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Los poderes de la clase media norteamericana

El extremismo conservador desató una movilización demócrata y moderada sin precedentes

El desastre electoral de los republicanos, que ha provocado la dimisión de Newt Gingrich de su puesto como presidente de la Cámara de Representantes, suscita varias preguntas: ¿cómo es posible que los políticos y los medios de comunicación se hayan equivocado tanto al prever el resultado de las elecciones? ¿En qué posición quedan demócratas y republicanos ante las elecciones presidenciales del año 2000?Los estadounidenses, con raras excepciones (su época más izquierdista se produjo durante la depresión de los años treinta), votan al centro, con giros ocasionales hacia la izquierda o la derecha. Tres cuartas partes de los norteamericanos se definen como clase media, y lo equiparan a situarse en el centro político. Antes de las elecciones, las encuestas señalaban que los votantes estaban satisfechos con una economía en expansión; les preocupaban cuestiones relacionadas con la protección de la seguridad social, la sanidad y la educación pública (escolarizar a un niño de seis años en un colegio privado de Nueva York cuesta la abrumadora cifra de 2,25 millones de pesetas anuales); concedían a Clinton el índice de aceptación más alto que ha tenido nunca un presidente durante su segundo mandato, y a los medios, los políticos y el equipo de Starr, notas muy bajas.

Aunque se ha dicho que los programas de televisión que destrozaron a Clinton, como a ningún otro presidente en la historia de Estados Unidos, fueron los culpables de inflar el asunto Monica y convertirlo en un escándalo con el fin de subir los índices de audiencia, el problema con los medios de comunicación escritos fue mucho más serio. Un ejemplo es Nueva York: The Wall Street Journal representa el punto de vista de la élite republicana del noreste. The New York Post, en otro tiempo un periódico progresista, pertenece ahora a Rupert Murdoch; su director, John Podhoretz, procede del ala derecha radical del Partido Republicano. The Daily News representa a los republicanos moderados.

Pero ¿qué ocurrió con The New York Times y The Washington Post? Howell Raines, redactor jefe de opinión de The New York Times y originario del sur, decidió oponerse violentamente a Clinton, y esa intensa oposición de la página editorial se extendió por todo el periódico. Los lectores tradicionales del Times, que necesitaban que la venerable dama gris se situara en el punto medio, se vieron empujados a la reacción política contraria, en parte porque les alarmó y confundió el hecho de que su diario empezara a considerar normales la investigación de Starr y el infame vídeo pornográfico del interrogatorio del presidente.

Al mismo tiempo, el hecho de que la prensa no expresara las opiniones de los centristas moderados movilizó a los votantes de clase media, que tuvieron la impresión repentina de que los bárbaros se encontraban a las puertas de la ciudad. (Justo antes de las elecciones, un terrorista antiabortista mató de un disparo a un médico en el Estado de Nueva York). Don Maggin, un destacado demócrata que hizo campaña a favor de Robert Kennedy, me ha contado: "Las aportaciones económicas y los ofrecimientos de voluntarios para ayudar en la campaña aumentaron enormemente en Nueva York, a diferencia de los años pasados, en los que la clase media se había aletargado. Los demócratas han dedicado más dinero al contacto individual con los votantes; los republicanos lo han gastado en anuncios por televisión. En Nueva York, durante los cinco últimos días anteriores a la votación, llegaron a hacerse medio millón de llamadas diarias a personas inscritas como demócratas para que salieran a votar. En Georgia, los dirigentes negros han hecho un esfuerzo sin precedentes para obtener el voto. Cada negro ha recibido tres llamadas de teléfono".

Yo vivo en el Upper East Side de Manhattan, en el apartamento que perteneció a mis padres. Desde el punto de vista político, es el corazón del voto republicano tradicional de la ciudad, el "barrio de las medias de seda"; nuestro barrio de Salamanca. Pero los rumores que corrían entre los tenderos de la zona eran que, en esta ocasión, la élite republicana iba a votar demócrata. En cuanto subí por las escaleras del colegio electoral, situado en el viejo edificio de color rojo que ocupa toda una manzana en Park Avenue y la calle 67, vi rostros que no suelen ser corrientes en Madison Avenue, una calle que ahora ocupan turistas acomodados. Muchos de esos rostros pertenecían a ancianos, frágiles parejas apoyadas en bastones. Otros, a madres jóvenes con niños. Viendo su mirada casi intrépida supe, por intuición, que el candidato demócrata al Senado, Chuck Schumer, iba a acabar con los 18 años de mandato de Alfonso M. d"Amato (que ha desempeñado un papel crucial en el intento de eliminar a Clinton).

