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Tribuna
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Relevo

Algún error tiene la teoría del profesor Frank Kyte que atribuye la extinción de los dinosaurios al impacto de un asteroide, hace 65 millones de años. Si observamos a ciertos individuos que mantienen los comportamientos y el seso petrificado de aquellas criaturas, no parecen tan longevos. Por ejemplo, Manuel Fraga, que después de una vida dedicada a coleccionar calles, por el procedimiento de la cachiporra, muestra un ímpetu considerable de soplagaitas. Si las catástrofes, como afirman los geólogos, conforman la historia de la vida, aún nos queda cuerda. Y si el profesor Frank Kyte deduce la desaparición de los grandes reptiles a partir del hallazgo de una astilla de dos milímetros del presunto asteroide, ¿qué no deduciría del casquillo de un proyectil o del palo de un gris? Probablemente, y aunque no es materia de geofísica, sino de práctica fascista, que los rojos habrían perecido tras las violentas colisiones durante la era franquista. Conclusión que sería aplaudida por una derecha fósil y de crianza reaccionaria. Sin embargo, a pesar de la catástrofe de la dictadura, los rojos soportaron las cargas y las cárceles, y andan tan campantes, si bien, con Darwin en la mano, muchos se han prestado a una evolución que va de la firmeza a la concejalía o al escaño o a los enfrentamientos, ya en el colmo, por una velada con Aznar. Tampoco todos los dinosaurios fueron fulminados por el pedrusco espacial, sino que, a prisa, se dieron de alta en la democracia, movidos por la conservación de su género. Pero se les nota, por más que se obstinen en disimularlo. Esa contumacia en la búsqueda del centro revela sus miedos a evaporarse y delata su verdadera naturaleza. Ni el debate científico ni el político se han cerrado. Y guardan unas equivalencias poco gratificantes. Según los biólogos, la hecatombe de los dinosaurios permitió a los diminutos mamíferos salir de su letargo. Ahora, cuando los dinosaurios carrozados de modernidad y cinismo emprendan el viaje hacia su negación imposible, ¿qué mamíferos ocuparán su guarida? Ellos lo saben: los han amamantado, les han hecho el amor y los han mantenido en un frasco de nostalgias, consignas y navajas. Ellos actúan así: siguen siendo la reserva espiritual más rapacera del país y la mejor cebada en el engaño.

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