Pujals, una estrella que palidece
Tanto sus aduladores como sus detractores ven en el consejero de Cultura, Joan Maria Pujals, a un político muy ambicioso que a los 20 años ya tenía muy claro dónde estaba su futuro. Pasados los años, parece que el hambre de poder haya terminado por devorarle. El último episodio del declive de su estrella política fue, la semana pasada, la dimisión -forzada por la dirección de CDC- de Josep Maria Poblet, el heredero de Pujals al frente del partido en las comarcas de Tarragona. Del talante de Pujals son testigos su Vila-seca natal, la Diputación de Tarragona, los departamentos de Enseñanza y de Cultura, y su propio partido, Convergència Democràtica. Una meteórica carrera política para un hombre (Reus, 1957) que a los 25 años era alcalde de su pueblo y a los 35 el consejero de la Generalitat más joven de la historia. Su primera colección de cromos fue premonitoria: Atlas Mundial. Constante y cuidadoso, retiraba cada cartoncillo de la colección del pegajoso envoltorio de los pastelitos. Lo suyo es la omnipresencia bien entendida, el don de encontrarse en el mejor sitio en el momento más oportuno. Y allá donde no llega él, llegan sus incondicionales, que los tiene y los ha tenido. El nombre, la persona, el político Joan Maria Pujals no significaría nada si un día alguien no hubiera depositado en él toda su confianza y lo hubiera tratado como a un hijo político. Pujals era el menor de dos hermanos, hijo de los jornaleros de la familia del barón de Quatre Torres. Su aspecto exterior no ha cambiado mucho, por eso muchos aún siguen llamándole aquest noi de Vila-seca. Fue secretario personal de Josep Malapeira, alcalde de su pueblo y diputado provincial. Él le introdujo en la Diputación como secretario de Josep Gomis, actual delegado de la Generalitat en Madrid. Pujals entonces tenía dos aficiones -le había pasado la época de coleccionista- de las que jamás se ha separado: escribir e ir a misa. Lo del teatro fue fugaz. Ganaba todos los premios literarios a los que se presentaba, en catalán, por supuesto, y cumplía escrupulosamente con los preceptos litúrgicos todos los domingos y fiestas de guardar, según recuerdan sus amigos. Gomis le enseñó los entresijos de la política y le acostumbró a los placeres del poder. Pujals aprendió con rapidez. Se aficionó a los coches oficiales, viajes, buenos manjares... y aprendió cómo obtener el respeto de los subordinados. Pero entre clase y clase, Pujals estudiaba más de lo debido. Se alió, a escondidas de su mentor, con Josep Maldonado, delegado de la Generalitat en Tarragona, enfrentado con Gomis por el Pacto Cultural de Joan Rigol y en cuestiones de protocolo. Cuando Josep Gomis fue elegido consejero de Gobernación, a Pujals se le abrió aún más el apetito. Se declaró tan roquista como católico y Miquel Roca y Josep Gomis le facilitaron su acceso a la presidencia de la Diputación de Tarragona. El primer decreto de su era fue despedir al chófer y a la secretaria particular con quienes había trabajado durante más de seis años. El segundo, subirse el sueldo un 117% (450.000 pesetas mensuales de 1988) y el de los diputados un 130%. Visitó a Jordi Pujol Ferrusola, el hijo del presidente, y le invitó a fer grans coses plegats. La vena roquista fue cuestión de semanas. Años más tarde propiciaría la caída de Roca del aparato convergente. Luego tomó las riendas de CDC en Tarragona. Como su imagen siempre le ha preocupado mucho, encargó a expertos que la cuidasen. En la Diputación se gastó más de 600 millones de pesetas para contratar a la empresa Gabise como asesora de imagen, relación económica que continuó en el Departamento de Enseñanza. Aterrizó por primera vez en Barcelona en diciembre de 1992 como consejero de Enseñanza con la firme creencia y convicción de que Cataluña se gobernaba como su feudo tarraconense. Aparecía en todas partes como el delfín de Pujol -y realmente entonces lo era-. El presidente de la Generalitat le invitaba a pasar los fines de semana en su casa de Queralbs. De su personalidad y de su proceder político, a juicio de algunos maquiavélico, hay multitud de ejemplos. En el traspaso de poderes del Departamento de Enseñanza, Pujals le comentó a Josep Laporte, su antecesor en el cargo, que quería realizar una política continuista. Por ello le pidió una lista de los secretarios y directores generales de su confianza. A la semana siguiente los destituyó. Otro ejemplo: su primera decisión en Cultura fue hacer abrir la escalera noble del Palau Marc para acceder a su despacho. Joan Guitart utilizaba el ascensor y la misma escalera lateral que los funcionarios. En Barcelona empezaron a conocer quién era el noi de Vila-seca. Los comentarios sobre sus maneras se extendieron como la pólvora por los pasillos del Palau de la Generalitat y de la sede de Convergència. Tarragona era su feudo, y su sucesor al frente de aquellas comarcas era Josep Poblet, también al frente de la alcaldía de Vila-seca y ahora caído del aparato al dimitir la pasada semana obligado por el secretario general de CDC, Pere Esteve. Una derrota que a Pujals le sabe a hiel: está acostumbrado a ganar por 10 a 0, según frase atribuida a Jordi Pujol. Ahora sus adversarios políticos dentro del partido se frotan las manos. El otrora bastión inexpugnable está sufriendo los signos de debilidad por asedio Todos los que le conocen admiten un antes y un después de Pujals a partir del momento en que tomó posesión del Departamento de Cultura. Aquella persona a la que algunos califican de soberbia pero a la vez inteligente empezó a cometer errores, como su testarudez en la ley del catalán o la bronca con Josep Maria Flotats, autoexiliado en Madrid, a quien despidió como director del Teatre Nacional de Catalunya. Ambos incidentes han erosionado gravemente su futuro político. Dos personas que han pasado por el Departamento de Cultura han sido de las pocas que se han atrevido a definirle. Xavier Bru de Sala, ex director general de Promoción Cultural, dijo de él: "Su método político es: contra ideas, cuchilladas; contra la razón, cuchilladas; contra la civilizada preservación de las relaciones personales por encima de las discrepancias, descalificación, destrucción del que molesta". Y Josep Maria Flotats le definió como "jovencito con estilo de terrateniente tarraconense que se ha querido comer el mundo". Quizá el director y actor teatral conocía la afición de Pujals a coleccionar cromos del Atlas Mundial.
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