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Luchar con todas las fuerzas

El mes anterior a las votaciones corrió por toda la ciudad la voz de que Schumer tenía posibilidades y de que, por consiguiente, había dos campañas en las que habría que luchar con todas las fuerzas, la del escaño en el Senado por Nueva York y la de California, en la que participaba la senadora demócrata Barbara Boxer y que también estaba muy reñida (en ambos casos han vencido los demócratas). D'Amato ha sido uno de los peores enemigos de Clinton. Pero una de las razones por las que los demócratas consideran una gran victoria la elección, pese a que los republicanos siguen conservando una ligera superioridad, es que no parece probable que en las futuras elecciones puedan recuperar Estados como California. (Nueva York y California suponen casi la mitad de los votos necesarios para ganar elecciones presidenciales).La unificación de los demócratas, bajo el mando de Clinton, como un partido formado por centristas moderados, se basa en la existencia de un cambio social auténtico. Las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, las rebeliones estudiantiles, los movimientos de feministas radicales y negros airados pertenecen a otra era histórica. Los nuevos dirigentes negros y la aparición de una burguesía negra han demostrado a los afroamericanos, con estas elecciones, que su verdadero poder en Estados Unidos reside en el voto. Los estudiantes que se rebelaban están ahora en Wall Street o son dueños de empresas de Internet; constituyen la nueva clase de millonarios norteamericanos. Las metas por las que luchaban las feministas radicales se han alcanzado, en gran parte, o al menos se dan por supuestas. Hoy, la mujer norteamericana tiene unas piernas estupendas, lleva minifalda y empuja un cochecito de bebé al mismo tiempo que lleva su maletín de abogada.

Mientras tanto, los republicanos se encuentran en un verdadero caos. La élite del noreste no tiene nada que ver con la derecha religiosa. Y está también el sector terrorista de ultraderecha, que da mala fama al partido. Los republicanos tradicionales, de orientación capitalista, desprecian a los ideólogos que, representados por Gingrich, se hicieron con las riendas del partido gracias a su golpe de 1994, el desventurado "Contrato con América".

Puñado de zoquetes

La caída de la derecha radical de Newt Gingrich era inevitable. El santón ideológico de Gingrich, Irving Kristol, que pasó de antiguo trotskista a intelectual anticomunista durante los años cincuenta, sabe tan poco de la clase media como Newt y la odia tanto como él. En su libro Neoconservadurismo. Autobiografía de una idea, Kristol insistía en su idea del centro sensiblero y en que existe una alianza entre el centro y las ideas izquierdistas. En su opinión, el Partido Republicano de los empresarios apesta a nihilismo y está confabulado con una izquierda que acecha por las esquinas. Para Kristol, cuyo hijo, Bill, se ha convertido en uno de los principales portavoces del extremismo republicano, el partido tradicional está formado por un puñado de zoquetes que carecen de código moral. En el último capítulo, Kristol señala que los verdaderos enemigos son las mujeres y los progresistas. Cree que ahora comienza la verdadera guerra fría. "Un conflicto que heredarán mis hijos y mis nietos".Con amistades políticas como éstas y partidarios como el presentador de radio Russ Limbaugh, de extrema derecha (que aconsejó a los republicanos radicales: "No es el momento de empezar a esforzarse por agradar. Hay que seguir luchando"), a Newt no le han hecho falta muchos enemigos. El intelectual Stanley Crouch escribió, a propósito de la difusión del famoso vídeo: "Como dijo una mujer: "¿Por qué se habrá visto obligado el Congreso a admitir un informe tan lleno de pornografía?". Esa ausencia patente de "valores familiares", de los que tanto presumen los republicanos, y la falta de un programa social, les ha costado la derrota en noviembre.

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