sino de una sociedad. El nacionalismo no puede ser una férula, sino un proyecto de socialidad consciente, además, de que ni la sociedad, en su concepción democrática-liberal, ni la nación, satisfacen las demandas de relación, pertenencia y reconocimiento de los seres humanos. "La sociedad civil es un proyecto de proyectos; requiere muchas estrategias de organización y nuevas formas de acción estatal. Requiere una nueva sensibilidad para lo local, específico, contingente y, sobre todo, un nuevo reconocimiento de que la vida digna se encuentra en los pequeños detalles" (Walzer).
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