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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Huellas

Una vez más hay que felicitar al Ministerio de Fomento, que, junto con el de Medio Ambiente, han dado el visto bueno al proyecto, hoy ya una insufrible realidad: "la tercera pista de Barajas". Sorprende que esta ampliación, que no complace a ninguna de las partes implicadas, goce del beneplácito de los aludidos organismos, ya que, por un lado, los pilotos, a través del SEPLA, califican esta faraónica obra de "parche y chapuza" (EL PAÍS, 5 de noviembre) por la complicación e incrementos de gastos que implican las nuevas maniobras que exige la nueva pista, además del peligroso acercamiento, en todos los sentidos, a la cordillera de Somosierra; añadamos a esto las recientes quejas de los pilotos extranjeros y la "huella sonora" que produce en las poblaciones próximas; en concreto, en San Sebastián de los Reyes, donde antes de la tercera pista, "la tercera" más famosa era la plaza de toros; ahora corre el riesgo de ser desplazada, atribuyéndose dicho apelativo de "la tercera" a la ya referida pista de despegue, que nos recuerda cada muy pocos minutos la proximidad al aeropuerto.No obstante, no pongo en duda que la comisión de expertos recientemente constituida para controlar la maldita y famosa huella pondrá los medios a su alcance para paliar las nefastas consecuencias que afectan gravemente a la calidad de vida de poblaciones que, como San Sebastián de los Reyes, se encuentran próximas al aeropuerto.

Mientras tanto, permítanme un consejo: si pensaban adquirir una vivienda en municipios como San Sebastián de los Reyes (gravemente afectados por el impacto ambiental ya citado), reflexionen antes de llevar a cabo una inversión tan importante; su calidad de vida se lo agradecerá.

La solución no pasa por esperar a que los aviones en un futuro sean menos ruidosos, o que los señores pilotos dejen de incumplir las normas que incumplen sistemáticamente y que nadie controla ni sanciona; la solución está (o debería estar en un país que se supone desarrollado) en que desde la Administración central se tomen medidas encaminadas a respetar tanto el impacto sonoro como el ambiental que producen sus, en ocasiones, desafortunadas decisiones insolidarias.-

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